Cuando los hijos regresan.
El otro cine mexicano
Por Erick Estrada
Cinegarage
Resulta hasta cierto punto natural que Hugo Lara realice el movimiento de ser crítico e investigador de cine a director con una anécdota que lleva por nombre Cuando los hijos regresan. Conociendo y entendiendo el cariño y el interés de Lara por el cine mexicano, convocar e invocar la historia de Juan Bustillo Oro –Cuando los hijos se van (México, 1941)- que coescribió con Humberto Gómez Landero, para realizar su ópera prima es comprensible e incluso, aplaudible.
No sabemos si de manera conciente o no, el hecho de trasladar el sueño de aquel México que entraba a la modernidad y veía a sus nuevas generaciones abandonar el hogar de los padres, a la pesadilla de un país de sueños rotos y promesas incumplidas (como la de poder ver a los hijos partir para desarrollar una vida plena y que recompensa sus sacrificios), para desarrollar una comedia que apunte a esa fractura social, le da a la película algo más que buenas intenciones: idea y alma.
Lo que sí sabemos es que al nombrar así a su debut en la dirección lo que Lara busca es la referencia y la señal, quizá para dejar claro que a diferencia de varios creadores y escritores contemporáneos, él ha tenido la delicadeza de revisar y entender al cine que hoy esos mismos cineastas ven con algo de recelo (y eso no es necesariamente malo) y que posibilita el que puedan filmar ahora mismo.
Por si ello fuera poco, Cuando lo hijos regresan recoge también el momento y el impulso de comedias urbanas que, a diferencia de muchas otras, muy probablemente posean mejores ingredientes y entreguen un mensaje mejor amasado y menos superficial. Lara puede conectar su película con el enorme éxito que significó Nosotros los Nobles (México, 2013) justo en el señalamiento de las promesas rotas que reunifican familias más a fuerza que voluntariamente: sus hijos vuelven para reconstruir el sueño perdido o para mantener el sueño perpetuo. Allá, un mirrey sin salvación realiza el papel del perezoso ex millonario que quiere vivir de ideas extravagantes. Aquí, un hijo menor eterno estudiante, hila posgrados a su currículum y “vive” a base de planes no menos extravagante más para mantener su estatus en la casa de sus padres que para buscarse un empleo real.
Cuando los hijos regresan también puede relacionarse con las muy generosas intenciones de Un padre no tan padre (México, 2016) en la que una reunión igualmente forzada modifica la complicada relación de un padre con su hijo, separados de tal forma en ideas y formas de vida que todo se dispone para una situación propia de los enredos también típicos en ese viejo cine de la época de oro en el que la familia, la ciudad y los equívocos eran ingredientes presentes, juntos o por separado, en las películas de entretenimiento popular de esos años.
El planteamiento de Lara es atractivo, con idea y eso es lo que le da a la película un arranque inteligente, de tono ligero y grato que, quizá como no lo hicieron (a pesar de quererlo) ni Nosotros los Nobles ni Un padre no tan padre, le habla más a generaciones mayores que al público juvenil capturado ahora en comedias románticas facilonas que se han adueñado de la taquilla con voracidad (y tino mercantil, la verdad) apabullante. ¿La razón? A diferencia de aquellas, desde el minuto uno hasta el cierre de su anécdota Cuando los hijos regresan avanza y deposita su peso en la gran mancuerna formada por Carmen Maura y Fernando Luján. Son ellos quienes iluminan la comedia cuando la película quiere usarla y son ellos los que tiran del resto del reparto (igualmente profesional pero desaprovechado después de la primera mitad) a través de los desvíos que la historia presenta, de manera muy desafortunada, apenas iniciada la segunda parte.
A pesar de sus varios buenos momentos, de una comedia silenciosa que consigue dialogar con ese público maduro, cuando el conflicto que ha logrado plantear cuenta ya con presencia en la pantalla (quizá utilizando más tiempo del necesario, un tiempo que le hace falta mientras su conclusión se aproxima) y en un giro que rompe el guión y su ritmo, Cuando los hijos regresan desarrolla situaciones bastante más explosivas (el boicot paternal hacia los incomprensivos hijos), casi irreales (esas tiendas de campaña, los ahorros de una vida casi simbolizados en una pequeña caja de madera), provocando una fractura que si bien no la desbarranca sí provoca descontrol.
Es en esa segunda parte en donde Lara evidencia la falta de tiempo, el casi cambio de tono de su guion y pareciera que él mismo siente el descontrol que todo provoca. Hay escenas en las que la cámara no parece encontrar su lugar (deberíamos ver más la casa, mucho más) y una de ellas, quizá la más importante de toda la anécdota, se desarrolla en un plano que se alarga de forma irremediable (lo digo por lo que pudo provocar que ese plano llegara al corte final y porque a partir de entonces la película pierde mucha de su consistencia) y que choca de frente con su propósito: materializar el cambio de sus personajes y llevarnos a una conclusión todavía más grata que la que ya posee la película.
Es a partir de ahí, de esa segunda parte en descenso, que la película muestra sus errores mayores: los personajes pierden matices, se aceleran situaciones (el personaje de Irene Azuela sale perdiendo precisamente en estos apartados) y en consecuencia su desenlace es casi anticlimático, llega casi por inercia.
Si bien la película no descarrila del todo (su público adulto le otorgará a la cinta todos los pequeños favores que ella pide) y reconociendo que un reparto de este tamaño no es común en una ópera prima de un crítico que ahora apuesta por la dirección (¿son quizá demasiados personajes?), todas las buenas intenciones que la empatan con los Noble y con el personaje de Héctor Bonilla en Un padre… amenazan con desaparecer en sus trastabilleos finales.
Afortunadamente ello no ocurre y además la película cuenta con el trabajo suficiente para quedar diferenciada de propuestas muchos más desencantadas, menos pulidas y planteadas de manera mucho más desprolija en comedias que parecen querer emparentarse con un cine más ramplón y superficial por no decir vulgar. En el cine de entretenimiento hay también diferencias y Cuando los hijos regresan consigue, eso sí de manera clara, situarse en el lado más propositivo. Hay debilidades, ojalá se corrijan.
CONOCE MÁS. Esta es la videocrítica de Erick Estrada a Nosotros los Nobles.
CONOCE MÁS. Esta es la crítica de Erick Estrada a Un padre no tan padre.
CONOCE MÁS. Aquí pueden ver el avance de Cuando los hijos regresan.
Cuando los hijos regresan
(México, 2017)
Dirige: Hugo Lara
Actúan: Fernando Luján, Carmen Maura, Cecilia Suárez, Irene Azuela, Erick Elias
Guión: Claudia Gonzáles Rubio, Hugo Lara
Fotografía: Ramón Orozco