Aningaaq, film déjà vu

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Aningaaq
Film déjà vu
Por Erick Estrada
CInegarage

De Gravedad se ha dicho mucho. Las discusiones han llegado incluso a proponer y diferenciar la experiencia de la película en distintos formatos que llegan al absurdo 4DX y que pasan por el IMAX y la tercera dimensión. En cada una de ellas hay variantes y hay defectos pero ninguna nos va a enriquecer la propuesta de Alfonso Cuarón tanto como el cortometraje que su media naranja en la escritura del guión, Jonás Cuarón, dirigió, escribió, editó y acomodó: Aningaaq.

Primero la trivia. Se nos ha dicho (y vamos a creerlo por lo menos para efectos de este texto) que el cortometraje había sido condenado por la Warner a no ser estrenado sino como complemento de Gravedad en la edición BluRay a pesar de haber disfrutado de exhibiciones en festivales de cine. Ahora que el cortometraje compite oficialmente por el Oscar a Mejor Corto de Acción Real Warner ve la oportunidad de engordar aún más la imagen que películas como Gravedad le dan y, claro, un mayor porcentaje de ganancia y una oportunidad que para capitalizarla no debe dejar pasar. El resultado es su “estreno” en internet.

Ahora al grano. Esas exhibiciones de festival le habían dado a unos cuantos el privilegio de extender el panorama de apreciación de Gravedad. En un momento crucial de la película el personaje de Sandra Bullock (Ryan Stone) se comunica a la Tierra y tiene un incomprensible cambio de palabras con un tal Aningaaq que, sin querer pero en juegos de coincidencias que podrían decir más de lo que se ve (sumemos que Aningaaq está muy contrariado por tener que sacrificar a uno de sus perros) le regala un instante de confort y tranqulidad. Ambos desastres se unen y, cada uno en su pequeño universo (el de la diminuta cápsula espacial y el del polo terrestre gigantesco pero intransitable), y cada uno hundido en su inmensa nada, viven una tragedia luminosa.

El valor del cortometraje en sí, y como complemento de Gravedad, es grande. Se trata de un gran momento en una pequeña gran historia. Esa historia se convertía en dos para quienes habiéndolo visto en festivales complementaban este instante en la nada terrestre con todo lo que le ocurría al personaje encerrado en la nada espacial.

 

Ya las interminables sagas de super héroes y las franquicias en que se han convertido habían inaugurado este experimento de mercado que el público tarde o temprano terminará (espero) por adueñarse: reunir las historias, engrosarlas, revisarlas e interpretarlas desde distintos puntos de vista armados por diferentes directores en distintos tiempos. Mientras por un lado se inauguraba el monstruoso aparato en el que todo esto se movería con Iron Man, en otros lados comenzaban a elaborarse películas (Avengers: los vengadores) que terminarían por insertarse en esa primera en un futuro nuestro que a la vez sería el presente para los personajes. Lo mismo con el resto de los personajes involucrados en el guacamole (Thor, Hulk y los satelitales pero omnipresentes Nick Fury y Black Widow). Lo mismo también con los otros super héroes, los Hombres-X.

La rapidez con que se producen películas en la actualidad, la voracidad por distribuirlas, exhibirlas y por consumirlas es una de las causas de que estos universos se crucen en algo que se parece más al viaje en el tiempo que a la saga cinematográfica (Star Wars no está del todo incluida aquí, ella y sus primas Indiana Jones son tradicionalmente capitulares). Es, insisto, un fenómeno de mercado, pero el fenómeno comienza a afectar a guiones que aún no se han escrito y, ante la posibilidad de tener a las cintas ya terminadas (en colecciones super heroicas o en los servicios en streaming) afecta también la manera en que se exploran y se disfrutan. No quiero dar malas ideas pero el botón de pausa es aquí una herramienta poderosa que se afila con las ramales de la nueva televisión.

Con Aningaaq y Gravedad ocurre lo mismo (en un nivel distinto, por supuesto). A través de su estreno en línea ahora todos (hayan visto o no la película de Alfonso Cuarón) pueden conocer la pequeña historia que se cruza con la gigantesca narración en el espacio y tener desde ahí dos perspectivas que se sumarán en un montaje tan cinematográfico como meta cinematográfico. Cada película cuenta con su gramática y sus juegos de montaje, pero aquí es el espectador quien decidirá el resultado final de esta nueva yuxtaposición de historias terminadas, independientes pero relacionadas en este caso a través de una conversación. Claro, conocer esa historia y quedarse ahí, sin ver Gravedad nunca jamás es otra libre y soberana posibilidad. ¿Alguien se atrevió ya?

 

Es natural que la intención de los distribuidores con la liberación de Aningaaq sea llevar más gente al cine e incluso provocar que la gente revise Gravedad. Sin embargo, si abrimos los ojos como espectadores, si relajamos los rigores del cinéfilo y si aprovechamos herramientas que no tuvieron a su alcance quienes nos enseñaron a ver cine, quien sale ganando es el que ve la(s) película(s).

Ver Star Wars (o El padrino) en el orden en que se estrenaron, creo, es la manera adecuada de hacerlo. Hoy, con una película como Gravedad en la que no hay arriba, abajo, izquierda, norte, oeste, sur o derecha, la gran metáfora se extiende con el estreno del cortometraje de Jonás Cuarón: no hay una manera correcta de verla(s), unos intentarán primero el corto, otros verán primero Gravedad; algunos benditos herejes pulsarán pausa cuando la oficial Stone se comunique a la Tierra, verán el trabajo de Jonás y regresarán a Gravedad… y unos más tasajearán para el futuro internet la secuencia que unirá espacio y polo.

Los productores de la película (ahora se sabe) pedían flashbacks de la vida de la oficial Stone y cortes a la central de comando en Houston “para que no toda la película ocurriera en el espacio”. Cuarón (valerosa y enfáticamete) se salió con la suya y cuenta su historia (y la de Jonás) como lo tenia calculado: toda en el espacio. Conocemos y entregó ya, la versión del director.

Resulta alegremente paradójico que ahora puedan ser quienes aman (u odian) su película los que puedan realizar el ejercicio, literal o metafóricamente, uniendo espacios y tiempos y expandir o modificar el disfrute de su película en presentes o futuros distintos.

Será que ya experimentamos el cine de forma distinta, con nuevas maneras. A algunos les va a doler, pero les va a gustar… espero. Film déjà vu.

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