Sangre de mi sangre (Musarañas), crítica. Película de la semana.

1

Musarañas
Sangre de mi sangre
Por Erick Estrada
Cinegarage

El “Yo confieso”. La España ultraconservadora que se alimenta de secretos y la nueva generación cerca del rompimiento que le iba a dar a ese país un respiro, aires de apertura después de haber vivido encerrada en un apartamento que parecía bien puesto pero en el que abundaban los cadáveres detrás de la puerta.

La opresión amorosa, el Cristo debajo de la cama –como la peor de las pesadillas- y el “hombre tentación” -que se le ha aparecido como un resucitado a las dos hermanas que resignadamente habitan dentro de esas paredes pintadas de sangre que pretenden sea invisible- que está ahora y de manera casi irremediable, sobre la cama.

Y ellas en medio.

Pocas veces el cine de horror y menos aún el del horror psicológico, sirve tan directamente para cuestionar momentos políticamente complicados en la historia de un país. Musarañas (espantosa e injustificadamente rebautizada en México como Sangre de mi sangre) lo logra con dos golpes de cincel.

Primero, acomoda el tema sexual entre las dos hermanas; una tremendamente reprimida por un pasado fantasmagórico y pesadillesco que aunque no queramos iremos descubriendo a lo largo de la narración; la otra que se abre apenas y poco a poco los impulsos no sólo naturales sino necesarios del sexo y la experimentación sensual y sexual. Juntas, encerradas en su apartamento, muy pronto se convierten en la figura de esa España que se le iría de las manos al dictador, otro fantasma detrás de las paredes, un país que buscaba libertades mientras seguía los dictámenes formulaicos de la confesión y la opresión católica, figura a su vez de la mano dura irracional y sin fundamentos de un dictador como cualquiera: débil de personalidad y tremendamente paranoico.

En ese primer trancazo las referencias a la Repulsión (Reino Unido, 1965) de Polanski llegan de manera casi natural, enfrentando a la belleza con el horror del encierro, a la luz de rostros sensuales y cálidos con fantasmas que se desbordan desde cada esquina de ese edificio del cual no se puede salir no por razones buñuelianas estilo El ángel exterminador (México, 1962), sino por, y aquí es donde la metáfora se refuerza, impedimentos propios, por falta de voluntad.

Después, en esta historia de sangre que borbotea y hierve en violencias que parecen menores pero que encierran pasiones, está la cámara de Ángel Amorós, que acecha o nos hace pensar que acechamos; el castigo a la figura masculina no necesariamente machista pero que sirve para hablar también del sistema de falo dominante en que España tenía sus pesadillas en el último tercio del siglo XX.

En ese castigo, el “hombre tentación” debe arrastrarse para salvar(se) con su amada por caminos de sangre (hablo aquí también de manera literal) previamente dibujados y utilizados.

Surgen de nuevo en la historia los elementos con los que Juanfer Andrés y Esteban Roel ya habían dejado claro su primer impacto: la biblia aleccionadora que es para ellas un libro de historias de terror y para el “hombre tentación” (ese que es castigado) un montón de papel inútil y que se transforma en este cuento negro provocador de estremecimientos nada mundanos, casi en un instructivo para un país machista y violador (en muchos sentidos) que era España y que son todavía muchos países y muchos individuos.

Y ahí, en el choque de ideas, en la estructura que se derrumba ante el fin de un sistema que había mantenido todo “bajo control” (la hermana mayor que vigila y controla a la menor), llega la otra refencia, más cercana aún al horror psicológico, la irrebatible Miseria (EUA, 1990) de Rob Reiner, historia de controles y controladores y también sobre la pérdida de control de esos controladores. Por eso es que ese “hombre tentación” es cosido a la cama en un acto que magnifica todavía más la figura de ese medio de placer y de descanso, de rezos y de sueños húmedos (el Cristo debajo de ella, el “hombre tentación” sobre ella). Es la acción buñueliana (ahora sí) de Él (México, 1953) asalvajada, enferma desde el punto de vista de la dominatrix.

El horror aquí no perdona a nadie y surge -ese es el gran mérito de la película- de las peores pesadillas de una España que todavía no se halla a sí misma… viene de esas pesadillas, no las provoca; viene de ellas para mostrarnos su más brutal carta de presentación.

¿Cuántos muertos quedan detrás de esas paredes blancas?

Musarañas
(España, 2014)
Dirigen: Juanfer Andrés, Esteban Roel
Actúan: Luis Tosar, Carolina Bang, Hugo Silva, Macarena Gómez
Guión: Juanfer Andrés, Sofía Cuenca
Fotografía: Ángel Amorós
Duración: 95 min.

Comment (1)

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *