FICM 7

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FICM 7
El homenaje a Joaquín Rodríguez
Por Erick Estrada
Cinegarage

La mañana del viernes comenzó pausada, demasiado para el ritmo que a estas alturas se adquiere dentro de un festival tan dinámico como lo es el de Morelia. Frenar de golpe puede resultar dañino para el corazón de los cinéfilos y prácticamente a eso nos obligó la primera función, No hay nadie allá afuera, ópera prima de Haroldo Fajardo, una especie de inyección minimalista a la forma del videoclip.

Se trató en realidad de una experiencia dolorosa en la que se veía a director y fotógrafo pretender acomodar postales en movimiento con poco, muy poco sentido de la composición, por no hablar de falta de historia, de conflicto y de ritmo; curioso especialmente cuando recordamos que además retratan el tránsito de un grupo de punk rock adolescente que busca sobresalir en ese mundo. Sí, Fajardo habló después de Anton Corbijn y de Julián Hernández, pero todo sabía a relleno gratuito para su ya de por sí gratuita película en la que Telehit se volvió minimalista.

Después tuvimos oportunidad de ver Rezeta, de Luis Fernando Frías de la Parra, otra especie de experimento en ópera prima pero que a fuerza de salir a respirar de la función anterior y después de presenciar cintas con pretensiones quizá demasiado rebuscadas, refrescó y revivió el buen humor, por lo menos en la confundida mente de alguien que, como yo, ha visto un promedio de 6 películas al día.

Rezeta no es otra cosa que la narración de los meses que una modelo albana (la Rezeta del título) pasa en la Ciudad de México y sus alrededores. Lo interesante es que en su tono, casi comedia, muy melodramático a veces, desmenuza muchos de estereotipos sociales del mexicano ante una mujer que de entrada ya es un estereotipo: la modelo extranjera.

El macho y la mujer “tonta y fácil” van chocando en puntos de vista y opiniones sobre temas aparentemente banales, pero a través de ellos De la Parra desarma a sus hombres a fuerza de evidenciar actitudes retrógradas y machismos tácitos, mientras que a ella la dota de fuerza, inteligencia y libertad, a través de la cual es ella quien decide con quién, cuándo y dónde divertirse, aunque ellos piensen que la decisión la toman ellos mismos. El final no es precisamente el más festivo y sí, aunque muy ligero, deja pintado a un hombre mexicano con poca vista y mucho camino por recorrer, cosa que además es cierta.

También pudimos revisar El paciente interno, documental de Alejandro Solar que se centra en un personaje que a su vez es metáfora de toda una época y manera de ser de México, un hombre que intentó asesinar a Gustavo Díaz Ordaz y que, al parecer, por ello fue recluido en un hospital mental en el que estuvo enclaustrado prácticamente hasta nuestros días. El personaje resulta fascinante y el retrato que de él elabora Solar es bueno, magnífico en su distancia, pero al mismo tiempo, esa distancia hace qu por momentos el documental pierda mucho de lo combativo que es (porque lo es) y se pierda el filo del cuchillo. Sin embargo, todo tarda muy poco en entrar de nuevo en acción y el resultado es más una lista de reflexiones que esta historia provoca, que una denuncia directa sobre un caso en el que evidentemente los derechos humanos fueron pisoteados desde el comienzo.

Alrededor tuvimos chance de revisar de nuevo Cuates de Australia y de cerrar la noche con Elefante blanco, la película hispano-argentina de Pablo Trapero y con Ricardo Darín, una especie de thriller urbano narco espiritual en el que si bien hay una muy buena intención para desarrollar un tema complejo y socialmente importante, todo se viene abajo cuando, nuevamente, la acción toma todo por asalto y es, además, mal desarrollada. Hay tantas historias reunidas ahí y el conflicto tarda tanto en aparecer que cuando finalmente lo hace, la conclusión se adivina y solamente queda esperar a que el tiempo transcurra para que llegue.

Hoy, sábado, estuvo todo listo y presente para el homenaje que a través del Festival Internacional de Cine de Morelia y en voz y presencia de Daniela Michel, su directora, se hiciera a nuestro amigo, co fundador de Cinegarage, entusiasta del cine y de la cultura, Joaquín Rodríguez. En una emoticva y muy corta ceremonia, tanto Daniela Michel como Roberto Fiesco (otro queridísimo amigo de Cinegarage y de Joaquín) le dedicaron unas palabras y descubrieron una placa que estará a partir de este momento en Cinépolis Centro de la Ciudad de Morelia, corazón de este festival de cine. Además, la sala 4, la más importante del festival, la de las galas y alfombras rojas, lleva desde hoy el nombre de Joaquín.

Nosotros en Cinegarage y yo de manera personal, no puedo sino agradecer formar parte de la familia Morelia desde mi humilde posición, pero también por las palabras que a Joaquín, entrañable amigo y maestro personal, se le dedicaron esta mañana y se le han dedicado desde que llegamos a la ciudad, en la que ha estado presente en los rostros de tantos amigos a los que se reencuentra aquí año con año, pero sobre todo en momentos buenos y malos, luminosos y oscuros, intensos y sutiles, alegres y dramáticos, musicales y silentes, diurnos y nocturnos que hemos encontrado en todas, absolutamente todas las películas que aquí hemos revisado. Joaquín ha sido mencionado, platicado, recordado y su espíritu jovial pero recio ha estado en los pasillos de cines y de fiestas, pero primordialmente, en los momentos plasmados en las películas del festival, sus grandes motores en la vida: el cine y el festival, siempre el festival.

Gracias de verdad.

¿El remate? Hoy es la función de clausura, Moonrise Kingdom de Wes Anderson que es en verdad… bueno, esperaré a que se proyecte para comentarla.

El resto es conocer la lista de películas premiadas en esta exitosa décima edición del Festival Internacional de Cine de Morelia. Si hay que hacer predicciones, el Mejor Largometraje Mexicano debe quedar entre (y en ese orden) No quiero dormir sola, de Natalia Beristáin y Las lágrimas, de Pablo Delgado Sánchez. Por otro lado, el Mejor Documental debería estar entre (y en ese orden) Cuates de Australia de Everardo González y La revolución de los alcatraces, de Luciana Kaplan. El premio del público debería ir (las reacciones en la sala el día de la proyección fueron contundentes) I Hate Love de Humberto Hinojosa.

Muy pronto veremos si tengo tan buen ojo.

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Comments (2)

  1. Q gusto me da el homenaje a Joaquín Rodrìguez!! gracias por compartirlo, me llena de alegrìa. Ojalá, lo sepa, desde donde estè.

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