Nymphomaniac, crítica

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Nymphomaniac I
Mucho sexo y poco orgasmo
Por Erick Estrada
Cinegarage
(Más abajo encontrarán la crítica al volumen II)

A la mitad de un segundo y medio, con precisión espeluznante y los hilos de las marionetas bien atados; en el minuto adecuado con la imagen medida al extremo y después de una introducción que se nota a leguas pensada y elaborada por Lars von Trier, estallan las guitarras de Ramstein en “Führe Mich”, una canción de amor disfrazada de musculosa ópera oscura, la unión de dos amantes en voz atenorada, testosterona de oropel.

Deberíamos saber ya que lo que sigue es más resultado de una presentación como ésta antes que una historia que se aleje de ello y nos adentre en las verdaderas oscuridades de las adcciones (en este caso la de una chica ninfomaniaca que descubre su enfermedad muy temprano en la vida). En su lugar tenemos la reafirmación de una dulce búsqueda de ese amor de primavera disfrazada de cuchillos y adornada con flashes dramáticos tan bien medidos como los coros y los versos de la canción emblemática de Nymphomaniac.

Nada nuevo hay en los gráficos que se despliegan apoyando una narración adormilada en voz de Charlotte Gainsbourg y que pretenden que descubramos los secretos de la proporción áurea ligados a las artes de la pesca y entetejidos (de hecho la palabra se usa) con la narración-confesión del personaje de Gainsbourg, Joe, la famosa niña ninfomaniaca que se ve seducida de repente por narrar a un anciano, Stellan Skarsgård, su biografía amatoria.

No hay razón real para que ello ocurra. Tampoco hay una ganancia ni en quien escucha ni en quien narra. El discurso despega tan campechanamente como se interrumpe pues, hay que sumar que a la historia que comienza con esa escena callejera larsvontrayana y las guitarras de los metálicomelosos Ramstein, le falta aún la mitad de la historia en el Volumen II.

Este primero se empequeñece y, con ese manejo de gráficos en pantalla, con un humor campante entre lo involuntario y lo verdaderamente mordaz, arma los encuadres y situaciones que en esta planicie visual habría fabricado Wes Anderson con un terrible dolor de estómago.

En este anecdotario sexual de Joe, el sexo parece más algo incriminador que iluminador, está más dentro del túnel de la culpa ignorante que ante la liberación festiva, jovial y colorida del Pasolini que el mundo recuerda con más afecto, el de El decamerón (Italia-Francia-Alemania Federal, 1971) y el de Los cuentos de Canterbury (Italia-Francia, 1972).

La fealdad asumida e intencional de Lars von Trier lo lleva incluso a elaborar un catálogo de penes que ni celebran la estética fálica como sí lo hizo Pasolini -y como incluso mucho del porno dirigido por mujeres hace en la actualidad- ni atenta en realidad contra nada que busque eliminar un simple close up de pene al considerarlo ofensivo. Muy al contrario, acomodado como está en este diálogo de sordos entre la ninfomaniaca y su pescador a la escucha, ese catálogo se aproxima más al atentado premeditado, calculado. Terrorismo de diseño sin alcances verdaderos.

La oscuridad de la adicción nunca aparece, el sexo no resulta ni sanador ni condenatorio (aunque hay que aclarar que el Volumen II debe entregarnos por lo menos esa respuesta), el sufrimiento parece deambular a 300 metros sobre la cabeza de los personajes. Aún peor, el goce maldito que da su droga al adicto tampoco aparece ni por asomo. La anécdota que Von Trier se empeña en vender a través de las campañas publicitarias alrededor de la película es, desgraciadamente, tan demoniaca como la música de Ramstein.

En ese diálogo de sordos, en ese ir y venir de cabos que en lugar de atarse se separan irremediablemente antre nuestros ojos que ya han contemplado obviedades visuales casi en el límite de lo absurdo, está lleno de frases aspiracionales de una simplicidad feroz, un trabajo lírico que entra como ariete en el mundo del malabar y el efecto. Nada de lo que se dice, ninguna de las respuestas que los personajes sueltan como en letanía de navidad, tiene peso ni consecuencia: no hay disertación ni contrapuntos, no hay debate ni boxeo de ideas. Hay sí, una premeditación por el flash y el despilfarro de tiempo y ante tal vacío en la pelea de ideas de apenas dos personajes y medio (Shia LaBeouf se delimita apenas en esta primera parte), la anécdota de una supuesta adicta al sexo y a sí misma, que se acusa ya de ser un horrible ser humano, manipulador y egoísta, termina por ser completamente pulcra.

¿Cómo es que Von Trier consigue armar una narración tan transparente y ligera a lo largo de dos horas? Verso-coro-verso. En la película se fuerza a la extrañeza a hacer un par de apariciones y serán esos pequeños capítulos extremos los que anuden el anecdotario, los que encuadernen con vulgar espiral de plástico lo que pretende ser una enciclopedia de sufrimiento y desesperación (en particular la escena en que Uma Thurman toma por algunos minutos las riendas de lo que ocurre en el set).

Nada más lejano del resultado final. “¡Qué horrible que todo deba ser tan trivial!” dice un personaje conforme las obviedades visuales de leones enjaulados se enciman a la descripción en off de un león enjaulado. Qué terrible para quienes vemos esto que la falsa profundidad inunde a fuerza de insitencia este discurso que hasta donde hemos visto, no lleva ni siquiera a un conflicto real -mucho menos uno metáfórico- de alguno de los personajes que comienzan a esbozarse en pantalla.

Referencias extrapoladas a Edgar Allan Poe en donde “La caída de la casa Usher” debe ser el espejo de ese amor enfermizo y carnal no consumado con el padre (“cuando murió me sentí vacía”, dice Joe, “lubriqué”… y el cine salta entre incrédulo y desorientado).

La explicación de la película por la película. La autojustificación y el endiosamiento de la casualidad en una historia que tomada menos seriamente debería ser una gran comedia sexual. El machismo tácito que deja ver que tras una pérdida de la virginidad traumática y desencantada puede existir la semilla del amor.

Todo hace de este primer capítulo de Nymphomaniac un concierto de literalidades que ni hacen del sexo un gozo como con Pasolini, ni de las fronteras del juego sexual una vivencia extrema como El imperio de los sentidos (Japón-Francia, 1976), ni del sexo explícto una declaración de principios (musical) e intento desencantado de balance de géneros como en 9 orgamos (Reino Unido, 2004), ni una oda a la pasión desmedia estilo La vida de Adele (Francia-Bélgica-España, 2013). Mucho menos aún un atentado contra las hipocresías burguesas y de clase como Teorema (Italia, 1968) o Joven y bonita (Francia, 2013).

Mucho sexo y poco orgasmo.

Nymphomaniac: Volumen I
(Dinamarca-Francia-Alemania-Bélgica-Reino Unido, 2013)
Dirige: Lars von Trier
Actúan: Charlotte Gainsbourg, Stellan Skarsgård, Shia Labeouf, Christian Slater
Guión: Lars von Trier
Fotografía: Manuel Alberto Claro
Duración: 145 min.

 

Nymphomaniac II
La pequeña aventura de Von Trier
Por Erick Estrada
Cinegarage

La segunda parte de la lista de cuentos rosados disfrazados de atrevimiento anti burgués y que es conocida como el Volumen II de Nymphopmaniac usa menos flashes que la primera, que apenas a los pocos minutos de iniciada esta conclusión ya se siente como un lastre enorme, como si en medio de las confesiones que estos dos seres humanos tan aparentemete dispares –pero que nos dan pistas suficientes para saber que algo tremendista viene en camino y confirmar que son gelatinosamente parecidos- existiera un chaperón invisible pero del que adivinan su presencia.

Es decir, algo más de pólvora hay en esta parte. Algo más de idea se aprecia en esta segunda fila de confesiones de la nifómana ante un hombre que nunca ha probado las mieles del sexo, mucho menos las pretendidas oscuridades que la adicción hacia él le regalan a la mujer que interpreta Charlotte Gainsbourg.

¿Estamos ente la señalización (o casi estigmatización) de la virginidad masculina? Porque en algún momento la tambaleante pero fantasmagóricamente efectiva narración de Von Trier (es decir, quien quiera creérselo se lo va a creer) parecería que quien no ha vivido el sexo debería ser señalado como incapacitado para opinar al respecto. Y sin embargo, de nuevo y antes de responderlo, Von Trier da un golpe al timón y en el siguiente capítulo pareciera que, mejor dicho, sólo es inocente quien no ha tenido sexo (haciéndonos asumir que ser inocente es ser bueno). Contradicciones que se suceden (premeditadamente) para desatascar convesaciones que, como ocurre con la película, no serán nunca lo suficientemente profundas.

Y sin embargo, en medio de estas referencias pulidísimas y megalomanicas al satanismo, al paganismo, a la guerra, a la gran puta de Babilonia, en donde el sexo y su gráfica, su juego visual y su coreografía siguen sin presentarse (la ausencia total de sexo es la mayor de las contradicciones de Von Trier en esta película), a pesar de todo, algo de dinámico y divertido hay en esta segunda parte.

Al vincular transparentemente ese medio sufrimiento que causa la narración y la escucha de esa narración a la pasión de la ninfómana, al supuesto misticismo que le provoca su primer orgasmo y la desaparición del disfrute sexual, aún con la sentencia de que los extremos la llevaban a lubricar ante el dolor no experimentado (recordemos que en la primera parte lubricó en el instante en que su padre falleció), algo de divertido y estético aparece por fin en esta bitácora sin sentido de supuesto ataque a la hipocresía de la sociedad burguesa contemporánea.

El capítulo de ese Jodorowsky mezcla de chamán intrépido y de torturador de película de Eli Roth en el que algo de lo turbio de la vida sexual urbana se deja ver (era la oportunidad de reapreciar a la Bella de día -1967- del gran Buñuel, pero la flecha se escapa sin remedio), es al mismo tiempo la dosis de agilidad y humor retorcido y cortante que tanto se nos había anticipado, a la vez de la oportunidad de echar a volar la imaginación con encuadres que rescatan posiciones sadomasoquistas que no necesitan de la piel para acelerar el pulso. Ahí, en apenas unos segundos Von Trier recupera el ojo y algo de la vitalidad que lo tiene ahora encumbrado en la pirámide de la auto adulación y por supuesto el fragmento se disfruta al máximo, a pesar de que a veces esas punzadas de humor filoso se inclinen a los terrenos del humor involuntario: los 40 latigazos, las muñecas atadas, las no-confesiones que ahorran tiempo y explicaciones, las miradas muy a lo Polanski. Todo está bien puesto en un momento que, sin embargo, se derrumba cuando la última puerta de ese consultorio, confesionario, sala de torturas, última cabina de un machismo retorcidamente encantador, se cierra ante la sorpresa de un hombre virgen que escucha todo en el cuerpo de Stellan Skarsgård ya a punto del infarto.

Sin embargo, lo que sigue nos regesa a esas pláticas superficiales nacidas de la casualidad, que sigue uniendo los capítulos de la narración de la ninfómana que apenas ahora ya muy avanzado este segundo capítulo, deja ver algo del sufrimiento que escurre de su adicción, en una mezcla inocente y cándida de castigo, penitencia y una afirmación -más fuera de lugar que provocadora- que dice que la “homosexualidad es una desviación”.

¿Hay más? Desgraciadamente no. Von Trier ha prometido el diario de una nifómana y en su lugar ha entregado una serie de cuentos en los que una nifómana cuenta cosas que recuerda no por ser nifómana, sino por jugar a serlo. Von Trier ha prometido también dejarnos ver o el goce o el sufrimiento del sexo y para ello deberíamos ver más sexo, jugar más con el concepto del orgasmo, incluido lo profundamente animal que con él y para él puede llegar a ser el humano. En su lugar tenemos discusiones eternas de los dueños de un par de falos no mayores a los que se detectan en películas porno promedio, y en medio de ellos (literalmente) a una desorientada chica que ni busca placer ni lo obtendrá esta tarde pues sus juguetes sexuales prefieren ponerse a platicar apuntándose uno al otro.

Lars von Trier ha prometido también un ataque a la falsedad de la sociedad contemporánea, deshumanizada e hipócrita. En su lugar nos deja una serie de confesiones entre las que se adivina un final tremendista y abigarrado, fuera de lugar y que quiere disfrazar de declaratoria de género.

Sin tener que remitirnos a más comparaciones fílmicas, diré que Von Trier en esta pequeña aventura sin rumbo (aunque en la segunda parte con algunos momentos) dejó pasar de largo la turbiedad buñueliana, la exploración visual-sexual que por ejemplo mucho del cine gay (no porno) ahora ejecuta sin obstáculos y, sobre todo, la muy prevendida crítica al mundo actual. Para ello debió acercarse a “Sexus”, “Plexus” y “Nexus” y a la nada metafórica narración sexual y orgásmica de Henry Miller, el maestro de la búsqueda mística a partir del sexo, el trasgresor sin gritos desaforados, el que mutiló a sesenta ninfómanas en busca del extremo, siempre el extremo… nunca del escándalo plano.

Nymphomaniac: Volumen II
(Dinamarca-Francia-Alemania-Bélgica-Reino Unido, 2013)
Dirige: Lars von Trier
Actúan: Charlotte Gainsbourg, Stellan Skarsgård, Shia Labeouf, Christian Slater
Guión: Lars von Trier
Fotografía: Manuel Alberto Claro
Duración: 123 min.

 

Comments (16)

  1. Alguien olvidó mencionar a Stacy Martin en la ficha (al menos del Volumen I). Es tan buen critico de cine, que además de dedicarle horas a viborear la película, se come a los actores principales.

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  2. jajaja a mi tambien me dio flojera leer esta criticota, pero donde me dio mas risa fue en la parte de “tras una pérdida de la virginidad traumática ” jajaja.

    La pelicula me parecio excelente!

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  3. Le dedicaste 15 párrafos, número mayor del promedio de tus críticas, eso me dice que te gustó más de lo que crees. La verdad es que yo no entiendo a estos que se dicen ser críticos pero que confunden su labor con la de ensayistas o en el peor de los casos poetas. Son los mismos que alaban obras totalmente pretenciosas, tediosamente aburridas y llenas de clichés como La vida de Adele (si aunque se me vengan encima) pero cuando se trata de Lars Von Trier (el único al que ser pretencioso le sale bien) ahí se rasgan las vestiduras gastándose toooooda una vida para simplemente decir que no les gustó. Yo ya tuve la oportunidad de ver el volumen I y II y la verdad es que me parecio una obra maestra muy por encima de muchas otras obras pretenciosas que se dicen ser arte, pero que en realidad ya son discursos muy gastados (de esas a las que “críticos” como Erick Estrada le gustan), y lo que más me gustó de la película es que el final es casi literal una patada en los huevos PARA TODOS (espectadores y críticos al por mayor), es lo que me gusta de Lars Von Trier, el hace lo que quiere sin importarle lo que ustedes piensen y por lo tanto no espera una “amable” respuesta, a diferencia de esos otros cineastas de apellido imposible que creen que que por poner escenas eternas de sexo lésbico ya es arte.

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    • Noé Roman pasame tu Twitter e-Mail o algo. A mi si me interesa la reseña/critica de esta película pero LA TUYA! a parte también quiero una opinión personal, Gracias!

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    • NOE, A MI ME GUSTO MUCHO EL VOLUMEN 1, PERO PIENSO QUE ES NECESARIO EL COMPLEMENTO PARA TENER UNA OPINION DE LO QUE CONCIBIO LARS VON TRIER COMO UNA SOLA PELICULA Y NO 2. LAMENTABLE QUE EN LA CINETECA PRESENTEN UNA VERSION CENSURADA Y RECORTADA. EN FIN. DONDE VISTE EL VOL 2? SABES DONDE LO PODEMOS VER?

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  4. Lamentablemente estoy de acuerdo con los comentarios de los compañeros, lamentable la falta de idea de Erick y tambien el hecho que en esta “critica” no mencione a las dos peliculas que preceden a esta que forman la Trilogia de la Depresion segun Lars Von Trier, ahora nos quedamos en el simple hecho de tomar nota de otras peliculas y comparar, lo unico que esta demostrando es la flojera que el cine le esta causando, por pretender haberse visto ya todas las peliculas que tienen un significado similar. Seria mejor que vieras las dos partes, las cuales yo si vi, y hacer una critica general, por que esta solo le pertenece a las primeras dos horas de esta y hay mucho, pero muchisimo mas que ver en la segunda parte.
    Lamentable!!!

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  5. Es real esta crítica??? Me dio hasta flojera seguir leyendo, pero la tuve que acabar !!! en realidad solo enredan tus palabras y no logras ni atraparnos en algún sentido coherente … ” Mucha frase, poca idea”

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  6. Nunca había leído una reseña tuya y ahora espero nunca volver a hacerlo, al menos esta reseña me resulta tremendamente pretenciosa y vacía. No entendí cuál fue tu punto y a pesar de que escribes mucho de lo que te pareció, en realidad no dices nunca tu opinión. Tu estilo periodístico ni siquiera puede llamarse de ese modo, no estás haciendo periodismo, ni siquiera una nota. No estás escribiendo nada.

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  7. “En ese diálogo de sordos, en ese ir y venir de cabos que en lugar de atarse se separan irremediablemente antre nuestros ojos que ya han contemplado obviedades visuales casi en el límite de lo absurdo, está lleno de frases aspiracionales de una simplicidad feroz, un trabajo lírico que entra como ariete en el mundo del malabar y el efecto.”

    Mas que una critica, es un ensayo al pleonasmo.

    Incoherente y falto de sentido, absurdamente redundante y pretencioso. La reseña es lo de menos, el critico nos presume que se compro un diccionario, y encontró la sección de sinónimos.

    No se como llegue aqui, pero leer ese párrafo me hizo reír mucho.

    Erick Estrada no eres Julio Martinez…se original busca tu propio estilo.

    Seguro la película es menos pesada y pretenciosa que tu reseña.

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  8. El escritor MAMA de mas con sus descripciones……si no tiene como llenar el espacio de menos que no lo llene de comentarios pretenciosos que ha nadie interesan..

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