Selma, crítica. Película de la semana

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Selma
Muchos temas pendientes
Por Erick Estrada
Cinegarage

Revisar Selma, recordar a Martin Luther King Jr., ubicar el contexto actual a partir de hechos que buscaban mejorar su futuro, nuestro presente, resulta iluminador: hay muchos temas pendientes.

Probablemente por ello es que se dice (y al verla se comprueba) es una de las grandes ignoradas en las nominaciones y en consecuencia en la entrega de los premios Oscar.

Cinematográficamente hablando la película tiene fuerza e incluso rigor, un tiempo medianamente disminuido que nos mete mucho en el espíritu de esa otra época en que se dersarrollan los hechos que narra: la batalla de Martin Luther King Jr. por conseguir que el derecho al voto de los afroamericanos se hiciera efectivo, lucha concentrada en manifestaciones de afroamericanos, prohibidas en esos años. Los sesenta en Estados Unidos fueron tiempos complejos. Previo al estallido de la famosa primavera del amor se vivió una especie de tiempo muerto en el que se asesinó a JFK, se trazó el camino que llevaría al hombre a la Luna, se marcaron las grietas de un sistema social conservador y opuesto al cambio, todo antes de la llegada del color, de la psicodelia y de los nuevos modelos. Ese es el tiempo de Selma, su ritmo, su olor, el de cosas que esperan y que ya no caben en el armario, el de un cambio que asomará en cualquier momento pero también el de la tragedia que puede llegar detrás de él.

Para ello están los planos pasivos de Ava Duvernay y Bradford Young, ella directora de buen pulso, él un documentalista que de repente se acerca a esta ficción de hechos históricos. Para conseguir ese efecto de época más allá de las ropas y los acentos, está después un montaje de tomas casi imperceptiblemente más largas, como esperando que el tiempo real se filtre entre diálogos que o bien están registrados y reproducidos casi con exactitud o son las palabras grabadas por el FBI, que investigaba a Luther King Jr. y mantenía de él todo tipo de registros.

En el aspecto social, sin embargo, es donde probablemente la película tenga su mayor aportación. Sin extravagancias ni ceños fruncidos, sin sentimentalismos baratos o abaratamiento de sentimientos, surgen de nuevo el juego sucio al que ese FBI paranoico -el de un J. Edgar Hoover en vida- sometió a Luther King Jr., y a su familia, un caso que incluso ahora ha renacido pues a través de ese segumiento y en medio de una indescriptible frontera entre lo que puede y debe ser privado en nuestras vidas, salieron a la luz infidelidades del pastor, pecados humanos perdonables para unos, fuera de toda redención para otros.

El remate, sin embargo, es lo triste que resulta que simplemente cambiando el nombre del “problema”, lo planteado y desarrollado en la película resulte actual y vivo, es decir, ni el tema de la segregación y el racismo están resuletos (de otra manera esta película no se habría filmado), ni los derechos civiles o de manifestación están plenamente aceptados, comenzando por los gobiernos del llamado “mundo emergente”.

Desde la famosa primavera árabe y caminando al pasado hasta las manifestaciones que piden un cambio de rumbo en España y Grecia, hasta los reclamos en México sobre casos y cosas que simplemente no deberían ocurrir (Ayotzinapa, bancos a los que se les perdona el pago de impuestos, gobernantes corruptos) pueden y caben en las reflexiones que Martin Luther King Jr. hizo a través de sus discursos, varios esculpidos de nuevo en Selma. Basta sólo con cambiar el nombre del caso; las reflexiones sencillas pero profundas de un revolucionario ganador del Premio Nóbel de la Paz hablan de los problemas actuales, de las situaciones actuales, que, tras ese cristal parecen ser peores ahora que en el pasado, ese del acecho del cambio.

Revisando Selma y conociendo el poder oculto de la película, el alcance de los discursos del pastor (infinito frente a lo llano de las palabras de los políticos mexicanos, por ejemplo), la reflexión alrededor de temas pendientes, económicos y sociales, quizá tampoco resulte tan extraño que la película haya sido ignorada para nombrarla en las nominadas al Oscar, que acoge a una industria y a un público al que le molesta sobremanera ser incomodado. Y es que hablando de temas pendientes, de cómo se hacen las cosas ahora, de cuánto ha cambiado el mundo para mal, Selma es tremendamente incómoda.

Tampoco nos asombremos que la cinta pase desapercibida para gran parte del público de México, un país con un racismo recalcitrante, con un clasismo retrógado e indefendible y con, a veces, un mecanismo de confort en el que muchos se refugian para no reclamar lo que no les aporte un beneficio directo e inmediato.

Quien sí se decida a ver la película encontrará buen material para ejercitar su grusto cinematográfico y, sobre todo, para amasar de nuevo posturas sociales e incluso políticas, todo envuelto en una película entretenida y profunda a la vez.

Selma
(Reino Unido-EUA, 2014)
Dirige: Ava Duvernay
Actúan: David Oyelowo, Carmen Ejogo, Tom Wilkinson, Tim Roth
Guión: Paul Webb
Fotografía: Bradford Young
Duración: 128 min.

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