Gimme The Power, película de la semana

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Gimme the Power
El soundtrack de nuestro descontento
Por Erick Estrada
Este texto se hizo para el periódico gratuito semanas FRENTE que pueden leer aquí.

El montaje es el elemento fundamental del cine. Con él se narra sin decir y se envía el mensaje sin intermediarios. El montaje es arma de construcción masiva, es la gramática del lenguaje cinematográfico que a veces puede llegar muy alto y otras puede ser una daga que asesina sin hacer sangrar. Pocas veces los directores lo comprenden y muchas menos lo ponen en práctica. En los últimos años muchos cineastas se dejan llevar por la lluvia insensible de imágines para generar reacciones, en lugar de manipular las imágenes para generar ideas y sensaciones.

El documental, por otro lado, es uno de los géneros cinematográficos que más deberian utilizar y explotar el poder del montaje, a pesar de contar con el recurso de la voz en off o de los testimonios de entrevistados. El montaje visual en un documental se transforma, si se sabe cómo, en el péndulo que Edgar Allan Poe balanceaba sobre las víctimas de su narración, uno que se movía con ritmo y precisión y que al final cumplía limpiamente (a excepción de la sangre y vísceras derramadas) su misión.

Gimme the Power es ambas cosas. El documental 2012 de Olallo Rubio se suelta desde el primer instante, como ese péndulo, a contextualizar el presente de un país que ahora es irreconocible. De islote convertido en imperio azteca, a terreno en disputa de millonarios, políticos y delincuentes; el infierno llegado de la promesa del paraíso. Lo hace, sin embargo (y en busca de su propio objetivo) desde la perspectiva de la contracultura, apuntando los momentos en que alguien disentía o levantaba la voz al construirse la enorme pirámide que es ahora México.

Sabiendo que le habla primordialmente a jóvenes, esas voces levantadas se hacen presentes en el documental del lado del rock. La historia que narra Olallo es sí, la historia del sistema político de un país, y usando el montaje con mucha mayor precisión que en sus cintas anteriores (Y tú ¿cuánto cuestas?, This Is Not a Movie) transporta todo hacia la narración (escueta y sin engolosamientos) de la historia de sus jóvenes, acallados a base de golpes y violencia en un país que simplemente se ha permitido (hasta ahora) ser así. Gimme the Power es en su primer tercio la historia de los jóvenes y de su música, a la que se ha querido silenciar desde siempre.

El montaje es aquí la nueva manifestación de la rabia omnipresente en los discursos de Rubio y el primer destello de este viraje se encuentra en la narración-deconstrucción-reconstrucción que hace del festival Rock y Ruedas de Avándaro. Quien no haya estado ahí comprende perfectamente la trascendencia del evento. Quien haya estado podrá conmoverse profundamente. Quien esté medianamente enterado sabrá hacia dónde va este discurso. Montaje puro y duro.

Ahí está a la mitad el México al que se privó del rock, los jóvenes que tuvieron que susurrar por no poder cantar, los respiraderos contraculturales conocidos como Hoyos Fonqui, la asimilación del rock de parte de la industria y un resurgimiento que lo puso en los cuernos de la Luna. ¿Por qué? Porque Olallo Rubio va a enfrentar la primera historia con la del grupo Molotov y es después de una mediana fractura en la estructura del documental que lo consigue. De repente estamos hablando del grupo de rock que condensó y capitalizó en sus canciones lo que mucha gente ya demandaba en las calles: hablar, gritar, tener actitud, usar un lenguaje propio y distinto al de los demás. Suena “Gimme the Power”, la canción y la fractura está sanada.

El último tercio del trabajo es el regreso al México del presente y comprendemos casi sin parpadear la profundidad y la gravedad de la situación. Es el enfrentamiento de temas en apariencia disímbolos (la historia de México y su sistema político, la historia de sus jóvenes, la historia de Molotov, la disyuntiva actual del país), lo que hace de su conclusión algo demoledor sin ser escandaloso.

Ahí queda el grupo que confronta y se manifiesta gritando “puto” a toda caña, contrastando con el silencio impuesto por miedo al empoderamiento de la masa en el país post Avándaro. Ahí están las reflexiones y las ideas, a veces contrarias (esencia, repito, del montaje) de los entrevistados. Ahí están las ventanas abiertas finalmente a fuerza de cantar sin filtros. Ahí están los jóvenes hablándole a un sistema que no los oye pero que los ha gobernado desde siempre. Ahí está la contracultura en la superficie, idea de Monsiváis con la que abre la película.

Ahí está el poder de la palabra levantada ante el poder que quiere callarla.

El cierre, sorpresivo y brutal, una muerte chiquita en el mejor de los sentidos, no hace sino reafirmar lo que en ideas e imágenes Olallo Rubio se dedicó a montar en cada uno de esos tres capítulos: “Esto es lo que se ha hecho… nos gustaría saber qué vas a hacer tú, que estás terminando de ver esta película, después de que se enciendan las luces”.

Gimme the Power
(México, 2012)
Dirige: Olallo Rubio
Con: Tito Fuentes, Micky Huidobro, Randy Ebright, Paco Ayala
Guión: Olallo Rubio
Fotografía: José Casillas

Comments (4)

  1. Joel Aarón Rosales Loera · Edit

    Excelente película, fuera de si te gusta o no Ollallo Rubio, es una excelente cinta, pues solo Molotov es un pretexto para contar la historia y el contexto político en el que vivio y vive México, los temas que toca desde la manipulación de información, la censura, la represión de los pueblos indigenas, etc. Llega en el momento preciso, epoca de elecciones, lo curioso es que al final Ollallo y Molotov dejan en claro que debe de haber otra movimiento por cual indole, ya sea musical, en la literatura o social que se levante en contra del gobierno. Sorpresa!!. Ahi estan los chavos de yo soy 132 y los de Generación MX, que se estan levantando especialmente contra la manipulacion de información. EXCELENTE CINTA y para mi lo mejor que le he visto a Olallo y confirma que no es ningun improvisado

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  2. Olallo es su valedor, Estrada, Sopitas, Rulo… No quiero ni recordar como ensalsaron This is not a Movie, cuando a todas luces era mediocre.

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  3. Olallo Rubio ha logrado un gran trabajo: pudo haberse quedado en el panegírico de los Molotov, que sin duda lo merecen y los fans agradecerían, pero logra entender y traducir magníficamente la incomodidad detrás de las canciones de Molotov y paulatinamente conduce al público, con paso seguro y por medio de un bombardeo informativo y de imágenes muy bien organizado, a través de una historia de la relación de los jóvenes con los medios de información (esa poderosa telecracia) y las cúpulas de poder de la presidencia, historia que sólo puede despertar indignación. Luego de los primeros 30 minutos de película, cuando escuchamos los primeros acordes de Molotov, puedo jurar que el publico de la sala donde vi la proyección se sentía tan indignado como debieron haberse sentido los Molotov en la segunda mitad de los 90. Hace mucho no veía una película o un documental que tuviera esa respuesta del público. “De panzazo…” de Juan Carlos Rulfo y Carlos Loret también es una historia de la indignación, pero no tiene el ritmo in crescendo de Gimme the Power, sino que se basa en varios climax informativos dispersos por toda la pelicula (además, el papel de malo que le tocó al Sindicato de Maestros, condicionó la respuesta del público). Rubio, por el contrario, pone a funcionar una narrativa muy madura, de frases contundentes y recursos visuales pobres, pero muy efectivos (como la entrevista y el material de archivo, mucha veces en blanco y negro) que involucra a todos… resulta muy difícil no sentirse concernido con los temas que va presentando; cuando Molotov entró a cuadro, la sala estaba lista para corear las canciones (creo que muchos no lo hacían por pudor, pero se veía que de verdad tenían ganas). Gimme the Power es un magnífico ejemplo de cómo podemos unir buen cine y denuncia política, igual que Molotov nos ha enseñado que la denuncia de un sistema político telecrático no debe hacerse en silencio, con resistencia pasiva, o con porras, sino con buena música. Otro acierto fue no dejarles a los Molotov el micrófono mucho tiempo, porque cada vez que intervienen la impresión que dejan es que lo que tenían que decir lo hicieron, magníficamente, en sus canciones. No son ideólogos, son músicos, pero su música nos ha acompañado desde aquellos años en que los domingos familiares los pasaba frente a la tele, “siempre en familia”, hasta el día de hoy, en el que podemos pasar los domingos en una manifestación contra los medios de comunicación. Cuánto ha cambiado méxico desde entonces!!! Ahora sólo nos queda esperar a que cambie la clase política que nos ofrece jubilaciones universales (para ganar votos) sin señalar cuándo tendremos un verdadero programa de reactivación económica para que el pago de las jubilaciones universales pueda ser una realidad, porque ahora mismo no se ve de dónde va a salir el dinero. ¿Nuestra clase política no se da cuenta de que ya no somos los mismos de 1968? La película de Rubio nos muestra eso también: que ya hemos madurado, y mucho, pero la clase política no se ha dado cuenta.

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  4. Iba a comentar en esta reseña, pero ya me acordé que el señor Olallo no tolera las críticas en su contra porque segun él, el público mexicano no está lo suficientemente preparado para entender su obra.

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