Las paredes hablan, crítica.

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Las paredes hablan
Las buenas intenciones
Por Erick Estrada
Cinegarage

Demasiada buena intención. No se quiso molestar a las buenas conciencias. Tampoco se hizo nada que afectara a cualquiera que pudiera sentirse aludido. La fo

tografía está cuidada al máximo y se regodea en lo romántico de la luz, en los halos que coronan a los actores, en el lucimiento de las texturas y de los rostros, los volúmenes son suaves y las líneas comunican serenidad. El tema, el de dos almas enamoradas que transitan por dos casas a lo largo de 200 años, lo requería, especialmente si ese tránsito se narra a través de las paredes de una de las casas que estas almas habitan. Demasiada buena intención pues, al narrar una historia que se movería bien en esos terrenos, se deja casi intacta la narración literaria (todo está basado en una novela de la escritora Carmen Boullosa) y la cinematográfica queda detrás más de una vez.

Muchas veces se ha dicho y discutido si el lenguaje literario debe determinar al cinematográfico. En otras palabras, si al adaptar una novela se debe “respetarla” en la pantalla. Mi respuesta hasta ahora es no. Las paredes hablan, en cambio, enamorada de las contundentes palabras de Boullosa, las malabarea durante toda la película, tanto que la voz en off danza entre lo que sin duda es un buen texto para ser leído y lo que por momentos se convierte en distractor para la anécdota, quizá el pecado mayor en cuestión de películas sobre el amor.

Más allá de eso, los esfuerzos de un grupo actoral que en papel suena más que sólido (y que con su trabajo María Aura, Paulina Gaitán y Héctor Bonilla confirman como tal) pelean de frente entre la falta de tono y lo superficial que, dada la falta de coherencia cinematográfica, resulta de esta historia. La cinta, sin embargo, tiene incluso mejores intenciones que la de plasmar un discurso hiper romántico, apto para toda la familia y nostálgico a más no poder.

Detrás de los adornos visuales, de la explotación en pantalla (esa sí bien ejecutada) de la colección de pinturas Andrés Blastein, de espacios quizá demasiado oníricos (pero que claro, reafirman el aspecto romántico de lo que se ve), se encuentra en el tránsito por el tiempo de los personajes una metáfora de un país, México, que se ha descompuesto y ha pasado de lo que quizá eran buenas manos a las peores.

En ese transcurso -digno de un alocado deslíz al estilo de El gabinete del Dr. Caligari (Alemania, 1920) donde los rostros se repiten en tres historias distintas- el suspiro nostálgico por un país descompuesto sin remedio se deja ver con mejor idea que la narración cinematográfica en sí, que quizá por falta de temple en la dirección niega un verdadero clímax y nos abandona a nuestra suerte.

La historia (que no el guión) cierra sus círculos, ata los cabos, comunica la idea, pero demasiadas buenas intenciones pueden atraversarse de manera mortal en la entrega del comunicado. Aquí ocurre. La malicia es útil, mucho más de lo que creemos.

Las paredes hablan
(México, 2012)
Dirige: Antonio Zavala Kugler
Actúan: María Aura, Kuno Becker, Mario Zaragoza, Miguel Rodarte
Guión: Carmen Boullosa
Fotografía: Esteban de Llaca

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