La 4a. compañía, crítica. Vean la película aquí.

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La 4a. compañía.
El poder y la miseria
Por Erick Estrada
Cinegarage

Con una rabia inusitada Albino y Polonio golpean y humillan al “Carajo”, todos encerrados en el “Palacio Negro” hoy de infame memoria. Con una rabia contraria, a veces cercana al estoicismo (que no al desinterés), Felipe Cazals plasma esta guerra entre reos sometiendo a sus personajes al encierro dentro del encierro, a la sobrepoblación de celdas, al encapsulamiento personal como parte del síndrome de abstinencia, al apando privado de luz y de aire, al encarcelamiento de la adicción y a las nuevas golpizas, al escondite en las verijas maternas del camino al cielo “a caballo”, a la revuelta final que de nuevo oprime los espacios y le concede a Cazals la oportunidad de plasmar en símbolos la caída total de un país, el derrumbe de sueños y planes nacionales al mismo tiempo de desnudar crudamente a sus personajes para mostrarnos nuestro propio esqueleto y la fragilidad brutal y animalizada de un sistema carcelario que a su vez es símbolo y figura de ese país derrotado y encerrado en sus propias carnes. Cazals aprovecha la oportunidad y deja en El apando (México, 1976) un documento artístico crudo, meticuloso a pesar de su aparente parquedad.

En El apando hay contundencia y desesperanzada inspiración, contundencia y desesperanza que se enfrentan a una supuesta nueva visión de país, uno que buscó modernizar los sistemas carcelarios que dieron origen a miles de historias como las que José Revueltas plasmó en su gran novela para que después Cazals la convirtiera en otro clásico de enormes alcances. Cuarenta años después una película nos pide voltear de nuevo al supuesto camino recorrido para entrar a historias de la siguiente página en esa historia, la página que quiso hacernos creer que ese sistema carcelario se había reformado y conformado para entrar a la modernidad, una modernidad en la que este país ha querido verse inmerso desde siempre.

Al cerrar el “Palacio Negro” de Lecumberri los presos entraban a cárceles supuestamente mejoradas como el penal de Santa Martha, en donde La 4a. compañía aterriza para concretar su propia historia, ya no la de tres personajes y “sus mujeres”,sino la de un cuerpo de control al interior de la prisión al que se disfraza de equipo de fútbol americano pero que en realidad ejecuta el trabajo del peón en un saqueo interminable de la Ciudad de México.

No era sencillo armar un involuntario pero inevitable siguiente capítulo de lo que Cazals logró hace 4 décadas, pero tampoco lucía imposible. Sorteando grandes y numerosas dificultades de producción (la película fue grabada en el interior del penal utilizando a reos de verdad como extras de su historia) la película co dirigida por Mitzi Vanessa Arreola y Amir Galván Cervera parece encontrar la forma para entregar dos reflexiones importantes alrededor de su historia de encierros y sueños disfrazados: de ese México venimos -probablemente en ese México seguimos- y seguramente nunca dejaremos de serlo.

Ante un arranque algo artificioso (¿hay demasiadas historias abriéndose paso?, ¿hay cambios de estilo en el rebote de co director a co director?, ¿estamos a dos segundos de confundirnos?) en el que incluso se disfrazan nombres clave de la historia y en la historia (el general Durazo es presentado como el “general Durazno” (¿no deberíamos ya contar nuestra historia con nombres y apellidos?) para después olvidar ese “cuidado” y decidirse jugar a una narración más real de nuestra propia historia, La 4a. compañía poco a poco asienta sus probablemente demasiadas historias cuando en lugar de cimentar una especie de Escape a la victoria (¿eran necesarias las ideas de fuga, los planes de escape, en una historia que al final quiere y cuenta algo distinto como el enredo de corrupciones y lealtades que son parte del rostro de este país?) nos hace entrar a los ojos de Zambrano, su personaje relator, y se decide, entonces sí, a pasearnos por los interminables pasillos de laberinto en los que un Minotauro llamado muerte, estancamiento, negación, aguarda casi sin esconderse.

Es con Zambrano (recordemos que aquí se nos cuentan hechos reales a través de personajes que efectivamente existieron) que nos adentramos al poder y la miseria de la famosa 4a. compañía, extraña combinación de programa de rehabilitación, equipo deportivo, grupo de control, mandaderos de Durazo, material de desecho, encarnación de sueños que jamás van a cumplirse: Zambrano sólo quiere jugar futbol pero tiene que sumergirse en el frágil ejercicio del poder que le da pertenecer al equipo de fútbol “Los perros” y en la miseria de saber que en realidad no hay salida del círculo vicioso que es el sistema carcelario que se dice moderno pero que potencia las debilidades, los defectos, los pecados y la podredumbre que en otra cárcel Cazals plasmó con pincel afilado.

A veces rebotando entre sus estilos, entre sus ganas desiguales de entrar a sus distintos personajes, otras haciendo gala de una producción sólida que rodea los caminos recorridos en Celda 211 (España-Francia, 2009), la película termina por trenzar su narración apenas cruzamos el umbral de su primer momento crucial -el de la entrada de Zambrano al equipo de fútbol- y desde ahí enfila a su propia pesadilla, muy distinta a la de Cazals (para bien y para mal), a medio juego entre la estupenda recreación de El más buscado (México, 2014) de Juan Manuel Cravioto (y su mejor solidez temática) y sus secuencias de asalto, y un Expreso de medianoche (Reino Unido-EUA-Turquía-Francia, 1978) que si bien no quiere ser tan apocalíptico, tampoco se retrae cuando debe dejar entrar algo de crudeza y violencia a su relato.

En ese ensamble final caen poco a poco las desilusiones que La 4a. Compañía quiere comunicarnos y que van más allá de la de la imposibilidad del cambio en un país viciado y encerrado en sus peores modos. En medio, quizá el golpe más seco que proporciona la película: el dibujo casi tácito de los monstruos presentes en la historia y que no son sus reos/equipo de fútbol, sino los mandos incapaces de mostrar humanidad, figuras que en un mundo menos viciado y sin ganas de escapar de él mismo merecerían respeto y serían ejemplo.

La 4a. compañía nos lleva cada vez de manera más certera de las ilusiones rotas de Zambrano a las ilusiones destrozadas del equipo, de los delitos “menores” de estos delincuentes a las masacres inhumanas de las autoridades que supuestamente los vigilan y buscan su reformación (esa masacre del Río Tula), de la esperanza de un sistema carcelario y humano, a la falsa esperanza de ser parte de un grupo de personas que los protege de otro grupo de personas.

Esa combinación de rostros, factores y momentos, esa pequeña luz al final del túnel (casi fallido pero valioso partido final en la película) nos adentran cada vez más en este grupo encerrado en él mismo (el equipo) pero también en un incorregible sistema que es a la vez consecuencia de un desastre mayor más allá de las bardas que les impiden salir corriendo.

¿De qué serviría correr? No sólo el sistema te tiene atrapado más allá de la cárcel (la historia de Quinto), sino que lo que ocurre allá afuera es tan grande, la tragedia es tan monstruosa, que resulta incontrolable para un peón de ese sistema.

Al hacerlo, al mostrarnos con un montaje pronto y eficaz (es notorio el trabajo de dar forma a lo que se deja ver como una producción muy atormentada), al acercarnos de esa forma a sus personajes, La 4a. compañía nos susurra en su ametrallada (para bien) conclusión (ejecuciones, masacres, desapariciones) que aunque fuera de la cárcel, nosotros somos y estamos en el mismo equipo en el que juegan estos reos: estamos del mismo lado.
Así, los personajes sufren también un encierro doble, triple, encierro en el encierro como el que Cazals plasma en una película incómoda y ruda, que juega con su suciedad para no hundirse en ella. Solamente que el encierro de La 4a. compañía es diferente y, sin alcanzar los vuelos de El apando, adopta su propia forma. Su encierro es de bardas y no de barrotes, es más de acción que de inacción, pero también nos deja claro que todo se ha vuelto más grande y al crecer se han magnificado los problemas, los enredos, y se han destrozado más (los) sueños.

¿Sirve correr y escapar? ¿A dónde escapa uno? ¿Al descontrol de daños? ¿A la masacre en puerta? ¿A qué se queda uno? ¿A ser parte de un equipo que juega a la vez por poder y por miseria? Esas preguntas son la mejor aportación de la película a sí misma y a la involuntaria pero inevitable siguiente parte del Apando y sus terrores.

CONOCE MÁS. Esta es la crítica de Erick Estrada a la estupenda película mexicana El vigilante, triunfadora en el Festival Internacional de Cine de Morelia.

La 4a. compañía
(México-España, 2016)
Dirigen: Mitzy Vanessa Arreola, Amir Galván Cervera
Actúan:  Adrián Ladrón, Andoni Gracia, Hernán Mendoza, Gabino Rodríguez
Guión: Mitzy Vanessa Arreola
Fotografía: Miguel López
Duración: 109 min.

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