El hombre que vio demasiado
La muerte congelada
Por Erick Estrada
Cinegarage
Conozcan a Enrique Metinides, el fotógrafo de la desgracia en México.
La ventana comenzó a abrirse hace años y ahora Trisha Ziff la deja abierta para que el país y el mundo conozca a uno de sus personajes más particulares.
Enrique Metinides es el famoso fotógrafo (entre obseso y harto) de la nota roja en México. Autodidacta desde la infancia, con un ojo retorcido y artístico, opacado por la naturaleza de los medios en que colaboró; es también el objeto de entendimiento (esta película afortunadamente no es un análisis) de Ziff que deja que sea el mismo Metinides (como lo llama todo mundo) quien nos cuente la serie de desastres in(a)fortunados (sé que la palabra no existe pero necesito escribirla así) que permiten que ese ojo encuentre la estética de la desgracia. Lo mejor, ese ojo es también capaz de promover la desgracia y volverla potable en un mundo que ha querido negarle cabida a pesar de que ese mundo es resultado de múltiples accidentes.
Metinides no se queda atrás. Nacido en México después de que sus padres tuvieron que perpetuar su luna de miel cuando se encontraban en Veracruz tras el estallido de la guerra griega, conoció a su primer cadáver de la forma más casual y más violenta: un custodio de la morgue le mostró a un hombre decapitado con la naturalidad de quien trabaja con la muerte a diario y se contrasensibiliza a ella con el roce con lo cotidiano.
A partir de ahí Metinides entra a los terrenos que Dan Gilroy exploró con una ficción brutal pero poco gráfica en Primicia mortal (EUA, 2014) y que definen una historia llena de muerte, una muerte que desfila ante los todavía inocentes ojos de un hombre ya jubilado. Nada de Jake Gyllenhaals relamidos y delgados persiguiendo a las noches de la violencia urbana. Metinides es regordete por la edad, duro a golpe de trancazos a su pupila de parte de eventos que, como bien se dice en la película a fuerza de haberlo sugerido una y otra vez, momentos que todos queremos olvidar pero contra los que no podremos luchar, en parte por el trabajo de este fotógrafo.
Ahí están las enormes cualidades de El hombre que vio demasiado, nos deja ver las contradicciones en la mirada de Metinides (quizá abuse en ese plano final pero…), nos permite ver el peligro encima del peligro: la muerte que se impregna en el alma y la memoria de quien ha retratado lo que los humanos hacen en su sobrenatural estela.
¿Los fantasmas existen? Tendríamos que preguntarle a Metinides, que en medio de las tormentas sometidas de su mente y de su memoria, dedica el tiempo libre a su colección de juguetes, unos que en otra circunstancia serían considerados joviales pero que aquí, acomodados y movidos por un hombre acostumbrado a su versión real se convierten en un bajo mundo iluminado y naif por convicción más que por deformación. Jugando con bomberos, ambulancias, policías, Metinides es otro Burton que toma ese salvadidas. All ver su mirada triste por lo que no puede evitar recordar, por el arte de la mutilación y la violencia, resulta necesario, vital, un chaleco antibalas (sus juguetes) para practicar una profesión (el reportero y el reportero gráfico) que le ha dado la vuelta a la tortilla por razones tan absurdas como desconcertantes: el reportero, el reportero gráfico, pasó de detectar el paso de la muerte (como lo hizo Metinides) a sortearlo; ahora es una profesión extremadamente peligrosa en un país como México.
El hombre que vio demasiado
(México, 2015)
Dirige: Trisha Ziff
Con: Enrique Metinides
Guión: Trisha Ziff
Fotografía: Felipe Pérez Burchard
Duración: 89 min.