Don Jon, crítica

Don Jon
Don Juan en los infiernos
Por Erick Estrada
Cinegarage

Don Juan nunca imaginaría a una Doña Inés que se decidiera a tomar las riendas. Ello sería el equivalente a perder el control, a someter la virilidad a un deseo casi infantil. Mejor bajar a los infiernos que dejarse llevar por los deseos de una mujer.

Pues bien, ahí arranca Don Jon, un ejercitador del ego y del one night stand que se nota encaprichado con la única chica que decidió por él: esta noche no, será cuando yo diga.

En su reconfortante y nada pretencioso primer guión (dirigido por él mismo), Joseph Gordon-Levitt recorre el camino que ahí inicia de la mano de su personaje. Es él mismo quien interpreta a este hombre hundido en circulos viciosos que él piensa son virtuosos, que le hacen creer que él lleva el volante de un poderoso carro de poder.

En ese carro van reflejadas las únicas cosas que le dan seguridad: su familia, incolumne y tradicional; su religión, la válvula de escape y la manera que tiene de darle un sentido inexistente a sus desvaríos de una noche; su físico, el pequeńo falso templo en el que desahoga la energía ante el sexo hueco que practica casi como adicción. Y sin embargo, su adicción está en otro lado. Jon es adicto a la pornografía como vehículo de desahogo unidireccional, fantasioso y egocéntrico. En esa adicción a la pornografía revela, de repente, una fobia a la realidad.

Nada contra la pornografía. Gordon-Levitt tiene el gran acierto de centrarse en la adicción y no en la droga pues lo que le interesa es la transformación de su personaje.

Y así, en círculos visuales que nos hablan del inseguro y adicto Jon, en mecánicas repeticiones de confesión católica que a veces nos llevan a las secuencias de droga en Trainspotting (Reino Unido, 1996) y Réquiem por un sueño (EUA, 2000) pero que aquí juegan con la falsa expiación de un personaje condenado a sí mismo; usando inteligentemente los instrumentos de la comedia ácida (algo de incorrección, repetición de gestos y maneras, algunos elementos sorpresa que a veces rompen los ciclos mencionados, una estupenda Brie Larson casi muda); jugando con la imagen de una de las personas más deseadas del mundo (Scarlett Johansson ejecutando con gracia un papel escrito para ella) para referirse mejor que otros que lo hacen de manera obvia y poco graciosa a los universos vacíos de la burguesía contemporánea; manteniendo el tamaño de su narración, pequeña y sin grandilocuencias; jugando como en la también incorrecta Malas enseñanzas (EUA, 2011) con la idea del polvo sin quitarse la ropa –o del faje “extremo”- (¿qué tan real es el sexo de este hombre que se cree dios?), Joseph Gordon Levitt lleva a su personaje a una transformación tan sorpresiva como cálida, tan libertaria y contemporánea que el final aparece como una implosión.

La conclusión llega de la misma manera como se van sus personajes: sin resentimientos, con la lección aprendida pero nunca sentenciada. Hoy que se habla tanto de las masculinidades y de la transformación del sistema patriarcal, llega una comedia ligerísima pero no por ello menos profunda, sexy sin evidenciar fluidos ni secreciones, abierta sin ser vulgar y tan efectiva como el motor reconstruido de un carro de poder.

Gran guión, buena ejecución, gran momento. Gran Don Juan rescatado de los infiernos.

Un atrevido Don Juan
(Don Jon, EUA, 2013)
Dirige: Joseph Gordon-Levitt
Actúan: Joseph Gordon-Levitt, Scarlett Johansson, Julianne Moore, Tony Danza
Guión: Joseph Gordon-Levitt
Fotografía: Thomas Kloss
Duración: 90 min.