GIFF 4
Las conclusiones
Por Erick Estrada
(Enviado)
Cinegarage
Si hacemos un poco de memoria -nada realmente exhaustivo- traeremos a la mente la idea original del Festival Internacional de Cine de Guanajuato: mostrar lo mejor del trabajo cinematográfico en cuestión de cortometraje. “Expresión en corto” es su nombre original y esta es, incluso, la nomenclatura que conserva en su página web.
En días como el de ayer uno se da cuenta no solamente de lo reconfortante que resulta ver trabajos en los que el discurso cinematográfico debe (o puede) concentrarse para narrar una historia en un tiempo que para muchos realizadores resulta insoportable; el día también dejó claro que si bien Guanajuato ahora explora otros terrenos en su selección y exhibición, se siente más cómodo en lo que incluso podríamos denominar como su “formato original”.
Fueron muchos los cortometrajes revisados ayer antes de la ceremonia de clausura, pero los favoritos fueron sin duda los siguientes:
DVA, de Mickey Nedimovic. Dos soldados en la violenta Croacia de fines del siglo pasado se enfrascan en una lucha que de manera inesperada los obliga a mantenerse de pie, uno frente al otro, durante todo el tiempo que ellos mismos puedan permitírselo. A través de esta historia Denimovic deja clara su postura pacifista y humanista, pero también juega con ideas sobre el compañerismo, la casualidad, la fragilidad humana (o la fortaleza de lo no humano, una idea inevitable en las circunstancias que viven sus desdichados personajes), la muy nietzscheana pulsión por sobrevivir a toda costa y, claro, la eterna esperanza por una especie que siempre ha querido aniquilarse a ella misma.
036 de Juanfer Andrés y Esteban Roel, bien podría llevar el subtítulo “A duelo contra la burocracia” pues en un juego parecido primero al juego de póker y después al enfrentamiento a disparos posterior al mismo, tanto Andrés como Roel desahogan la impotencia que todos, absolutamente todos, hemos padecido cuando en la ventanilla indicada de la oficina en turno nos falta un sello, una copia o una grapa. Humor sin extravagancias, un poco desinflado visualmente hacia su desenlace, pero fresco e incluso reconfortante.
Vanishing de Bartosz Kruhlik es por su lado una exploración de la desesperanza contemporánea. Con una anécdota mínima se empeña en destrozar a su personaje casi único -una madre que busca al hijo adolescente que no llegó a dormir la noche anterior a casa- y hacerlo transitar por la desesperación. El logro es que esa desesperación consigue comunicarse a quien ve el cortometraje a través de su cámara y, por supuesto, de la actuación. La cereza en el pastel es la casi inexistencia de diálogos. Muy interesante.
The End de Didier Barcelo utiliza al personaje Charlotte Rampling interpretado por ella misma para narrar un cuento pesadillesco y nostálgico a la vez. La señora Rampling se enfrenta a la idea, meramente mercantil y carente de sentido, de sustituir actores con nuevas caras y de hacer segundas versiones de películas clásicas. Entre un pequeño remojón de citas a películas francesas clásicas y a diálogos memorables, Barcelo hace un pequeño homenaje a Rampling y lanza un escupitajo al cine industrial de peores modales.
Hope de Pedro Pires es tambén un discurso antibélico y pacifista, pero desarrollado de forma meramente visual, en un lenguaje onírico y con imágenes muy atractivas. Más forma que fondo, pero con mucha fuerza y, sobre todo, idea. Violenta más por sus colores y sus contrastes que por ser evidente, sabe también original y, como su propio nombre lo dice, esperanzadora.
Hubo también oportunidad de revisar otra de las óperas primas internacionales en competencia, Una noche, de Lucy Mulloy, con la que hay un problema que al revisarla resulta más grave de lo que se podría detectar en una primera ojeada. Por un lado quiere narrar la historia de dos adolescentes cubanos que quieren escapar a Miami, todo a través de los ojos de la hermana de uno de ellos. Por otro, pretende pintar lo pesadillesco de la vida actual en la Cuba de la dictadura pero también víctima del bloqueo. Al intentar dejar claro que, desde su punto de vista, Cuba es una jaula en donde las ratas se comen unas a la otras, el comienzo de la película es más un índice de estampas pretendidamente decadentes, que caen más en el escándalo premeditado que en la generación de una atmósfera asfixiante.
En medio de ello está la historia de los prófugos que, en consecuencia, corre a trompicones para alcanzar su clímax. Esta histora central queda desmembrada, presurosa, recortada, y uno no sabe entonces si la idea de Mulloy es señalar a la jaula y la clara repulsión que siente hacia esa situación o narrar lo doloroso del escape de una isla que, se haga lo que se haga, se lo traga a uno sin posibilidad de escape. Esta repulsión está aderezada además con apuntes hacia una vida sexual en Cuba que, así como lo pintan, ven igualmente decadente y casi apocalíptica, pero que al final resulta enteramente gratuita. Hubo aplausos al final de la película, pero veremos su suerte con el jurado.
Por otro lado, se aproximaba ya la clausura del festival y, entre ganadores y no ganadores, las evaluaciones hacia los 15 años del Festival Internacional de Cine de Guanajuato deben surgir, especialmente si los errores quieren ser corregidos. Más allá de quizá necesitar más rigor en su selección, el acomodo de funciones necesita un ajuste que permita ver o facilitar ver las películas en competencia y, sobre todo, considerar que la movilidad de una sede a otra (cuando hay cambios o funciones cercanas en horario) no es precisamente fácil en esta ciudad… y pienso en el público en general, la prensa especializada como sea tiene que abrirse paso, que esa es parte del trabajo.
Sin embargo, creo que el rigor debe llegar antes a otros niveles. Primero el de la selección de los medios acreditados. No es lo mismo tener a todos los medios que tener a los medios adecuados, a menos, claro, que se busque rating y no resonancia, que no son lo mismo. En segundo lugar, un entendimiento real de los medios que llegan al festival y saber que la prensa en general y la prensa especializada no son ni serán nunca lo mismo. Hacerlo facilitaría a todos su trabajo.
En último lugar, cuidar la puntualidad de sus funciones y la calidad de las mismas. De todas las funciones a la que asistí solamente dos comenzaron a tiempo y todas, absolutamente todas, tuvieron problemas en sus proyecciones, alfombras rojas incluidas.
Finalmente sí es indispensable reconocer al Festival haber llegado a los 15 años en un mundo y en un país donde la cultura y sus actividades tienen cada vez menos apoyo y menos espacios. Ver cine y revisar cine es una actividad que enriquece incluso a quienes no lo hacen. El rebote de eventos como este, hacia y en las ciudades donde se realizan, más temprano que tarde entrega frutos y El Festival Internacional de Cine de Guanajuato está haciendo su parte. Muchas felicidades y millones de gracias por la invitación.