RMFF 2014-01

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RMFF 2014-01
La inauguración
Por Erick Estrada
Cinegarage

Fue cosa de llegar al Teatro Cancún y darse cuenta que el Riviera Maya Film Festival ahora sí es otra cosa. Las filas largas y pacientes para entrar anoche al Teatro de Cancún, los comentarios sobre las películas que se quieren ver (antes que los artistas que se quiere conocer), la relativa puntualidad con que dio inicio la ceremonia de inauguración, el trato al público y su comportamiento, son prueba de que en Playa del Carmen y Cancún ya esperan la temporada para tomarse una semana viendo cine (este festival es completamente gratuito) y para acercarse a películas que la cartelera comercial niega por default ante su aproximación casi completa a las grandes producciones.

Este año el Riviera Maya Film Festival acoge nada menos que a 11 películas mexicanas en su competencia Panorama Mexicano, algo que no deja de ser significativo ante el endurecimiento de selección de películas mexicanas en el Festival de Cine de Morelia (las películas inscritas a ese festival deben ser completamente inéditas, nunca proyectadas en ningún otro festival mexicano… cosa que aplaudimos) y frente a la autojustificada (pero inexplicable) desaparición de la competencia mexicana en el pálido Festival Internacional de Cine en Guadalajara.

Festivales como el de la Riviera Maya (y en su momento el de Los Cabos) serán directa o indirectamente beneficiados con aquellas medidas. Aquellos realizadores que quieran apostar el todo por el todo (unos triunfarán y otros saldrán descalabrados) quemarán las naves en las orillas de Morelia. Quienes apuesten a otras miradas seguramente voltearán a estos dos extremos de la República Mexicana antes que al festival de Guadalajara que, para mayores daños, había ya bajado (y mucho) su nivel de exigencia para la entrada de películas mexicanas.

Cierto, varias de las películas mexicanas que compiten en el Riviera Maya se han visto ya en otros festivales. Cumbres (de Gabriel Nuncio), La vida después (de David Pablos), Manto Acuífero (de Michael Rowe), Somos Mari Pepa (de Samuel Kishi Leopo) y Navajazo (de Ricardo Silva) han sido probadas ya por otros públicos, pero recordemos también que ante las distancias que tiene que recorrese en este país para llegar de una punta a la otra, el hecho de acercar a la gente del Caribe Mexicano lo que en el centro se ha visto ya es algo quye resulta más que obvio, necesario.

Panorama Mexicano es en este 2014 una muestra más que una competencia real (especialmente si la comparamos con la espectacular Selección Mexicana de Morelia el año pasado). Su nivel es algo iregular, heredado de la decisión de no hacer diferencia entre géneros (compiten por igual ficciones que documentales… otra medida que aplaudimos), pero también como muestra de ese primer ajuste ante los movimientos de los otros festivales. Conforme las aguas se asienten, Paula Chaurand (directora del festival) y sus programadores podrán reacomodar todo y afinar más la selección. Aumentar algunas exigencias creo que siempre será bien visto por quienes sean seleccionados y bien apreciado por el público mexicano que poco a poco (aunque de manera errática) se acerca de nuevo a su cine.

El resto de la programación simplemente da para lo que ya se platicó el año pasado: un magnífico pretexto para tomarse una semana al lado del mar a finales del invierno para ver el cine que no nos dejan ver. Se aprecia y agradece la entrada de películas de Lars Von Trier, Steven Knight, Andrezj Wajda, Brillante Mendoza, Bruce LaBruce (les dijimos que aquí hay de todo), Johnnie To, Spike Lee, Patrice Leconte, Ben Weathley, Takashi Miike, Sion Sono, Jonathan Glazer, Bill Plympton y Alexandros Avranas.

¿La inauguración? Algunas pifias de parte de los representantes del gobierno local que no alcanzan a comprender los alcances de un Festival de Cine para sus gobernados, la calidad que le inyecta a la vida cultural de la ciudad y sobre todo al ocio de sus habitantes, y que tampoco conocen (o quisieron conocer) lo que la gente verá en estos 7 días en Playa del Carmen.

La película escogida para la apertura quizá no reflejó el espíritu festivo que debe tener una proyección, pero sí dio la oportunidad de repensar las apuestas de esa primera función. ¿Debe ser complaciente, ligera o se puede ir por más?

A juzgar por la elección de Night Moves de Kelly Reichardt, quisieron llegar a más.

En medio de ambientes grises y húmedos, de los bosques cerrados y fantasmales del noroeste de los Estados Unidos, Kelly Reichardt arma con pasos muy pausados una narración tan fragmentada que resulta intrigante más que emocionante a pesar de su anécdota: un grupo de posibles radicales decide frente a nosotros, y sin mencionarlo jamás, atentar violentamente contra una de las presas cercanas. Aclaro, nada de lo dicho hasta ahora está en tono de queja pues probablemente sea esa fragmentación, esa especie de falta de datos lo que le da el tono necesario a la narración.

La sensación de desasosiego está más en el interior de los personajes que en la descripción visual de los mismos. Reichardt opta por dosificar malévolamente las ideas de este trío de casi terroristas a través de sus acciones cotidianas, de desvelar casi sin querer tics, miradas, que inyectan a ese plan que se cuece frente a nosotros la violencia que visualmente negará la cámara, que se enreda para bien en los vapores y los humos de esos poblados mitad montaña mitad infierno chico.

No es una narración minimalista. Es más bien una descripción interiorista que, conforme descubrimos que incluso ese atentado tampoco es la meta de la película de Reichardt, vamos enfocándola al ser humano en general, una especie de psique universal partida en las tres personalidades que aquí elaboran un plan violento y del cual no alcanzan a ver nunca sus consecuencias: Jesse Eisenberg (nuestro eterno punto de vista), Dakota Fanning (el punto donde la cadena se dobla para dar fuerza o para romperse) y Peter Sarsgaard (presente en la función) suman primero sus pequeñas fortalezas para llevar a cabo el atentado contra la presa, pero después también amontonan sus grandes debilidades para que la película, en la segunda mitad, adquiera tonos más oscuros e incluso decadentes.

Reichardt apuesta por una narración tranquila en el montaje pero exigente de quien la ve para descifar lo que se ve, pausada en su ritmo pero algo tiránica al negar datos que acelerarían incluso la conclusión, dura y desesperanzada.

Repito. Probablemente no se trataba de la  mejor selección para inaugurar un festejo pre primaveral en el cine, pero siempre estaré a favor de que al público, sea donde sea, se le exija más.

Mucha suerte al Riviera Maya Film Festival.

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