Malaventura
La ostentosa revisión del tiempo
Por Erick Estrada
Cinegarage
Este comentario será tan breve y carecerá de poder de la misma manera que Malaventura es pequeña y se pasea por los patios de la insensibilidad.
Trastocando los alcances del fondo y de la forma seguimos desde un tramposo encuadre de entrada (en el que una habitación –porque adivinamos que es una habitación- se ilumina con el amanecer y la luz del radio) a un anciano en su recorrido sin brújula por el Centro Histórico de la Ciudad de México. En planos hambrientos de contenido, alargados con la idea de generar ideas (¿suena redundante?, es que la película lo es) veremos sus últimos minutos de vida sin siquiera un acento visual, un gesto de la cámara que nos diga que aquí hay una idea de verdad sustentando un discurso tan falsamente rebelde y tan predeciblemente perezoso.
¿Docu-ficción? Pretender que de una realidad retratada en los planos de una casi cámara de seguridad y en los que el discurso del cine tiene prohibida la entrada, comunicará las desventuras y nos hará pensar en la dureza de la vida de este individuo es demasiado. Ahí es donde la forma rebasa muy fácilmente a su obstáculo. Lipkes quiere que pensemos lo que no quiere contar a través de mostrarnos un mundo cotidiano que, me aventuraré, él cree corrosivo y difícil. La película es ostentosa en su uso del vacío.
Lo que vemos son las calles de todos los días en las que camina un personaje con quien es imposible identificarse, no por insensibilidad de quien la ve, sino porque el discurso visual (si podemos llamarlo así) no solamente nos los prohibe sino que está ausente.
Mucha trampa, mucho ruido, muchas ganas de que nosotros llenemos los huecos que la cámara perforó para hacernos creer que se cuenta algo o que debemos sentir algo.
Ya no estamos para esas.
Malaventura
(México, 2011)
Dirige: Michel Lipkes
Con: Isaac López, Enrique Arias, Graciela Castillo, Urbano Cruz
Guión: Fernando del Razo, Michel Lipkes
Fotografía: Gerardo Barroso
Duración: 66 min.
