Festival de Cine de Morelia 2013-1

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Festival de Cine de Morelia 2013-1
Bienvenidos
Por Erick Estrada (enviado)
Cinegarage

Después de las bromas pesadas (unas del destino, otras de “medios” y “periodistas” que bombardean sin finalidad anarquista las conferencias de prensa) Alfonso Cuarón habló de nuevo con la prensa mexicana e internacional poco antes de que su película más reciente, Gravedad, fuera proyectada para dar inicio al 11o Festival Internacional de Cine de Morelia. El ambiente, aunque suene redundante, era festivo y con razón.

Proyectar Gravedad en la inauguración del FICM representa muchas cosas tanto para la película como para el Festival. Por un lado le regresa a Gravedad un enfoque que en medio de los números y los resultados en taquilla, hemos perdido en el horizonte. No queremos usar el término -ya tan deslavado- “cine de arte” y es curioso que el propio Cuarón haya dicho eso en la conferencia de prensa: el arte (o lo bien hecho preferimos decir aquí) y la diversión no tienen por qué estar peleados y Gravedad, entre muchas otras cualidades, hará que esas masas que estaban escapando de un cine de evasión disfrazado de entretenimiento, y del otro cine, lleno de petulancia y disfrazado de arte, regresen a las salas. “El cine es cine” dijo Cuarón cuando se le cuestionó sobre la diferencia entre el arte y el entretenimiento y la primera noche del Festival ganará de ese enfoque.

La conferencia lo deja claro: tenemos ahora la película de un director que sabe que lo que cuenta sólo era posible hacerlo en el cine y, mejor aún, la mejor experiencia de lo que cuenta es posible solamente en el cine de nuestros días… y hablamos del hardware, de las salas en las que se proyecta hoy. Gravedad podrá ser futurista en la tecnología que desarrolló para hacerse realidad (interpretaciones metafísicas aparte) pero es tremendamente actual desde el punto de vista de su experiencia: hay que verla ahora en los cines de ahora. Explicarlo sería echar a perder esa experiencia.

“La cinta trata sobre el impulso de vida” dijo también Cuarón al hablar con la prensa y ese es el remate para aplaudir su elección como la primera película que se verá en este festejo cinematográfico. El desarrollo de la anécdota de Gravedad dejará los ojos (y algunas bocas) abiertos para que todo lo que se avecina entre de la mejor manera posible: como cine, no como cine de arte o cine de entretenimiento, sino como cine.

Estamos listos ya. Felicitamos de nuevo a Daniela Michel, Directora del Festival, a Alejandro Ramírez, Presidente del Festival y a Cuauhtémoc Cárdenas Batel, Vicepresidente, por una edición más del festival de cine más importante de Latinoamérica. Gracias a todos los encargados de los medios y los invitados, especialmente a Rossana Barro y Rosario Toledo. Mucha suerte al departamento de programación, los ojos estarán a partir de ahora en su trabajo.

Mientras el Festival Internacional de Cine de Morelia sigue su marcha, nosotros les dejamos la crítica a la película inaugural, Gravedad.

Gravedad
El fantasmal plano secuencia
Por Erick Estrada
Cinegarage

El plano secuencia tiene la capacidad de volverse fantasmal, de elaborar espacios y acomodarnos entre personajes como ninguna otra herramienta del lenguaje cinematográfico. Es a través de su hipnosis que nos sentimos atraídos hacia la pantalla. Sin cortes, la “realidad real” se hace más presente. El plano secuencia entendido y manipulado con conocimiento provoca una ensoñación inigualable.

En Gravedad el planeta Tierra abre la película. Un monumental stablishing shot que de repente y sin aviso se llena de silencio después de una obertura que en su instrumentación sonaba casi a escándalo. Otro choque: nos damos cuenta que ese stablishing shot es metafórico pues lo que se nos va a contar está fuera de ese globo y está dentro del espacio exterior.

Seguimos explorando en plano secuencia. La cámara no regala un solo corte pero el montaje interno elabora una secuencia violentísima a nivel visual: el close up se transforma en un big long shot apabullante; se cruza un medium shot que marca la angustia de dos astronautas enfrentados a la peor de las catástrofes imaginables: perder de vista a ese círculo azul allá abajo. Cuarón no corta, se mueve junto con los personajes en lugar de mostrarnos lo que ocurre con ellos y es entonces que nos damos cuenta de la otra mágica trampa en la que hemos caído: ese plano secuencia interminable es el registro en primera persona (porque nos movemos como sus personajes) de lo que le ocurre a dos seres humanos atrapados en la nada.

Cuarón ha rediseñado aquí, y apenas en la primera parte de su película, la narrativa del cine de acción. Acostumbrados como estamos a la impersonal y hiperkinética narración del viciado cine de acción contemporáneo, estamos ahora frente a secuencias tremendamente dinámicas y vertiginosamente montadas (planos detalles, long shots, medium shots, más detalles, planos vacíos, close ups) pero en las que el corte ha desaparecido para narrar todo en una “falsa” primera persona.

El revés es doble. Las secuencias en las que Cuarón regala un poco de tranquilidad a sus personajes regresan a la dinámica en las que los cortes se aproximan cada vez más.

Cuarón dibuja acción sin los cortes “obvios” y “naturales” del cine de este siglo y nos lleva a terrenos más pasivos con cortes que en otro contexto y con otra narración comunicarían acción y velocidad. La desorientación es total y por eso estamos en la cabeza de los personajes.

El remate: entrar de lleno al punto de vista de Ryan Stone (Sandra Bullock) con una nueva secuencia de montaje interno en la que el visor de su casco sirve como autometáfora y truco visual para hacernos acompañarla de ahí en adelante. Lo que ocurrirá será una nueva confrontación.

Al recordar la obertura que nos obsequia Cuarón golpea como flash la frase “La vida en el espacio es imposible”. ¿Qué es entonces esta nece(si)dad de dos personajes tragados por el infinito por mantenerse con vida? ¿Es esa la voluntad descrita por Nietzsche que lleva al ser vivo a mantenerse así a toda costa? ¿Se trata quizá del fin del mundo de Cuarón? Porque teniendo a la Tierra debajo se ve inasible. Viéndola está fuera de alcance. Extrañándola es imposible volver a ella.

La narración de Cuarón alcanza ahí niveles universales, destapa ideas elementales pero olvidadas: lo que importa está allá abajo.

A pesar del bello caos dibujado por Cuarón y por Emmanuel Lubezki (responsable en enorme medida de la maravilla técnica en la fotografía de Gravedad) en el que el espacio se salpica de basura, en donde los cables danzan sordamente (el diseño de audio es fundamental), en el que los rostros se encapsulan, en el que el fuego simula algas marinas. A pesar de un encuadre milimétricamente medido en el que Bullock renace acomodada en una posición fetal que transmite tanto su resignación como su fuerza. Aún cuando antes nos regalaron el close up de una lágrima, oportuno y de nuevo estupendamente montado. Aunque todo eso nos ha llevado hasta lo más profundo de la pantalla, lo que realmente importa está allá abajo, en el otro infinito.

La tragedia del silencio, el gran peso de la nada, la inexistencia del tiempo, el planeta lejano, la desgracia humana. El significado del título de la película, Gravedad, ha sido inexistente todo este tiempo y ese el el último truco de un muy inspirado Cuarón: el manifiesto que estampa en la pantalla viene compañado de ella, de gravedad.

Gravedad
(Gravity, EUA-Reino Unido, 2013)
Dirige: Alfonso Cuarón
Actúan: George Clooney, Sandra Bullock, Ed Harris, Paul Sharma
Guión: Alfonso Cuarón, Jonás Cuarón
Fotografía: Emmanuel Lubezki
Duración: 90 min.

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