RMFF 2014-02

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RMFF 2014-02
Vuelve la psicodelia
Por Erick Estrada
Cinegarage

Ahora sí, sin con el público que se ve estará en el festival todos los días pudo medirse de manera más real la respuesta y la aceptación de lo que nos ofrece este año y, la verdad, el resumen de esta segunda jornada fue satisfactorio.

A Promise es la propuesta del Patrice Leconte preocupado por las relaciones amorosas. Su filmografía puede entenderse de muchas maneras y leerse desde distintas perspectivas, pero de vez en cuando, y de manera notoria, vuelve a la disertación alrededor de amores casi siempre conflictivos.

Aquí se acerca a uno que nació casi con el siglo XX y que tarda quizá demasiadas circunstancias en ver su propio florecimiento. Un joven diestro en aceros y minas es contratado por un famoso empresario quien más temprano que tarde (una de las cojeras de la película) lo convierte en su protegido. Por supuesto, en cuanto este joven y talentoso hombre cruza miradas con la esposa de su benefactor uno sabe que el lado romántico de la narración será el dominante.

Por supuesto, frente a ello no hay ninguna reacción contraria. Muchas historias de amor han ocupado buen tiempo en pantallas de manera extraordinaria y A Promise, por lo menos en su primera mitad, se columpiaba entre una especie de thriller romántico y un romance engañosamente oscurecido: el famoso benefactor (junto con su esposa) parecían querer enredar a su protegido en una especie de trama macabra con trampa de romance. La idea surge, curiosamente, de la cámara casi nerviosa de Leconte que reacciona y manifiesta sobresaltos que mañosamente marcan acento en pensamientos de los personajes que sugieren más una trampa que el nacimiento de una historia de amor.

El engaño parece evidente, pero las motivaciones de los personajes de Leconte quedan siempre en el lado fantasmal. Ello nos prepara para un final mucho más oscuro del que concluye la narración y, sobre todo, que parece dibujar un esquema o más pasional o, con un viraje violento pero posible, mucho más violento.

El resultado es todo lo contrario y, aunque existe un público que aprecia mucho más estas narraciones de pasiones contenidas que el amargado que escribe ahora, suena muy aparte del planteamiento de la historia, más tenebroso, más conspiracional, mucho más del lado de la pasión que de la razón que dictatorialmente regía la vida de las personas de esa época,

Encima, la obviedad del discurso visual de Leconte, el descuido que lo lleva a caer en lugares comunes -como la despedida con el tren en marcha y la casa donde lo prohibido se gestó, hundida en la niebla sugiriendo memorias casi eliminadas-, hacen de la última parte de la película un mapa de amores en la oscuridad que, sin embargo, ni terminan por explotar ni están en realidad en tenebras.

¿Alegrará los corazones de los seres vivos (al contrario de quien esto escribe)? Sin duda, y ahí es probablemente donde apuntó Leconte. Si ese es el caso, estén seguros que dará en el blanco.

Luego fue el turno de Seduced and Abandoned, un estupendo documental en el que el director James Toback se hace acompañar de Alec Baldwin para, fingiendo buscar financiación para una película, rodar un documental sobre la manera en que el cine es diseñado ahora (más por aquellos que depositan los pagos que por los que traen las historias en el corazón), sobre la verdadera pasión por el cine (dos comentarios de Scorsese sumados a un par de Francis Ford Coppola y Roman Polanski echan por tierra lo que los inversionistas opinan del cine), sobre el cine dentro del cine (que, desgraciadamemente es la parte menos luminosa de la cinta con un toque involuntario de pesimismo) y, quizá la parte más divertida, sobre aquello en lo que se ha convertido en Festival Internacional de Cine de Cannes: una especie de celebración bipolar en el que las películas gigantescas “protegen” a las pequeñas y en el que actores “banqueables” iluminan indirectamente a las promesas.

Es probablemente un documental mucho más sugerente que inquisidor, pero precisamente ahí es donde se encuentra el toque fresco y, sobre todo, la comedia que hace ver lo absurdo de la gran máquina de películas enfrentada a la muy golpeada sociedad del cine.

En Seduced and Abandoned chocan con cierto cinismo de parte de Toback y de Baldwin, el aspecto artístico y humanamente demandante del cine (encuentran en El último tango en París la inspiración para emprender su búsqueda de dinero) y el lado ultra mercantilista que lo domina ahora; en pocas palabras y como se dice ahí mismo, la bendita imperfección del cine: evoca sueños, cuenta historias, cambia y transforma vidas, es un arte… pero también es una industria.

Se aplaude que en esa sutileza y en esa casi ambigüedad, Toback se tome todas las libertades posibles y, enriqueciendo un montaje que nos demanda estar presentes en la narración en todo momento, subraye al final el amor a la vida de quienes hacen cine (Coppola, Scorsese, Ryan Gosling, James Caan), frente a la amargura y visión corta de quienes lo venden, productores avariciosos, inversionistas y planeadores de finanzas. La distancia entre la simplificación de un arte como la que propone Polanski, o entre la salvación del autor que puede llegar a través de nuevas tecnologías como lo señala Scorsese, queda enfrentada (y triunfante según el montaje de la película) a la poca voluntad de inversores que poco saben de la pasión de contar una historia, a diferencia de la gigantesca experiencia que poseen para fabricar una que genere ganancias monstruosas. La franquicia frente a la vieja estrella de cine. La pasión contra la financiación.

El documental deja clara su postura depositando la reflexión sobre lo que haría uno dentro de esas circunstancias.

La tercera proyección del día fue la de la triunfadora en el FICUNAM, Navajazo, una experimentación radical que trafica reacciones encontradas y que tendrá mayores comentarios en el futuro.

El espacio quizá sea oportuno entregarlo a la psicodélica propuesta de Ben Weathley y su película A Field in England, una especie de fábula psicotrópica malhumorada pero efervescente, cuento negro de alcances lisérgicos entre la ciencia ficción y la superstición, que cuenta en su arranque con un aviso: “Precaución. Esta película cuenta con flashes y luces estroboscópicas”.

Hay algo de maligno y aterrador en esta fábula que cuenta cómo cuatro desertores de los enfrentamientos en la Guerra Civil Inglesa del siglo XVII se encuentran con un alquimista que los “embruja” para forzarlos a buscar un tesoro para él.

El manejo tanto de la imagen como del audio es, paradójicamente, de una lucidez sobrecogedora al momento de mimetizar los diálogos que son enteramente metafóricos, a la literalidad de la imagen para desarrollar un mantra hipnotizante que, efectivamente, inyecta de ácido lisérgico una simplísima anécdota, casi ingenua. El resultado son momentos prodigiosos en la creación de atmósferas embrujadas, en la reunión de runas húmedas de ácidos gástricos y lo terroso de la búsqueda de un tesoro inalcanzable.

Más cerca de los viajes de drogas elegantes como la música de los Chemical Brothers…

Más metida a la música negramente matemática de Nine Inch Nails…

A Field in England es un estupendo viaje astral entre las pesadillas de Sergei Eisenstein (el montaje es surrealistamente preciso) y la mejor tradución de las imágenes y espíritus del Jodorowsky más inspirado al siglo XXI (es inevitable pensar en El topo en la última parte de esta fiesta electrofabulesca).

 

El cierre parecía insuperable pero afortunadamente no fue así. Se presentaba Los Hámsters, ópera prima y tesis del CCC del director de Tijuana Gilberto González Pernilla, un recorrido de un día en lo que podríamos llamar la “familia Inconformidad”, un conjunto de seres humanos a quienes casi involuntariamente les ha tocado en suerte convivir como padre, madre, hija e hijo: la familia nuclear tradicional bajo el ojo inspector de un chico entusiasta con gran idea de la narración.

En ese recorrido de una jornada laboral en el que cada individuo dice hacer sus rutina (aunque es evidente que todos mienten y se auto engañan), González Pernilla disecta a sus propios personajes pero a través de ellos y en un discurso que se desvela poco a poco, también analiza con humorística crueldad (que no humor negro ni acidez como se señaló por ahí), mucho del ser nacional que entorpece alcances profundos en la evolución de la sociedad mexicana.

Es decir, con pequeñas anécdotas y una narración casi elemental, directa y con muchísima idea, en el enfrentamiento de estos personajes que se mienten a sí mismos y en consecuencia mienten a quien tienen enfrente (a sus familiares), González Pernilla saca a flote vicios y perezas de la sociedad mexicana en un país que debió haberlas cambiado y corregido hace mucho.

Una familia rota, incomunicada hacia adentro, con personajes enfermizamente ensimismados, sirve para adentrarnos en una comedia agridulce, casi absurda y que es al mismo tiempo enteramente realista.

La falta de poder, la crisis social que este país padece, un país sin rumbo ejemplificado de nuevo en una familia donde el padre es casi un descerebrado mentiroso y sin poder, todo auxiliado por un soundtrack descriptivo pero imaginativo, dibujan la crisis social que muchos en este país se empeñan en negar.

Todo, afortunadamente, queda encerrado en una comedia muy punzante en el que las verdades se ocultan incluso cuando son dichas y, mejor aún, se convierten en mentiras trsitemente prodigiosas en pos de una película que no se toma en serio nada de nada, una de sus mejores cualidades.

Estupendo día en el Riviera Maya Film Festival.

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