Club Sandwich
El Edipo elegante
Por Erick Estrada
Cinegarage
El tema podría ser ya sintomático. Club Sándwich anuncia desde su secuencia inicial (después de los créditos musicalizados con la versión de Los Shajatos a “Where is My Mind” de Pixies) que de nuevo nos adentraremos a los momentos y los problemas de una familia rota: una madre joven y un adolescente que apenas asoma vello facial se frotan bloqueador solar. El mensaje es claro: no existe la figura paterna pero ello no evita la cordialidad en la relación familiar que apenas vamos descubriendo.
Lo que viene es una pausada y muy fina descripción de los vínculos madre hijo en pequeñas secuencias que ayudan también a vincularnos con estos extraños seres, que a veces rozan el mundo de Edipo con entusiamo y ternura, otras nos sumergen en la dictadura hormonal del adolescente que no puede dejar de masturbarse, y algunas más nos acomodan en un círculo de diálogos que se repiten no en el mismo orden pero sí con los mismos ingredientes, justo como las capas de un club sándwich.
En ese mundo aparentemente apasible y aún bajo el control de la madre, aparece de repente una chica que, al desbalancear con su propia carga hormonal la vida de la extraña pareja con la que estábamos sentados al lado de la alberca, provoca que en los nuevos encuadres de Eimbcke el chico se acomode en medio de las dos mujeres, de nuevo, como ocurre en la forma de un club sandwich común y corriente. Ello es más que un juego visual: en la lucha entre el amor edípico y la atracción sexual el adolescente se ve desorientado y a merced de dos mujeres que tácitamente y con excelente sentido del humor se pelean su atención. Primero la adolescente atrapada en un mundo muy propio, separada del resto de su familia por una brecha generacional gigantesca (su padre es una figura tan debilitada físicamente que se vuelve tan ausente como el padre de su enamorado); después, una hembra alfa-madre atormentada por el amor incondicional a su propio hijo en conflicto con la dolorosa separación fruto de su crecimiento y maduración.
Eimbcke resuelve elegantemente esos pequeños conflictos durante su narración con lucidez narrativa y gran idea en los encuadres (de los que surgen pequeñas sorpresas al servicio de su sentido del humor), con un montaje que se acelera conforme el desenlace se acerca (hay dos ritmos, el incial más pausado y el final, menos pasivo) y con un tono juvenil que, a pesar del desencanto de su cierre, se siente cálido, humano, con vista en el futuro, aunque se trate de uno pequeño.
Cub Sandwich
(México, 2013)
Dirige: Fernando Eimbcke
Actúan: María Renée Prudencio, Lucio Giménez-Cacho, Danae Reynaud
Guión: Fernando Eimbcke
Fotografía: María Secco
Duración: 82 min.