RMFF, día 5

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RMFF, día 5
El cine mexicano
Por Erick Estrada
Cinegarage

Algo de controversia ha habido en las mesas después de las funciones en el Riviera Maya Film Festival: ¿No hay películas mexicanas distintas? ¿Vale la pena que las películas mexicanas que se han visto en otros foros (festivales y muestras) repitan proyección en la primavera, más concretamente aquí?

Desde la posición de privilegio de muchos críticos y de algunos medios (entre los que nos incluimos) la respuesta podría resultar negativa. No, muchas películas ya han sido revisadas y eso únicamente nos da la ventaja del tiempo extra, de poder obviar las proyecciones de la Plataforma Mexicana para checar películas más difíciles de encontrar, incluso desde nuestra posición de privilegio. Eso, sin embargo, todavía es un plus.

La otra respuesta, la que llegaría desde el público asistente a las funciones del RMFF es la afirmativa. Aclaro, antes de seguir, que el público de este festival no solamente es el más particular de los que se hacen en México -compuesto por mexicanos, franceses, ingleses, argentinos, italianos y una gran dosis de espectadores de Estados Unidos que vienen a extender la oferta de sus propias vacaciones con películas gratis-; extra a ello debe quedar claro que a apenas en su segunda edición, el RMFF tiene ya un mejor público que el que se vio, por ejemplo, en el Festival de Cine en Guadalajara, descuidado e irrespetuoso con y en sus funciones.

Este público, nacional o no, no cuenta con el acceso que tenemos los medios a las películas mexicanas que, por otro lado tardan mucho en llegar a la cartelera de las grandes ciudades y que casi nunca aparece en las pantallas de ciudades como Playa del Carmen y Cancún. Desde ese punto de vista, tener entre la oferta de la Plataforma Mexicana a propuestas como Las lágrimas o Juego de niños, cintas que se concretaron no con pocas dificultades, trae este cine a la gente que lo tiene que ver y que probablemente lo perderá de vista en la lista de estrenos, apabullante y gigantesca, que llega desde Hollywood.

Sumemos que las funciones del RMFF llenan sus salas un 80% en promedio (ha habido funciones con localidades completamente agotadas, claro) y la fórmula toma forma. Quizá perteneciendo a la selección de un festival que las ofrece gratuitamente las películas mexicanas no reciban un impacto financiero, pero acomodándolas aquí se les expone a un público, nacional o extranjero, que en circunstancias normales no las voltearía a ver.

Penumbra, de Eduardo Villanueva; Rezeta, de Fernando Frías; Mitote, de Eugenio Polgovsky; Las búsquedas, de José Luis Valle; Despertar el polvo, de Hari Sama; Halley, de Sebastián Hoffman; Inori, de Pedro González Rubio; Palabras mágicas, de Mercedes Moncada; todas han sido proyectadas en el marco del RMF, un territorio de la República Mexicana del que geográficamente resulta complicado salir para acceder a la oferta de festejos como el Festival Internacional de Cine de Morelia, el FICUNAM, el de la Ciudad de México, la Muestra Internacional de Cine o el Foro Internacional de la Cineteca, quizá la mejor oferta que tenemos hasta ahora en cuestión de festivales, todos alojados en el centro del país.

Si un festival sirve para traer a un público tan agradecido el cine mexicano que se hace en estos días deberíamos aprovecharlo tanto medios como la gente que se forma en las filas de las salas. Extra a ello se encuentra la calidad de las películas seleccionadas que, aunque con tropezones monumentales (no mencionados en la lista de arriba, claro) ha llevado a la gente de la emoción de autorreconocimiento en Mitote, a momentos de introspección rulfiana en Penumbra, cruzándose en el camino con la grata lentitud del documental Inori, la jovial fábula urbana algo crítica con el ser mexicano de Rezeta, al terror contemplativo (como ya lo había bautizado antes) de Halley, a la madura y excitante propuesta de No quiero dormir sola que, aunque no pertenece a la Plataforma Mexicana de este año (quedó acomodada en la sección Gran Público), es uno de los mejores ejemplos del cine de calidad (alta) que se produce en este país y que no se ha visto fuera de festivales.

Las pantallas de esta zona del país lo agradecen y al escuchar a la gente después de las funciones, ellos también. Es un empujón extra para enseñar de nuevo a los mexicanos a ver sus propias películas… si de paso caen en la fila algunos extranjeros, ganamos aún más ventaja. Cuando este periodo pase estaremos en condiciones de exigirle al cine mexicano más películas para enseñar en más festivales.

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