Ant-Man y la Avispa, crítica

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Ant-Man y la Avispa.
Fabulosamente fuera de dimensión
Por Erick Estrada
Cinegarage

Se puede decir, sin temor a equivocarse que respecto a su primara parte, Ant-Man y la Avispa pierde toda dimensión. En aquella primera historia, desvinculada prácticamente al máximo del ya muy poco cinematográfico Universo Marvel, veíamos cómo la película, sin querer pero con una efectividad de envidia, llevaba el discurso del cine de superhéroes a su tamaño real, el del juguete que se mueve solo, el que ocurre en el mundo infantil, el que no debió crecer tanto y ser el cine de aventuras que en lugar de vaqueros cuenta con personajes super dotados celosos de su identidad.

También en esa primera historia se reforzaba el límite que su fantasía científica podía poseer, una que dejaba ir las fascinaciones entre dimensiones de Nolan en Interestelar (EUA-Reino Unido, 2014) para ajustarse a su nivel de juguete de entretenimiento.

El reparto, la primera parte, personajes entrañables, una historia personal que igual que Deadpool no se acerca sino lo mínimo indispensable al monstruoso Universo Marvel, humor alimentado de la lógica interna de la película, eran los elementos necesarios para sacudir frente a nosotros una secuela más que decente, pero todo pierde esa dimensión y navega en un mundo interno de indefinición que por momentos evidencia brutalmente un mal trabajo en el guión, una idea manejada a la ligera, desgano en el contar de la historia. Comparen por ejemplo la currícula de los escritores de aquel divertidísimo primer episodio y de los escritores de esta segunda parte (el director es el mismo pero resulta indetectable). El resultado es tan flaco que esta película necesita de un prólogo que prácticamente nos resume el Mcguffin empleado en la primera para trasladarlo a la segunda y seguir jugando con él. No hay aquí estropeos pero tampoco hay cambios: el viaje a nivel intermolecular que ejecuta Ant-Man despierta las esperanzas de Hank Pym para saber lo ocurrido a su mujer en un ejercicio similar, para después convertirse en el motivo innecesario pero propulsor de esta nueva aventura.

En esos pocos cambios la película ve cómo sus defectos se agigantan irremediablemente, todo en el símbolo (ahora trágico), de su otrora personaje central Ant-Man (aquí la batuta es tomada por The Wasp) que, sin poder controlar el efecto, se agiganta y empequeñece bordeando lo patético (en el mejor sentido de la palabra), pero asomándose a lo inútil de ese mismo efecto. De nada nos sirve que el héroes crezca o se haga diminuto, especialmente si no lo hace a voluntad. Nada aporta una película que agranda y reduce el tamaño de sus juegos casi involuntariamente, usando herramientas fáciles para llegar a su meta (¿alguien sospecha de verdad que nuestros héroes no lograrán su cometido?).

Así, la brillantez de elementos antes aplaudidos (Michael Peña y sus maravillosos gags, la doble vida del héroe padre de familia, el estira y afloja entre Ant-Man y la futura Avispa, la ausencia casi total de referencias marvelianas, una historia independiente en más de un sentido), se desvanece y se pierde entre la indecisión de una película escrita con demasiada prisa y que busca casi con desesperación jugar con su Mcguffin sin aburrir a quien ve.

¿Lo logra? Sí, pero usando el camino fácil. Para convertirse en una película divertida se opta siempre por la salida fácil, por el lugar común y, desastrosamente, por el lugar común de películas inferiores a ella misma. Desprovista de influencias certeras -¿es Time After Time (EUA, 1979) lo que vemos en una tele al comienzo de todo?, ¿es ese su gancho a la ciencia interdimensional?-,  a falta de espíritus más cinematográficos que la cobijen, la nimia historia de Ant-Man y la Avispa  primero ignora la manipulación física extrema de su túnel cuántico sin que esto interfiera con lo que pasa dentro de él (algo de lógica interna habría servido de mucho) y luego pasa por el científico genio resentido que se convierte en el rival del que se mueve en “el lado bueno” de la historia; por el secreto revelado de la nada para, claro, hacer que el túnel cuántico no resulte inútil; por el rescate oportuno de parte de los minions de Pym, de The Wasp, de Ant-Man, de quien se necesite; por el as bajo la manga (cada vez que se necesita rastrear algo alguien deja saber que hay un rastreador para facilitar el trabajo); por el equipo secreto del villano que aparece casi a voluntad (esa persecución en motocicletas) y, encima, Ant-Man crece y se empequeñece sin controlar el efecto pero siempre en el momento indicado.

¿Dónde está ahí el clímax? ¿Dónde está ahí el suspense’ ¿Dónde la emoción? La historia que tanto se aplaudió hace tres veranos ha perdido toda dimensión, toda su fabulosa dimensión.

CONOCE MÁS. Esta es la crítica de Erick Estrada a Ant-Man: el hombre hormiga.

Ant-Man y la Avispa
(Ant-Man and the Wasp, EUA, 2018)
Dirige: Peyton Reed
Actúan: Evangeline Lilly, Paul Rudd, Judy Greer, Michael Peña
Guión: Chris McKenna, Erick Sommers, Andrew Barrer, Gabriel Ferrari, Paul Rudd
Fotografía: Dante Spinotti
Duración: 118 min.

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