Matándolos suavemente, crítica

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Matándolos suavemente

El negocio americano
Por Erick Estrada
Cinegarage

“There's a man going around taking names
And he decides who to free and who to blame
Everybody won't be treated all the same
There'll be a golden ladder reaching down
When the Man comes around”

Johnny Cash. The Man Who Comes Around.

La calle está llena de papeles, de suciedad. Es el primer orgullo de Estados Unidos manchado con el paso de los días. La mugre se ha acumulado en sus calles y la silueta que camina hacia la luz parece borracha de las palabras de Barack Obama, que habla en off y que arropa un encuadre que no le corresponde en forma, pero sí en fondo.

Estamos en los años del gran miedo, en la época oscura en la que George W. Bush hacía de las suyas y malabareaba todo lo posible para que sus colegas en Wall Street salieran bien librados de lo que ya se adivinaba sería un escándalo financiero. Abajo, en la América que recibe las migajas del pastel que se reparte en las cúpulas, se planea pedestremente, sin cuidado ni consideraciones, un asalto del que todos saldrán bien librados y “sin sudar”.

De repente todo encaja, con esa lentitud descriptiva de Domink (recordemos el tempo casi aceitoso de El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford) y con un estilo crudo, casi parco y pálido, el gran asalto planeado en las cúpulas financieras y el robo descuidado y sin ética (porque en las mejores mafias siempre hay ética) que se llevará a cabo en esta triste y abandonada ciudad en Nuevo México, aparecen sorpresivamente parecidos, evidenciado que en un juego de imagen y sonido Domink ha dejado toda la información en la mesa. Nuestro trabajo es alinear las piezas, porque esto no es un rompecabezas, es una declaración desencantada de amor inexistente.

El caos aparece. La gran fractura de Wall Street se hace evidente y de la misma manera, el descuido del asalto a nivel de calle demuestra todas sus deficiencias. Alguien tiene que solucionar todo y para ahondar en la desesperación, el encuadre se oscurece y de las profundidades surge ese hombre y la voz de Johnny Cash, el desencantado del amor, el juglar de la América gris que viste de negro.

“The Man Who Comes Around” y Jackie, el personaje de Brad Pitt son uno mismo, una especie de Deckard contemporáneo en esta triste y aún más depresiva Blade Runner en la que en lugar de un planeta hablamos de un país en el que se ven obligados a vivir todos los descastados. Pero el héroe se delata violento, frío, humano como el resto de esta mafia de segunda que viene a tratar de apaciguar, pero más cercano a la figura de “La máscara de la muerte roja” de Poe que a la del justiciero estilo film noir.

Este hombre es primero testigo de lo asquerosamente parecidos de la mafia de cuello blanco y de ésta, el bajo mundo en el que el código de operaciones es un mero manual de supervivencia. Y ahí, en los tristes paseos en autos de poder, en las balaceras donde el microsegundo evidencia lo efímero e inútil de la violencia a la vez de lo cotidiano que resulta en nuestros días, Domink retrata a una América que tiene una crisis encima pero que parece solamente una muestra de otra más vieja, mucho más vieja.

Las drogas son un medio de control, el veneno que inyecta el sistema para que las ratas se lo repartan, la lectura de la mente, el encuadre que se deshace en una estética de lo sucio, de lo empañado. El Velvet Underground suena a manera de “se los dijimos y nunca escucharon” y la sensación de que la crisis viene de mucho más atrás se acomoda en el cajón que comunica a esa decadencia económica con una ética, moral espiritual… todas inevitables por ser completamente humanas.

La salida, aunque nunca hemos abandonado la lluvia insistente, la persecusión de estos réplicos primitivos, las balas en la cabeza, es de nuevo idéntica a la planeada en la cima: la búsqueda del chivo expiatorio. Ahí es obvio que esta historia es una radiografía de la América más cínica escondida en las grietas del asfalto. No es una acusación hacia el mal gobernante sino la resignación ante el hecho de que este tipo de fracturas (la de Wall Street y la de los mafiosos de poca monta que acomoda Dominik en su relato) sólo sirven para dejar ver a los gusanos que se alimentan de la herida.

Y esa herida es una conclusión triste pero certera, un deja vú que se clava en las carnes adoloridas: “Estados Unidos no es un país, es un negocio”.

Matándolos suavemente
(Killing Them Softly, EUA ,2012)
Dirige: Andrew Dominik
Actúan: Brad Pitt, Ray Liotta, Richard Jenkins, James Gandolfini
Guión: Andrew Dominik, George V. Higgins
Fotografía: Greig Fraser
Duración: 97 minutos

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Comments (6)

  1. Cuanto se extraña a Joaquin Rodriguez. Estrada, tu palabreria de mierda sin ninguna profundidad hacen de esto una sencilla mierda.

  2. Cuando por alguna casualidad se me ocurre leer una critica en esta web, lo único que se me viene a la mente es un muy merecido WTF con este payaso de Erick Estrada, este intento fallido de cine critico tiene como objetivo tratar de vender una imagen de iluminado escritor contemporáneo y magno conocedor del séptimo arte, cuando la realidad es que es una parodia triste de critico.

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