Halley. FICUNAM

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Halley
Terror minimalista
Por Erick Estrada
Cinegarage

Terror minimalista, lo que nos faltaba. Sebastián Hofmann ataca con dureza con una reflexión si bien no tan profunda como parece, sí completamente incómoda, lo cual, hay que aclararo, es una cualidad en esta ola -que parecía bajar intensidad pero que trae más cola de la que quisiéramos- llamada cine minimalista mexicano.

Hofmann narra con detalles dolorosos la decadencia física del guardia de seguridad de un gimnasio, con los mismos vicios del cine contemplativo  y agrega un fuera de foco eterno atribuíble al punto de vista de su casi zombi personaje, pero que abusa en lo oculto y escondido que pretende (porque siempre pretende) comunicar. El resultado del montaje de situaciones, sí resulta sin embargo en una película divertida en la que la muerte está alejada del encuadre (y de una secuencias divertidísima en una morgue) pero que sí incluye la deformidad y la decadencia, haciendo incluso que ambas se paseen entre sus personajes acomodando la idea en la sala de que, a final de cuentas y aunque diferentes, todos padecemos decadencia física (o espiritual o moral).

La cinta genera incomodidad, lo cual es precisamente su objetivo. El choque visual del cuerpo deforme del enfermo-zombi (no lo es, yo lo he bautizado así) con los otros cuerpos aparentemente sanos del gimnasio donde trabaja y que al caminar la película resultan igualmente deformes, desata la reflexión. Los close ups extremos y el tremendismo que le inyecta con un par de secuencias completamente gratuitas (recordemos que es cine festivalero) entallan en el resto de la propuesta y, aunque divertida, cuenta con algunos puntos en contra.

Oliendo a William Friedkin por momentos, otros tantos a Lynch, Halley se separa de ellos por completo por lo gratuito de ese par de secuencias que más que risas nerviosas hacen explotar momentos de humor involuntario. El otro inconveniente es justo la pretensión de su lenguaje seco, previsible y premeditamente limitado. El tercero es  fruto de la pretensión mencionada, un final que de tan abierto y/o metafórico nos deja con la incómoda pregunta de si, como se plantea en la película, la enfermedad es el castigo de nuestros pecados, algo que incomoda más que el paseo por las llagas y podredumbres de su personaje. Y sin embargo, lo negro de su situación y de su sentido del humor la hacen una de las indispensables en el cine mexicano producido en 2012.

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