Güeros, crítica. Película de la semana

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Güeros
La road movie del encierro
Erick Estrada
Cinegarage

Hay muchas maneras de abordar Güeros, una película cálida, diseñada a pulso para hacernos entrar a ella (a pesar de unos juegos extrañamente atractivos a base de la pérdida de la profundidad de campo) pero que a veces divaga tanto en sí misma que varias de las reacciones de sus poquísimos personajes centrales saben fuera de contexto, que no de realidad que es donde la película es más hábil y en consecuencia consigue mejores resultados.

La premisa, sencillísima, es la de un chico (Tomás) que es enviado de Veracruz a la Ciudad de México pues su madre simplemente no puede controlarlo. En la Ciudad vive su hermano (Sombra) junto con un colega de la universidad (Santos). La universidad se encuentra en huelga forzando a los dos amigos a encerrarse en su departamento por días. Al llegar Tomás la débil balanza del departamento (sin luz, sucio, al borde de algo) se rompe y ese primer encierro se abre para dar paso a una especie de road movie que incluye a estos tres y eventualmente a Ana -una líder estudiantil muy activa en la huelga- como una especie de Anna Karina… demasiado voluntariamente.

Ahí está uno de los primeros inconvenientes de la película que, sin desmerecer ninguno de sus muchos logros (el mensaje se entrega, es divertida, a veces fresca, bien actuada, con reflexiones tan actuales como necesarias, con un montaje vertiginoso) pelea demasiado abiertamente por colarse a otra jaula, las de las películas mal llamadas de arte, filmadas en blanco y negro, de sentencias inconclusa que, precisamente, invitan a que uno termine según el gusto o el estado de ánimo.

¿Ello desmerece a Güeros? No. Cierta confusión y amor por un cine sencillo pero de formas apacibles está presente en la generación a la que la película apela como público, aquella que estudió en los años 90 (yo incluido) y marcada entre lo combativo y lo contemplativo de las huelgas que transformaron a la UNAM en esa década. Incluso su formato nos predispone a los encuadres amabilísimos que marcarán la ruta de este grupo de universitarios llenos de nada qué hacer. Desde ahí la película está ubicada donde debe, con el altavoz en la mano para hablarnos y entregar un mensaje de cierto compromiso social… o para dejarnos contemplar sus planos y sus ángulos.

Más detalles. En el momento en que los tres chicos deben abandonar su primera jaula para verse obligados a pasar todo un día con su noche fuera del departamento donde viven, entran a su destartalado auto que se convierte en una nueva jaula que a su vez recorre la jaula mayor que es la Ciudad de México; en ella se encuentra la Ciudad Universitaria (un apartado especial igualmente encerrado) a la que llegarán eventualmente. En esos puntos de quiebre aparecen dos detalles que nos botan de la ficción y que nos empapan de la realidad del rodaje: primero y en una carrera alocada (de hecho pareciera que Sombra se ha vuelto loco sin razón), un micrófono con todo y cable sale volando del cinturón de uno de los actores, es recogido del suelo y sin el menor recato acomodado para seguir corriendo; el segundo es la entrada a Ciudad Universitaria en la que un no actor con un diálogo brillantísimo acomoda todo para hablar del guión de la película que se filma en ese momento con él y declararla aburrida e irreal: entra la claqueta y regresamos a la ficción.

¿Ello desmerece a Güeros? Tampoco. Pero esos virajes a la Nouvelle Vague, esas risas fuera de cuadro no tienen todavía la fortaleza de aquel primer Godard (y en quien la película busca refugio de manera insistente), pionero y artista mayor en este tipo de malabares refrescantes.

Lo que sí hay que exigir a Alonso Ruizpalacios (director y coguionista con Gibrán Portela) es entonces un compromiso mayor, una demanda más evidente al espectador, cierta incomodidad que nos haga ver si su divertidísima narración quiere que con estos volantazos reflexionemos sobre nuestra realidad (de hecho presenta pros y contras tanto del mundo aburguesado de la Ciudad de México como de las Huelgas Universitarias). Puesta así surge la sospecha de que no existe la sustancia necesaria y que por ello el leitmotiv psicológico en forma de tigre que persigue a Sombra se mezcla muchas veces con el de Tomás (que busca a un rockero mexicano olvidado por la historia) y termina por desaparecer en esos momentos que unos verán como refrescantes y otros como frívolos mini capítulos de esta película inteligentemente filmada también a partir de capítulos prácticamente independientes. ¿Dónde quedó “el tigre”? ¿Para qué sirvió? ¿Cómo desapareció?

En esta historia lo suficientemente ingenua para encantar a la gente pero lo suficientemente brillante como para tenernos hablando de ella (que es en realidad de lo que se trata) el mayor acierto es entonces la proyección de un tema igualmente generacional y que la hermana con otras películas mexicanas de maneras que en el futuro resularán ilustradoras.

En la búsqueda de aquel viejo rockero de parte de Tomás y tratándose del origen sobre una familia sin padre, Güeros aporta mucho a los micro universos que ya hemos visto en el cine mexicano, desde grandes producciones hasta logros independientes: la ausencia o desaparición de una cabeza “tradicional”, de un padre guía que equilibre de otra forma a (en este caso) un road movie de encierros dentro de encierros y que aquí provoca que Tomás (desde sus ojos descubrimos a una fantasmal y onírica Ciudad de México también en alusión firme a Los caifanes) vaya en busca de su músico favorito, sustituto emocional de su mundo sin figura paterna.

¿De qué México hablan esta y otras tantas películas? Ese es otro tema. De entrada, Güeros se perfila como una de las mejores del año, con todo y sus bemoles.

Güeros
(México, 2014)
Dirige: Alonso Ruiz Palacios
Actúan: Tenoch Huerta, Sebastián Aguirre, Ilse Salas, Leonardo Ortizgris
Guión: Alonso Ruiz Palacios, Gibrán Portela
Fotografía: Damián García
Duración: 102 min.

Comments (2)

  1. Película insustancial, pretenciosa, lánguida, simplona. Yo no la recomendaría, el Ariel se lo robó, éste era más para las Oscuras Primaveras.

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  2. La película es terrible, el guión malo e improvisado, con mas huecos en la historia que una jerga vieja, con “chistesines” y una enorme estupidez, la ciudad que muestran no es mas que improvisación de locaciones guarras, incongruente…falta de respeto a la gente que estuvo en la huelga…vamos un mamarracho…a ver muestra de una secuencia: la chica se sale del campamento en la UNAM…pasa a un súper K, defienden al vendedor de unos punketos, pasean por el centro y caen en una terraza pija llena de gente fresa que conoce a la chava, los tres inútiles pasmaditos de sus cuates(sombra, el hermanito y el amigo) se resienten por estar fuera de lugar y se acaban los 4 tirando a la ¿fuente? Ufff!!! Y toda la escena de cuando por fin encuentran al Epigmenio…coñazo e inverosímil todo.

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