La chispa de la vida
Carnicería Mad Men
Por Erick Estrada
Cinegarage
Muchos consideran que una buena película debe ser elaboradísima, llena de retruécanos y pasadizos, confusa e irreconocible incluso mientras se le ve. Muchos creen que la inspiración en el cine debe dotarnos de paisajes deslumbrantes, vestidos que flotan sin explicación, luces que parecen extraterrestres. No, una buena película está también –y la mayor parte de las veces- del otro lado, en el terreno de la sencillez, que no de la simpleza.
Con una naturalidad caníbal, Álex de la Iglesia comienza la narración de un día en la vida de un desempleado como lo han hecho tantas veces tantos directores. Suena la alarma, se siente la luz de la mañana y este publicista, Roberto Gómez, víctima del desempleo en la crisis española contrasta -con señales sutiles- con su despampanate esposa, relajada y satisfecha pero preocupada a sus espaldas. En esa secuencia inicial, llena de naturalidad, De la Iglesia nos lleva a su lenguaje: el de los encuadres que sugieren, el de la cámara que apenas se acerca para subrayar una ceja levantada, la preocupación de la mujer ante el entusiasmo cansado de su esposo.
Lo demás son guiños aquí y allá. Roberto llega a solicitar empleo y de golpe pero sin que duela, el ambiente entra ahí donde Mad Men ha hecho las delicias de los amantes del gamur, de los entusisastas del lenguaje de las necesidades creadas, de los amantes del mundo de la publicidad. Ese vano y vacuo espacio de paredes que no se ven, de trabajos que no se notan, de esfuerzos que no se necesitan queda clarísimo en un pequeño paseo de este hombre -a veces el casi heroico Sam Lowry en Brazil (Reino Unido, 1985), otras más el infortunado sobrino del difunto en La muerte de un burócrata (Cuba, 1966)-, que el mundo que tan doradamente se plasma en la famosa serie de televisión es cruel, innecesario y un buen ejemplo de por qué las cosas están donde están: mal acomodadas.
Con las sutilezas de mensajes como un enorme NO a manera de escultura modernoide en la oficina del amigo que debería darle trabajo a Roberto Gómez, De la Iglesia consigue que en lugar de que el personaje (y nosotros) se pregunte por qué nadie quiere hablar con él si la agencia le debe su éxito, nos cuestionemos mejor “¿dónde está el trabajo real en estas oficinas de cristal?”. Así, de una pincelada pasamos al otro lado de los letreros de Madison Avenue para, con ellos (y probablemente para ellos), disectar la crisis española, mundial, universal.
Universal porque si bien De la Iglesia elabora su comedia a manera de discurso ácido en contra de todos los que viendo por sus propios intereses alimentaron la burbuja que hoy tiene hundida a media Europa, esa crisis y con los ingredientes que presenta (publicistas, periodistas, políticos, empresarios, policías, autoridades) es también una crisis de valores.
Las metáforas son descarnadas mientras las palabras van de la comedia ácida casi negra a las de la cotidianidad deslucida de la España de estos años. No es un señalamiento ni una cacería de culpables. Al colocar a Roberto medio crucificado en un teatro romano, lo convierte en un decadente gladiador que no tiene por qué pelear, y alrededor, en una fábula voraz, están todos los demás empequeñecidos ante manos gigantescas que los aplastan con el índice y que como buitres ven la manera de sacar provecho a esa no tan pequeña desgracia del crucificado. La voracidad da la vuelta, el sentenciado se contagia, los sigue y la masacre se consuma.
No hay culpables cuando todos son pecadores, pero tampoco hay salida cuando nadie quiere verla. En este sacrificio ritual de ese gladiador imposibilitado y con una comedia sin encajes ni desplantes (aunque la cámara tiene algunos que reafirman lo que ya se respira sutilmente en la historia), Álex de la Iglesia apela a lo sencillo sin asomo de simpleza. La película es mucho más compleja de lo que se cree (como las buenas comedias)… y de paso le da un tiro de muerte al mundo Mad Men, se trate de una agencia publicitaria o no. “Highway To Hell”.
La chispa de la vida
(España-Francia-EUA, 2011)
Dirige: Álex de la Iglesia
Actúan: José Mota, Salma Hayek, Blanca Portillo, Juan Luis Galiardo
Guión: Randy Feldman, Álex de la Iglesia
Fotografía: Kiko de la Rica
Duración: 98 min.
Muy de acuerdo. Una apenas metáfora, con las rebabas propias de la crisis actual, que de tan ridícula parece inverosímil.
Saludos.