RMFF, día 3
Dos apellidos: Cronenberg y Coppola
Por Erick Estrada
Cinegarage
La jornada comenzó con una ópera prima que nunca supo a eso. ¿La razón? Que la primera película de Brandon Cronenberg se parece tanto a las mejores que ha filmado su padre David, que a veces no se podía evitar pensar que, o se había filmado al alimón o una ola de inspiración invadió por momentos la mente de un hijo a través del espíritu del padre.
La historia es muy sencilla. En un mundo que sabe tan alterno como el de Videodrome y que se acerca a la ciencia ficción más al estilo de Crash, la moda es pagar para que a uno le injerten enfermedades de las estrellas del momento: herpes, infecciones, catarros, todo para conseguir una experiencia corporal -cercana y altamente fetichista- con alguna estrella. ¿El giro? Que uno de los agentes encargados de vender los virus a los miles de clientes trafica con ellos para copiarlos y piratearlos en un tétrico mercado negro de masas musculares de las mismas personalidades ultra populares. ¿El otro giro? Que es su propio cuerpo el único recipiente en el que puede sacar a los costosos virus de los laboratorios.
En ese terreno que de repente suena a El almuerzo desnudo, la explotación del cuerpo de este hombre es a la vez la metáfora de un sistema capitalista tan voraz como los virus con que se trafica en esta historia. Su cuerpo se desmorona a partir de la mitad de este oscuro y conspiracionista thriller de fluidos, y en lo que también se deja ver La mosca sufre una serie de transformaciones y vomita tal cantidad de líquidos que dan pie a Cronenberg hijo a ejercitar otras tantas ideas visuales y rítmicas. El resultado es un viaje de mal ácido con un perfecto chamán, una reverencia al padre de tal magnitud que habrá que esperar que lo haya hecho simplemente para llamar nuestra atención -y la de los inversionistas- para después filmar historias más personales, en lugar de dejar que su cuerpo sea suplantado -como las máquinas lo hacen con los cuerpos en las historias de su padre- para que David pueda filmar después de muerto. ¿Será el inicio de una nueva fórmula de cyborgs cronenbergianos?
Outrage Beyond de Takeshi Kitano fue la segunda función y, de entre los diálogos tan a lo yakuza (incluso subtitulados para los japoneses) y la violencia oculta pero gráfica de Kitano, tuvimos una dosis fuerte y concentrada de violencia y humor sádico, negro, de mafias y venganzas que quizá otros países, comenzando por México deberían explorar primero en este cine y después en películas propias con personajes igualmente salvajes pero con estilo mexicano.
No, no necesitamos otro El infierno. Necesitamos explorar la animalidad y la bestialidad de las mafias mexicanas en historias donde se vea su cosmovisión, nutrida de pólvora machista e ignorante pero no excenta de códigos y “éticas”, unas menos torpes (como la japonesa) y otras francamente imbéciles (como la mexicana).
For Ellen, de la coreana So Yong Kim, producida y protagonizada por Paul Dano inauguró la tarde con una balada triste y cargada hasta el límite de melancolía. Un joven rockero atraviesa por lo que se nota desde el principio es el peor momento de su corta e inexperta vida: la relación con su banda pende de un hilo; recién terminó una gira que provocó un distanciamiento de su mujer e hija; el proceso de divorcio se ha amargado de tal manera que su mujer no quiere otorgarle la menor posibilidad de conseguir la patria potestad o ningún otro derecho sobre su hija; ¿el remate?, el invierno es crudo, gris y no para de nevar.
La carga completa de la película descansa en los hombros de Paul Dano, que elabora un personaje sólido y profundo a base de pinceladas y diálogos cortos y fugaces, como la peor de las canciones de rock. En él se centra la cámara de So Yong Kim de tal forma que en muy pocos minutos nos damos cuenta que, hablando del delantero de un grupo de rock en plena crisis personal y espiritual, tenemos que adentrarnos en el tormento de ser él mismo. El close up es entonces el plano dominante y es con una larguísima serie de ellos que la película a veces alcanza instantes deslumbrantes y otros francamente roza en la obstinación por acercarse a su personaje con ese casi único medio.
A pesar de ello Dano saca todo a flote y aunque la cinta se descuadra en su propia autolimitación, el sentimiento de nostalgia y oscura melancolía surge y explota al final, justo cuando se completa el círculo que dibuja a este rockero que rebota en una caja mitad White Snake, mitad The National.
El cierre, otro ejemplo de lo que puede pesar un apellido. Se proyectó finalmente A Glimpse Inside the Mind of Charles Swan III, escrita y dirigida por Roman Coppola, no solamente hijo del admirado Francis, sino escritor y colaborador de Wes Anderson, héroe del cine hipstercontemporáneo.
La idea aquí es seguir a otro hombre en medio de una crisis tanto de pareja como de identidad, solamente que aquí se trata de un diseñador extravagante pero exitoso, insoportable pero irresistible, rico pero con un gusto tan deteriorado que por su culpa la película entera está atrapada en los años setenta y con ello, muchas de las circunstancias saben primero a autobiografía de Coppola y después a un mecanismo de estilo plomizo pero colorido como el coche del famoso Charles Swan III.
El problema con la propuesta de Coppola es que apoyándose en la figura de otro hombre exitoso pero decadente, encantador pero reprochable, heroico pero delirante como lo puede llegar a ser el propio Charlie Sheen (amigo personal de Roman), la historia se enloda pronto, los actores se dejan llevar por la falsedad y extravagancia de la propuesta y al final no se llega a ningún lado, con todo y el inteligente (iba a decir inspirado, pero no), final en el que, efectivamente, todo queda retratado como un instante de inspiración de este diseñador, en el que se deja claro que lo que vimos es simplemente un ejercicio creativo de un cerebro anormal como el de los artistas. Una lástima porque el resultado es endeble y más incómodo que extravagante.
Mañana, más películas, muchas de ellas mexicanas.