TIFF 2020: Memory House, crítica.

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TIFF 2020
Memory House
La ordeña de Brasil
Por Erick Estrada
Cinegarage

Memory House es casi un viaje en el tiempo. Joao Paulo Miranda María nos presenta a su (nuestro) personaje central Cristovam (Antonio Pitanga) en una muy cruel escena de apertura en la que este hombre envejecido a golpe de trabajo es notificado de que la empresa que lo contrató va a reducir su sueldo a la mitad. Esa empresa propiedad de un grupo de empresarios llegados de la Europa más retrógrada, busca sanear sus finanzas para no generar pérdidas y en consecuencia sacrifica a quienes generan las ganancias. El retrato de esta situación minimiza en la pantalla a Cristovam de tal forma que es imposible no sentir la tripa revuelta, el enfado que se filtra por los poros.

Capitalismo puro, racismo escondido en movidas empresariales, explotación y opresión que encuentran su propio símbolo en la actividad de la empresa: la ordeña masiva de vacas.

En esa entrada está toda la explosividad de Memory House. No sólo porque obligado por las circunstancias Cristovam se ve forzado a habitar una casa en abandono pero llena de memorabilia y recuerdos (el nombre en portugués de la películas es Casa de Antiguidades) en donde será objeto del rechazo supremacista, racista, visceral y enfadado de quienes viven alrededor de él, la colonia relacionada con los explotadores empresarios europeos de derechas imbéciles que lo violentan de todas las formas posibles. Sino también porque al buscar refugio en lo que ahora es su casa Cristovam conecta poco a poco con el pasado de su país, profundo, enraizado, un pasado que a veces le da confort y otras le confirma que la situación de explotación de la gente de Brasil, de sus tierras, de sus selvas no es cosa nueva y no ha mejorado desde que comenzó (Bolsonaro odiará esta película). Hay que agregar además que en una voltereta vital el (nuestro) personaje central es interpretado por Antonio Pitanga, actor del Cinema Novo brasileño, movimiento que buscaba retratar la inclemente realidad de Brasil en los años 60 para transformarla a favor de los de abajo.

Memory House juega entonces con esas ideas al transitar en los días de Cristovam en una nave estilo pesadilla. Un lenguaje onírico que no termina por serlo y a veces se injerta aromas de borrachera infernal y sueños húmedos de fetichismos revolucionarios. Memory House juega con una forma aleatoria, poco narrativa pero ultra descriptiva, pegatinas de pasado que se dejan ver en las capas ocultas de la pintura y el cemento de la pared y que cuando es necesario llevan a Cristovam al pasado de su propia cultura ya sea para aliviarlo y darle armas (literales y figuradas) o dejarle ver que el futuro es tan ingrato como el pasado de explotación en que han vivido tantos.

Cristovam acepta el viaje y se monta en la nave. Y en su camino al pasado (¿por qué se convierte en vaquero?) se fortalece ante los golpes de un sistema inhumano materializado en sus vecinos. La casa es su refugio y su trampa (la metáfora de su país). Ahí encuentra los disfraces chamánicos que lo defienden y que eventualmente lo convertirán en aquello que sus patrones explotan: una vaca ceremonial mezcla de supersticiones oficiales y herejes que toma venganza ante su propia explotación y que embiste en una especie de violenta reivindicación, pero que no le evita ser presa de un presente cruelmente explotador. Es una película agridulce.

En esos aires indefinidos. En esos golpes de vista. En su evasiva forma llena de espacios para los gritos que todavía no se oyen está el llamado de Memory House a la resistencia, quizá la única palabra que Cristovam tiene clara en su maltratado universo de explotado.

CONOCE MÁS. Esta es la crítica de Erick Estrada a True Mothers, gran drama japonés de Naomi Kawase presentado en el TIFF 2020.

Memory House
(Casa de antiguidades, Brasil-Francia, 2020)
Dirige: Joao Paulo Miranda
Actúan: Antonio Pitanga, Ana Flavia Cavalcanti, Sam Louwyck, Soren Hellerup
Guion: Joao Paulo Miranda, Felipe Sholl
Fotografía: Benjamin Echazarreta
Duración: 87 minutos.

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