FICM 2
La crueldad
Por Erick Estrada
Cinegarage
El segundo día (pero primero en forma) del Festival Internacional de Cine de Morelia no pudo haber arrancado mejor. Apenas antes del medio día, Amor, la película ganadora del Festival Internacional de Cine de Cannes se proyectaba ante una sala completamente llena y con ánimo de ver qué contaba ahora el amo de la crueldad Michael Haneke.
Muchas de las personas ahí presentes no conocían la filmografía del señor Haneke y se dirigieron a la sala por el aroma a Palma de Oro que desde ahí se despedía. Ningún reclamo, así deben funcionar los festivales de cine y así debe funcionar un público de festival, otorgando el beneficio de la duda. Al parecer, nadie salió decepcionado.
En la historia de un matrimonio anciano que se enfrenta a la enfermedad de ella (sinopsis simple pero cierta de la película de Haneke), exploramos una gama de sensaciones y emociones que difícilmente podremos vivir en el futuro cercano. Y es que Haneke es un genio en el tema de la violencia contenida y de la crueldad tácita y aquí, a pesar de no ser tan obvio como en sus películas anteriores, maneja todo ello con una sutileza que sabe a cachetada con guante blanco ante las audiencias… y eso es un piropo.
En lo cotidiano del retrato de Haneke sobre estos dos ancianos (los maravillosos Jean-Louis Trintignant y Emmanuelle Riva), Haneke diserta sobre el amor y es capaz además de engañarnos al hacernos pensar que su postura es la que la tradición nos ha vendido desde el comienzo de los tiempos, aquella que dicta que el amor ayuda a soportar todas las durezas y obstáculos de la vida.
Con el manejo de la crueldad de sus personajes y con la crueldad que el mismo Haneke ejerce sobre nosotros los espectadores (el primer encuadre nos coloca viendo al público de un teatro que en consecuencia nos ve a nosotros, público de cine) una presión inusitada. Nos retrata en su historia, nos cuenta la nuestra, plasma ahí nuestros pensamientos y no nos damos cuenta que lo hace hasta que el personaje del estupendo Trintignat cumple en pantalla el oscuro deseo que ya lleva circulando por la sala de cine por lo menos 40 minutos. Bestial, y además con un estilo visual sólido a más no poder. Lágrimas entre el público y claro, una flecha en la diana del festival que incluyó a la película entre sus seleccionadas.
El segundo plato llegó con 7 días en La Habana, una película coral y en capítulos que, al parecer, quiere contar historias más reales sobre una Cuba más real, claro, dentro de los varios temas y tonos que sus siete directores manejan. Laurent Cantet, Benicio del Toro, Julio Medem, Elia Suleiman, Juan Carlos Tabío, Pablo Trapero y Gaspar Noé son los encargados de explorar con sus propios ojos la Cuba del bloqueo, la que ha resistido los embates desde dentro y desde fuera y, sobre todo, la que sigue siendo auténtica y, para eso se hacen estas películas, vanguardista en muchísimos temas.
El capítulo favorito, así a bote pronto, el que cuenta la historia de un Emir Kusturica invitado al Festival de Cine de La Habana. Refiriendo en forma y fondo en un plano secuencia a La hoguera de las vanidades, este capítulo (el del martes de los siete días), deja muy claro que estamos ante una película que se dedicará más al sentir y vivir de las calles que al reclamo político hoy tan fuera de lugar pero igualmente presente en las ausencias. El presonaje de Kusturica (interpretado por él mismo) nos devuelve el optimismo al ver a un país que sobrevive ante el bloqueo y que crea cada vez que puede su propio espíritu. Sin embargo, la película completa es un gran ejercicio de estilo(s) dedicados a uno de los países menos comprendidos de este continente.
Después Morelia presentó el documental El ingeniero, obra de Alejandro Lubezki que tras 12 años de trabajo finalmente alcanzó las pantallas de cine. No había mejor lugar para el estreno que la tierra de Cuauhtémoc Cárdenas, objeto del trabajo de Lubezki, y no había mejor momento que el décimo festival de cine de Morelia para verlo.
El documental hace un recuento estrictamente cronológico (a veces de más) de la campaña electoral de año 2000, significatviva por varias razones y en la que el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas vio de nuevo frustado su intento por convertirse en presiedente de la Reública Mexicana.
El ingeniero es un trabajo meticuloso pues el 100% de las imágenes que vemos y que constituyen el recuento del proceso electoral en el que el PRI fue derrotado tras gobernar a México por 70 años, fueron registrados en el momento, de ahí que también sus cualidades sean primeramente históricas. Documenta un proceso electoral oscuro en su desarrollo y definitorio en la historia mexicana pero que a pesar de ello se encuentra ahora casi en el olvido, especialmente en la memoria de las nuevas generaciones.
Con él y a través de él se dibuja el trabajo de los partidos de izquierda en México y, quizá más tácitamente de lo que se quisiera, se evidencian planes fuera de los partidos para evitar que en este caso, personas de talento y con espíritu como el ingeniero Cárdenas, ocuparan la silla presidencial.
Por otro lado, quedan también claros algunos vicios de esos mismos partidos, que incluso se vieron duplicados en los dos últimos procesos electorales vividos en México, cuando la izquierda mexicana fue igualmente derrotada, quizá no en los mejores o más justos términos.
El valor de El ingeniero está ahí. En la documentación, en el recuento, en dejar claro que efectivamente la izquierda debe ver más hacia la vanguardia de lo que ha acostumbrado y que, dolorosamente, hay más villanos que héroes en el juego político de este país. En contra he de decir que probablemente el documental depende demasiado de su propio material y que otros videos (de noticieros, de otras cadenas, de archivo, etc.) no están presentes, estancando un poco la idea y el lenguaje de la película. Hablaremos más a fondo cuando el estreno comercial de la película se acerque.
Después siguió Ginger & Rosa, una poderosa y muy inspirada película de una de las grandes invitadas al Festival de Cine de Morelia, Sally Potter, presente además en la función de gala de la noche de anoche. Lo femenino, el sexo, la muerte, el existencialismo, lo freudiano, los temores de la Guerra Fría (la película está ambientada en 1962), el despertar y las contradicciones de la adolescencia, el machismo (expreso y tácito), todo encuentra cabida en una película más combativa de lo que parece, con una historia simplísima pero con un discurso visual muy pulido y trabajado, con ecuadres y luces de primer nivel y sobre todo, con una calidez y nostalgia de la buena que consiguieron la segunda función del día con lágrimas entre el público.
El remate llegó con las tradicionales funciones de media noche y la proyección de La huída, de otro maestro, Sam Peckinpah, una experiencia deliciosa e intensa no solamente por ser la primera vez que muchos de nosotros vemos a Peckinpah en pantalla grande, sino porque hasta ahora las proyecciones en el festival han estado más que a la altura. Ver y gozar el tabajo audiovisual de Peckinpah bajo estas circunstancias no hace sino levantar más esperanza que expectativa para los días que le restan a este décimo Festival de Morelia, que son muchos.
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