Miradas múltiples, crítica. Película de la semana

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Miradas múltiples
La máquina loca
Por Erick Estrada
Cinegarage

El enamoramiento del ojo. El documental de Emilio Maillé está dedicado al enamoramiento del ojo, al placer de ver cine y sobre todo, al placer de hacer cine -verdadero, intenso, dedicado, comprometido, valiente- de parte de uno de los cinefotógrafos que ayudó a esculpir las esquinas del encuadre cinematográfico con sombras intensas, líneas plateadas y reflejos inesperados: Gabriel Figueroa.

No es gratuito que su narración indagatoria, curiosa y preguntona comience con los poderosísimos encuadres de Enamorada (México, 1946), que se cobije con los rebozos de La perla (México, 1947) y siga andando en el desierto y en las montañas que Figueroa delineó para nuestras pupilas.

Miradas múltiples es un paseo por los talentos visuales de Figueroa, pero un paseo que sabe a caminata de verano y en ella, los nombres de otros discursos se dedican a hablar de cómo ven a quien veía, un Figueroa vital y lúcido.

Hablando de don Gabriel es inevitable llegar a la celebración del paisaje como lo menciona Christopher Doyle en su esperanzada descripción del trabajo del cinefotógrafo mexicano; o a comprender la importancia de la penumbra como señala el gran Vittorio Storaro. Es imposible no sonreír ante los rostros de María Félix, Ninón Sevilla, Dolores del Río, Carmen Montejo, Columba Domínguez, Pina Pellicer y descubrir junto con Anthony Dod Mantle que para Figueroa (y en consecuencia para los directores con los que trabajaba) el close up no era una casualidad. Los close ups de Figueroa son matemáticamente diseñados para quedar cuánticamente acomodados en el montaje de una narración.

Y el montaje es una de las grandes cualidades de Miradas múltiples. Las manos de las actrices y los extras se entrelazan en él, los ojos se miran y se desafían, los cabellos se acomodan o se vuelven salvajes, los puños se levantan, las palabras casi sobran cuando el encuadre es rebanado por las sombras filosas de Figueroa, y las voces de los entrevistados (cinefotógrafos de peso mundial) acondicionan todo para que sin adornos ni reflexiones inútiles el peso de un artista moderno como éste quede claro, para que entendamos su valía en la historia nacional, en la del cine, en la de nuestro arte. Un trabajo de investigación que se esponja en el horno de las voces que nos guían en este paseo veraniego. Un diseño matemático con alcances cuánticos que manifiesta el carácter universal de Figueroa cuando tantos hombres de tantos mundos hablan de él.

Queda clara la emoción del color sin el color (reflexión de Gabriel Beristáin) y el reclamo a las cámaras poco incisivas del cine flaco contemporáneo (reflexión de Walter Carvalho). Queda clara la importancia de conocer ese cine mexicano, de olerlo, de esnifarlo.

Los marcos están puestos, las posiciones están dadas. Gabriel Figueroa se dibuja en esta biografía visual con nuestra ayuda y la de nuestra memoria en este documental INDISPENSABLE para un país que como México se siente tan desvinculado como ahora. Los encuadres de Figueroa son la cura y la reflexión, la evidencia del problema y las luces de la solución, los seductores humos de Salón México (México, 1949) y los sudores amargos de El ángel exterminador (México, 1962), los blancos benditos de Macario (México, 1960) y los negros pesadillescos de Los olvidados (México, 1960), las oscuridades de su memoria en Días de otoño (México, 1963) y las luces de sus canas en el rodaje Bajo el volcán (EUA-México, 1984).

Sólo es cuestión de irlo a ver.

Miradas múltiples: la máquina loca
(México-rFancia-España, 2012)
Dirige: Emilio Maillé
Con: Javier Aguirresarobe, Gabriel Beristáin, Raoul Coutard, Vittorio Storaro, Anthony Dod Mantle, Christopher Doyle
Guión: Emilio Maillé
Fotografía: Jean-Gabriel Leynaud, Diego Rodríguez
Duración: 96 min.

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