El 5o mandamiento

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El 5o mandamiento
Empezamos mal, terminamos mal
Por Erick Estrada
Cinegarage

Un thriller que comienza mal no puede terminar bien. Quizá algunas veces. Este no es el caso. De entrada se trata del aniquilamiento del género. A decir del propio Rafa Lara (director de la película), el sentido de la historia no es descubir al asesino, es decir, no se trata de un thriller y quizá por ello es que conocemos desde el primer plano su cara (aunque desconocemos a sus víctimas), y probablemente también por ello es que él mismo confiesa sus actos a la mitad de la cinta. Pues sí, bajo esas premisas no se tratra de un thriller.

Las intenciones de Lara son dibujar la personalidad de este asesino a partir de flashbacks que nos dan un panorama psicológico bastante pobre y que hacen del abuso infantil que sufrió de parte de un sacerdote católico, y de la extremada religiosidad de su madre, la causa de que él viva en la Ciudad de México no sabemos de qué, asesinando jovencitas que no se relacionan en nada con lo aquí expuesto excepto que él las considera libertinas: unas putas.

Lo doloroso del discurso es que todo transcurre sin que el propio Lara se dé cuenta, ojalá. En el refrigerador de la policía el doctor encargado de la autopsia enlista entre las probables causas de muerte y al lado de golpes, contusiones y cortes con navaja, la “ropa sexy y provocadora” que vestía la chica. En las alucionaciones de este asesino confeso -ya antes del conflicto real de la cinta- se mezclan imágenes religiosas pertenecientes al catolicismo y las curvas de las chicas con una facilidad que hace pensar que el pecado es contagioso como la influenza.

La caída continúa. El personaje mismo, dibujado pobremente desde su psicología, resulta incongruente ante nosotros. En un enredo psicológico -incluso con la misma carga de conservadurismo- una narración más hábil nos haría o simpatizar con un asesino con onda (no es nada conservadora pero recuerden a Anthony Hopkins en El silencio de los inocentes), o rechazar por completo a un loco maniático con alma oscura y retorcida (aquí habría que recordar a Kevin Spacey en Sie7e), para entonces refugiarnos en el personaje del policía. El problema es que aquí el personaje del asesino no es ni una cosa ni la otra, y los policías resultan tan blandos y faltos de caracter que terminan por perdonar los “pecados” de este hombre de las alcantarillas a pesar de haber jurado que con este asesino “el D.F. no se convertirá en Ciudad Juárez”.

Efectivamente. Habiendo querido señalar a los “malos curas” como los causantes de un baño de sangre que no vemos, y teniendo a la policía detrás de un asesino que no inspira sino indiferencia, la resolución redondea un punto de vista moralino y peligrosamente conservador al abandonar a dios el juicio de los actos de este pobre hombre perdido que, sin embargo, se arrepiente y nos regala al final una oración que salva su alma y quiere hacer lo mismo con la nuestra, no sin antes agradecer que ahora que lo sacan de circulación, las mujeres que él violentó “pueden seguir su vida normal”. ¿Borrón y cuenta nueva?, ¿así de fácil?

Creo que estamos ya en necesidad de que los criminales, incluidos los de una película, paguen ante la ley y no en el purgatorio. Suficientes juicios de suficientes criminales (sangrientos y no) se nos deben ya como para alimentar la lista a través de una historia tan irreal y plana… o que por lo menos se salgan con la suya.

 

El 5o mandamiento
(México, 2012)
Dirige: Rafa Lara
Actúan: Guillermo Iván, Ernesto Gómez Cruz, Angélica Aragón, Luis Felipe Tovar
Guión: Rafa Lara
Fotografía: Germán Lammers
Duración: 104 min.

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