El sueño de Lu, crítica

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El sueño de Lu
Elogio a la pausa
Por Erick Estrada
Cinegarage

El cine también tiene pausas. No se trata ni de abarrotar una película con cortes que comunican violencia de manera natural, ni de dejar la cámara como un peso mu

erto para que los personajes se le escapen y nos dejen sin idea ni emoción. La pausa, el rostro a la mitad de una expresión, se valora si se sabe para qué se usa, por dónde debe comenzar y en qué momento sacar a la actriz del trance.

Pausa y trance no es lo mismo pero en El sueño de Lu de Hari Sama, pausa y trance caminan paralelos, viéndose sin tocarse, porque lo que quieren tocar es el recuerdo de su personaje central, Lu, Úrsula Pruneda en dinamita de implosión.

Alejándose a su manera del cine contemplativo fácil que deslumbra a quienes piensan que se trata de una novedad y lo consideran rebelión cuando en realidad se trata de un berrinche, El sueño de Lu se aproxima a los rostros de desconcierto atrapados en planos largos que, frente al embate del cine donde todo pasa rayando la pantalla, disminuyen la velocidad. No es lo mismo pausa y trance, pero al querer retratar el alma detenida de una madre que recién perdió a su hijo, Sama nos obliga a degustar pausas, frenos que sin hacer alto total nos entregan encuadres que rayando lo desesperante nos conectan, efectivamente, con la desesperación impotente de esta madre que no encuentra el por qué y tampoco sabe hacia dónde. Es la calma de una tormenta que golpeó demasiado rápido.

Y sin embargo, tampoco estamos en los terrenos casi simplistas y de exposición como en Después de Lucía. La forma podría confundirnos pero la diferencia contundente es el arco en el que el personaje de Sama cambia, se transforma, se duele y se llora pero nunca se queda donde está; y no hablo de situaciones geográficas (el 80% de las mujeres en películas mexicanas similares se trasladan y se van lejos, curiosidad en los guiones de estos años), sino de dejarse el alma en el mismo sitio. La Lucía de Michel Franco es maltratada y nunca vemos la variante ni en ella ni en los demás. La Lucía de Sama (Lu, la del sueño) es una antes, otra durante y una distinta después de las pausas a las que la somete su director, que escarba sin hacer ruido en su dolor y que nos obliga, en reacción a la velocidad feroz del cine de estos años, a tomar pausas y a saborearlas.

Nadie dice que es sencillo, pero la recompensa llega cuando uno se encuentra en conexión con Lu, sin darse cuenta, sin escándalos. Así sí se disfrutan los ritmos lentos. Viva la pausa.

El sueño de Lu
(México, 2011)
Dirige: Hari Sama
Actúan: Úrsula Pruneda, Emilio Echevarría, Gerardo Trejoluna, María del Carmen Farías, María Deschamps, Moisés Arizmendi
Guión: Hari Sama
Fotografía: Emilanio Villanueva
Duración: 106 min.Rich Text AreaToolbarBold (Ctrl + B)Italic (Ctrl + I)Strikethrough (Alt + Shift + D)Unordered list (Alt + Shift + U)Ordered list (Alt + Shift + O)Blockquote (Alt + Shift + Q)Align Left (Alt + Shift + L)Align Center (Alt + Shift + C)Align Right (Alt + Shift + R)Insert/edit link (Alt + Shift + A)Unlink (Alt + Shift + S)Insert More Tag (Alt + Shift + T)Toggle spellchecker (Alt + Shift + N)▼
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El sueño de Lu
Elogio a la pausa
Por Erick Estrada
Cinegarage
El cine también tiene pausas. No se trata ni de abarrotar una película con cortes que comunican violencia de manera natural, ni de dejar la cámara como un peso muerto para que los personajes se le escapen y nos dejen sin idea ni emoción. La pausa, el rostro a la mitad de una expresión, se valora si se sabe para qué se usa, por dónde debe comenzar y en qué momento sacar a la actriz del trance.
Pausa y trance no es lo mismo pero en El sueño de Lu de Hari Sama, pausa y trance caminan paralelos, viéndose sin tocarse, porque lo que quieren tocar es el recuerdo de su personaje central, Lu, Úrsula Pruneda en dinamita de implosión.
Alejándose a su manera del cine contemplativo fácil que deslumbra a quienes piensan que se trata de una novedad y lo consideran rebelión cuando en realidad se trata de un berrinche, El sueño de Lu se aproxima a los rostros de desconcierto atrapados en planos largos que, frente al embate del cine donde todo pasa rayando la pantalla, disminuyen la velocidad. No es lo mismo pausa y trance, pero al querer retratar el alma detenida de una madre que recién perdió a su hijo, Sama nos obliga a degustar pausas, frenos que sin hacer alto total nos entregan encuadres que rayando lo desesperante nos conectan, efectivamente, con la desesperación impotente de esta madre que no encuentra el por qué y tampoco sabe hacia dónde. Es la calma de una tormenta que golpeó demasiado rápido.
Y sin embargo, tampoco estamos en los terrenos casi simplistas y de exposición como en Después de Lucía. La forma podría confundirnos pero la diferencia contundente es el arco en el que el personaje de Sama cambia, se transforma, se duele y se llora pero nunca se queda donde está; y no hablo de situaciones geográficas (el 80% de las mujeres en películas mexicanas similares se trasladan y se van lejos, curiosidad en los guiones de estos años), sino de dejarse el alma en el mismo sitio. La Lucía de Michel Franco es maltratada y nunca vemos la variante ni en ella ni en los demás. La Lucía de Sama (Lu, la del sueño) es una antes, otra durante y una distinta después de las pausas a las que la somete su director, que escarba sin hacer ruido en su dolor y que nos obliga, en reacción a la velocidad feroz del cine de estos años, a tomar pausas y a saborearlas.
Nadie dice que es sencillo, pero la recompensa llega cuando uno se encuentra en conexión con Lu, sin darse cuenta, sin escándalos. Así sí se disfrutan los ritmos lentos. Viva la pausa.
El sueño de Lu
(México, 2011)
Dirige: Hari Sama
Actúan: Úrsula Pruneda, Emilio Echevarría, Gerardo Trejoluna, María del Carmen Farías, María Deschamps, Moisés Arizmendi
Guión: Hari Sama
Fotografía: Emilanio Villanueva
Duración: 106 min.
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