El sueño del Mara’akame, crítica. Película de la semana.

0

Crítica de El sueño del Mara’akame.

El sueño del Mara’akame
El viaje y el encuentro
Por Erick Estrada
Cinegarage

La cultura Wixárika es una cultura viva que por cuestiones del destino terminó incluída en la variedad de otras culturas que hoy componen México: mezcla de distintas raíces contando las europeas, un rico mestizaje que ha asimilado mucho de las ideologías nativas y de las importadas y que, como toda cultura viva, seguirá incorporando ideas y conceptos de quien se encuentre a su alcance.

Dentro de ella, los Wixárikas -como toda cultura viva- también se han apropiado poco a poco costumbres que no necesariamente chocan con las suyas sino que incluso pueden complementarla.

En El sueño del Mara’akame Federico Cecchetti une esta ya de por sí complicada idea y arranca su narración mostrando lo que en apariencia es un choque cultural. Nieri, un joven huichol (palabra en español para nombrar a los Wixárikas) debe cumplir dos compromisos: primero uno con la comunidad que quiere hacerle la ceremonia de iniciación para saber si tiene el don necesario para encontrar al venado azul y convertirse en Mara’akame (chamán visionario). Para ello es presionado por su padre, exigente y riguroso en cuanto al trato hacia su propia cultura y quien con ruda sutileza le inyecta las dosis necesaria de disciplina que sin embargo chocan con el otro compromiso de Nieri, ir con sus amigos a ensayar y consolidar un grupo musical. Sobra decir que ambas ideas tiran para lados contrarios.

En esa presentación, con una cámara que dialoga con nosotros con una inteligencia apabullante, con un ritmo que ni se endulza en los momentos reflexivos al mostrar trazos finos de la ya de por sí elegante cultura Wixárica, ni se ensucia con virus estereotípicos para mostrar el choque de esta cultura con el mundo mestizo de la Gran Tenochtitlán, Cecchetti muestra a ambos pensamientos irremediable y afortunadamente entrelazados, asimilados uno al otro y delimitados en sus fronteras que como es de esperarse se modificarán como siempre conforme el tiempo avance.

La película es brillante en su discurso, meditativa en sus imágenes, profunda en la construcción de sus momentos (es probablemente y por cuestiones de forma, una narración cinematográfica multi climática) y al desenredarse en la descripción del conflicto de Nieri nos permite ver en un lenguaje onírico cautivador -que escapa de clichés y trampas que la habrían ensuciado sin remedio- las ideas de un posible Mara’akame que contrario a lo que se pudiera pensar terminan siendo no sólo muy parecidas a las del supuesto punto de enfrentamiento (la expresión de miembros de esta cultura a través de la música pop) sino complementarias en sus demandas, en sus caminos, en sus exigencias largamente ignoradas por el universo mestizo.

Lo mejor de todo es que la película no muestra este camino en eternos panfletos demagógicos ni con chirridos demandantes y llorones, sino con una onírica y placentera experiencia que incluso contrasta con las amenazas (ahora sí reales) hacia la cultura Wixárika que también están presentes en la película pero que permanecen tácitas el tiempo necesario para surgir atemorizantes en el desenlace de este viaje iniciático que es el encuentro de dos mundos que siempre han podido ser uno.

Un acierto más es el ojo de la película hacia los Wixárikas: imparcial, cercano sin ser invasivo, fascinado sin ser complaciente, enamorado sin convertirse en meloso, mestizo al 100%: nos darán los datos y la mirada necesarios para cruzar el cañón de esta narración pero no nos demandarán un grado de excelencia en cultura huichola, las narraciones de Antonin Artaud (aunque a media película se piense en él) o un grado de preparación excepcional para acceder a este mundo. La razón es que el ojo sobre Nieri es el campo donde los universos de los Wixárikas y los mestizos se cruzan, donde interactúan. Por ello se comprende sin redundancias que en su pueblo Nieri hable con los lobos y en la Ciudad los encuentre disecados, que se nos diga que Nieri “desde que estaba en el vientre de su madre tenía los ojos abiertos” sin explicaciones facilonas o tremendamente espiritualizadas.

Y al final, el choque frontal, un desenlace de ensoñación anunciado en el nombre pero que sorprende por los alcances tanto de su narrativa cinematográfica (sencilla y sin elucubraciones) como de lo que nos deja ver entre líneas. De nuevo, que la cultura Wixárika está viva y acepta influencias, que esas influencias pueden estar presentes en la forma de una banda de música pop y que en esas otras presencias puede hallar una voz extra que demande atención sobre la amenaza que sobre los Wixárikas se acomoda ya: una cultura (empresarial, basada en el dinero, desprovista de espiritualidad y de miras al futuro, inhumana y por ello asquerosamente capitalista) que pretende imponerse a las que comparten Wirikuta y sus ceremonias… Imponerse y nunca complementarse, nunca hermanarse como quedan hermanados elementos que con menos tacto se habrían convertido en hilarantes y ridículos (ese venado en un escenario ultra urbano anunciando el nacimiento del Mara’akame) pero que aquí adquieren sentido, presencia visual, poder y trascendencia.

Para el nacimiento del Sol es necesario entrar a la caverna en donde este se levanta. El sueño del Mara’akame es un paseo de lógica propia por la caverna de Wirikuta para esperar que en algún momento el Sol rompa lo que parece ser una eterna oscuridad.

CONOCE MÁS. Aquí te dejamos el palmarés del Festival Internacional de Cine de Morelia 2016, edición en la que fue premiada El sueño del Mara’akame.

El sueño del Mara’akame
(México, 2016)
Dirige: Federico Cecchetti
Actúan: Luciano Bautista, Adrián Carreón, Antonio Parra
Guión: Federico Cecchetti
Fotografía: Iván Hernández, Jessica Villamil
Duración: 90 minutos.

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *