Estocolmo, crítica

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Estocolmo
El amor es un secuestro.
Por Erick Estrada
Cinegarage

Una chica sale de una fiesta. Un chico la sigue enamorado, dice, de ella. Le habla, se caen mal. Se separan.

El reencuentro nocturno en el laberinto de las calles hace pensar ya en un universo paralelo, uno que se cierra poco a poco para que chico y chica terminen cerca más por falta de espacio que por un deseo real. Ella, de hecho, deja claro que no quiere acostarse con él.

En una serie de (des)encuentros que los conectan a pesar incluso de nosotros mismos -desprovistos de pistas para saber qué es lo que va a pasar- Rodrigo Sorogoyen (co autor del guión con Isabel Peña, una contraparte femenina, lo que son las cosas) los enfrenta a la noche y a ellos mismos en secuencias que enredan y descontrolan pero que nos rescatan gracias a diálogos inteligentes y brillantes por la sencilla razón de ser creíbles: todos hemos ligado así, dicho cosas así, hecho cosas así. Ese es el puñal oculto.

Lo irremediable parece uno de los aditivos de la película y entre lo irremediable está el nombre de la misma, que huele a secuestro y encierro enamorado y de ahí que a pesar de que las sospechas nos hacen ver el peor de los panoramas, se cuele otro irremediable, el de las casualidades lapidarias, de las que no hay escape pero que no por eso dejan de ser casualidades: se cuela el amor irrenunciable pero agónico de Los amantes del círculo polar (España, 1998).

Y no (menos mal).

En virajes atrevidos apoyados y montados en los diálogos que dos estupendos actores malabarean con maestría que hiela la sangre, esa sangre se calienta de nuevo y comienza a recorrer la misma noche de ese chico y esa chica para sugerir ideas más en el plano de Sebastian Schipper, de la inmersión en lo urbano de la noche y en la noche urbana (que no es lo mismo) de su película Victoria (Alemania, 2015). Él promete llevarla a donde nunca ha estado en una noche común sin fecha ni nombre y de repente, otro amigable volantazo nos lleva a los aires de Nick and Nora’s Infinite Playlist (EUA, 2008), pero con un discurso más segmentado, con secuencuas separadas con lentos fades a negro que nos hacen pensar en que esto se romperá tarde o temprano. Y la trampa aparece de nuevo: los espacios se han ido reduciendo en medio de ese encanto discursivo y alrededor del rostro casi divinizado de ella (Aura Garrido, cruelmente encantadora) y del tiernamente amenazador de él (Javier Pereira dando en el blanco): los intentos por entrar al departamento de él llegan al ridículo del ligue extremo (siempre en la realidad de la película) y la lucha por cruzar la puerta y después encerrarse en la recámara son casi violentas, con una coreografía actoral cautivadora y extrañamente balanceada.

Estamos finalmente dentro.

Y el giro ocurre de nuevo.

Ambos nos han regalado una vista del horizonte dando la espalda a la cámara. Lo que ven es lo que vemos.

El loop da la vuelta y la redundancia está más que justificada. Al amanecer vemos que la noche planteada por estos dos personajes era el momento del enamoramiento de la misma forma que el día es el nacimiento del desenamoramiento.

Lo que fue casi un secuestro amoroso y nocturno se vuelca y destroza el síndrome de Estocolmo para espejear la propuesta y dejar a los actores el enorme peso de repetir los mismos diálogos dotándolos de un sentido completamente distinto. Tiempos, movimientos, reacciones, todo lo hemos visto ya de noche pero ahora, repetidos a la luz del día, tanto ella como él dan una vuelta extra y la película incluso usa ese discurso a manera de reivindicación femenina ante los embates ligadores del género masculino, encaprichado en salirse siempre con la suya. Aquí ella se llena de poder y de reclamo en medio de este giro bestial, dramático de por sí e intensificado por el desconcierto de escuchar a las mismas palabras que tuvimos en la noche significando precisamente lo contrario.

El amor se vuelve angustia. La leche sabe agria. El café no se bebe y ahora la lucha da la vuelta y se convierte en una pelea por salir primero de la recámara (esa cámara fija y ese montaje interno casi demoniaco) y luego del departamento.

El ir y el venir. Subir y bajar. Enamorarse y desenamorarse. La verdad fue mentira. Es quizá una de las mejores anti comedias románticas (o comedias románticas que saben que el amor no existe, que el amor es un secuestro) de los últimos años.

Una lástima que el final, raro, desencajado, explicable pero desentonado, manche la estupenda trayectoria boomerang de Estocolmo.

Estocolmo
(Stockholm, España, 2013)
Dirige: Rodrigo Sorogoyen
Actúan: Javier Pereira, Aura Garrido, Jesús Caba, Susana Abaitua
Guión: Isabel Peña, Rodrigo Sorogoyen
Fotografía: Álex de Pablo
Duración: 92 min.

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