Eco de la montaña, crítica. Película de la semana

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Eco de la montaña
El fin del silencio
Por Erick Estrada
Cinegarage

Matar al silencio con el eco, el eco de una injusticia que en su manufactura y ejecución se convirtió en metáfora de un país descompuesto y mal acomodado. Nicolás Echevarría consigue con una destreza visual alucinante matar al silencio con el eco de la montaña, ritual de vida huichol por un lado y grito de hartazgo ciudadano por el otro.

Detrás del retrato que Echevarría hace de Santos de la Torre, el artista visual “honrado” por el gobierno mexicano para exhibir uno de sus murales en la estación del metro parisino que nos adentra en el Museo Louvre, uno de los más reconocidos a nivel mundial, está también el retrato sencillísimo pero poderoso de un gobierno mexicano tan acostumbrado a menospreciar a sus gobernados que parece inocente cuando en realidad es ignorante.

Santos fue convocado por el gobierno mexicano para elaborar el mural, pero ese mismo gobierno nunca lo convocó para montar la obra en su lugar definitivo y mucho menos le otorgó crédito el día de la inauguración o saldó la deuda con el artista. ¿El resultado? El mural está mal puesto (no se solicitó la supervisión del autor) y el artista debería estar enfadado. Santos no lo está y la vergonzosa razón es que pertenece a una etnia y una cultura nativa norteamericana (los huicholes) acostumbrada desde siempre al despojo y la presión de gobiernos y empresas ya sea para debilitar su cultura (con tantas como absurdas razones), para apropiarse de sus tierras en busca de riquezas minerales, o ambas. Santos crea en la resistencia y resiste con su creación y Eco de la montaña lo comprende de manera tan natual (es la obra de un director comprometido y pensante) que se amalgama con ese otro artista y esa otra creación para convertirse en canto de guerra contra quienes buscan que esas culturas se desvanezcan.

Eco de la montaña no es entonces un grito de guerra, es un canto de guerra. Eco de la montaña no es un panfleto político, es un abanico de reconciliación. No es un folklor pasado por photoshop sino un mural que sabe el significado de sus colores y de sus símbolos. Quizá la enorme aportación del documental está en que sin disminuir ni su apuesta visual ni su compromiso político, deja que sea la obra de Santos la que hable, que sea esa resistencia creadora la que respire entre sus fotogramas y evidencie ese desprecio que baja desde lo más alto de las cúpulas pero que se convierte en débil grito “civilizador” ante culturas que ya lo han trascendido todo, como la de Santos.

Entre todo ello y con un ritmo celebratorio, combativo pero no beligerante, Echevarría cumple como cineasta (y nosotros como pueblo-espectador) y paga parte de la deuda de los gobiernos mexicanos con Santos de la Torre colocándolo en nuestra mirada, que debería estar avergonzada pero que no puede sino maravillarse por la obra de este artista de la resistencia, por su cultura y, claro, por la forma en que uno de los mejores cineastas de México nos lo ha presentado, que debimos conocerlo desde hace décadas.

CONOCE MÁS. Esta es la crítica de Erick Estrada al documental Cuates de Australia, que pueden ver aquí mismo.

Eco de la montaña
(México-EUA, 2014)
Dirige: Nicolás Echevarría
Con: Santos de la Torre
Guión: Nicolás Echevarría
Fotografía: Nicolás Echevarría, Sebastián Hofmann
Duración: 92 min.

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