Llamada siniestra
The Caller y ya
Por Erick Estrada
Cinegarage
Resultaba realmente emocionante ver a dos vampiros de mundos distintos enfrentados en la misma película. De un lado aparecía Rachelle Lefevre (ex vampiresa en la insufrible Crepúsculo) y del otro salía de las tinieblas Stephen Moyer, el seductor chupasangre en la serie de tele True Blood. Se antojaba un revoltijo sabroso de sangres y colmillos en una historia que, de entrada, pinta muy bien.
Una chica guapa (la vampiresa) llega al exótico San Juan de Puerto Rico y alquila un departamento para alejarse de las tristes memorias de su matrimonio, despedazado por un poco hombre golpeador que, como siempre, se cree el más guapo de la comarca. De manera circunstancial conoce a un profesor (el chupasangre) a quien puede contarle no sólo del acoso de su ex marido, sino de las extrañas llamadas que recibe en su departamento, obra de una mujer que parece estar algo desquiciada pero que tras una muy breve investigación averiguamos que es una persona del pasado.
The Caller (es decir, el personaje que llama acosadoramente al de Lefevre) es en realidad el centro de la película y a partir de ahí, una vez más, hay que sabotear el nombre en mexicano de esta película: ni es una llamada (son cientos) ni la película tiene nada der siniestro. Es una historia de fantasmas con toques de ciencia ficción, lo suficientemente surrealista y enredada en su simplicidad como para formar parte de na nueva camada de capítulos extendidos de la Dimensión desconocida.
Matthew Parkhill, el director responsable, parece saberlo y extiende sus tomas y sus escenas para que el guión, hasta cierto punto competente pero débil y con poca profundidad de Sergio Casci no evidencie las carencias de ritmo. Parkhill opta por una cámara que parece espiar y que funciona muy bien en la primera parte de la película, pero que a fuerza de insistir en sustituir a atmósferas más complejas y a una historia más sólida, se vuelve repetitiva y pierde todo sentido, especilamente cuando sabemos que quien llama, la dueña de la voz, no espía en un sentido tradicional, sino que o habita en una dimensión paralela, o al estilo Terminator (Reino Unido-EUA, 1984) puede manipular el pasado viajando en el tiempo.
Ese es parte del misterio -el lugar donde se encuentra la amenaza- y la película puja a veces sin la ayuda de nadie más para meterse a él y dejarse llevar, pero todo se hunde gracias a errores incomprensibles, escenas de sexo gratuitas y, lo peor, escenas oníricas igualmente gratuitas, una catástrofe si pensamos que para el horror resultan indispensables.
El sabor al final de la narración es el de un plato que no cuajó, de una idea que no terminó de desarrollarse, de un horror demasiado diurno, inocente y candoroso (a lo que contribuye por supesto la presencia de Lefevre). No hay intensidad y el clímax es más un globo que se escapa mientras se desinfla que uno que sorprende a todos cuando explota espontáneamente. Y sin embargo, esta mezcla de Looper (EUA-China, 20012) con Llamada perdida (Japón, 2003), aires ligeros de Halloween (EUA, 1978) resulta grata, aunque hablando de cine de terror no sé si sea un buen calificativo o no, especialmente porque del posible encuentro de los dos vampiros no hubo nada.
Llamada siniestra
(The Caller, Reino Unido-Puerto Rico, 2011)
Dirige: Matthew Parkhill
Actúan: Rachelle Lefevre, Stephern Moyer, Luis Guzmán, Lorna Raver
Guión: Sergio Casci
Fotografía: Alexander Melman
Duración: 92 min.