La 6a de Cannes
Consmopolis, premios para México y otros fiascos
Por Joaquín Rodríguez (enviado).
Ya a poco de concluir esta edición número 65 de Cannes comienzan a otorgarse los primeros premios y México ha resultado favorecido, aunque en algunos casos de manera indirecta. Primero que nada, es justo mencionar que el premio a la mejor película de la sección Una cierta mirada recayó en la producción Después de Lucía, de Michel Franco, que justamente comentamos en la anterior entrega de esta cobertura. Es una cinta por demás interesante que a pesar de sus problemas tiene suficientes méritos, y sobre todo su tema y la efectiva forma de desarrollarlo le confirió, sin duda, ventaja sobre las demás.
En la Quincena de realizadores obtuvo el primer premio la coproducción México-Chile titulada No, de Pablo Larraín, protagonizada por Gael García Bernal y con participación de la productora Canana. Ya le tocaba a García Bernal intervenir en una buena cinta luego de los fiascos que ha protagonizado en los últimos dos o tres años. Y finalmente, se repartieron también los reconocimientos a lo mejor de la Semana de la crítica, y ahí la ganadora fue Aquí y allá, del joven cineasta español Antonio Méndez Esparza, que si bien no es una película mexicana, está filmada y transcurre en nuestro país, teniendo como tema el tan traído y llevado asunto de la migración México-Estados Unidos. De hecho, no era esta la favorita en esta categoría ni tampoco había obtenido tan buenas críticas, pero su tema, un gancho casi infalible como lo hemos visto en demasiados festivales en los últimos años, volvió a convencer a los extranjeros. Curiosamente, Aquí y allá nos recuerda demasiado a la reciente Espiral (Mexico, 2008), de Jorge Pérez Solano, y esta última era mucho mejor.
Pasando a los últimos títulos de la Sección oficial, quizás la mayor decepción hasta ahora ha venido de parte de David Cronenberg, quien con Cosmopolis nos ofrece la que es, sin duda, su película más floja hasta la fecha. No le ayuda en nada -y lo lamento por las incondicionales seguidoras de la saga Crepúsculo– tener en el rol titular a un actor tan limitado como Robert Pattinson, quien si buscaba con esta cinta desprenderse de su imagen de vampiro desabrido, ahora tendrá ya una de actor desabrido en todos los sentidos. Además, Cosmopolis descansa íntegramente en los hombros de este pobre hombre, quien está en todos los planos de la cinta como un otrora poderoso ejecutivo que desea atravesar Manhattan a bordo de su limusina, mientras a su alrededor se desata el caos debido a un crisis económica y un posible atentado al presidente de los Estados Unidos, de quien se dice no está lejos de ahí. El problema principal radica en que Cronenberg, sobre una novela de Don DeLillo que no conozco, no tiene realmente un argumento que desarrollar, sino que parte sólo de esa situación para presentarnos así una serie de conversaciones que Pattinson sostiene con otros personajes a lo largo de la jornada, casi todas ellas en el interior de la limusina Es un diálogo detrás del otro, y todos son algo así como reflexiones sobre dinero, política, sociedad y sexo. Como dijo alguien junto a mi, “esto no es una película, sino un debate bastante aburrido.”
Extraña uno a ese Cronenberg de antaño menos preocupado por hacer arte y más concentrado en los géneros. Como bien señaló la critica del Screen international, Cronenberg es el tipo de director que “cuando cree que está haciendo algo comercial es capaz de hacer arte, pero cuando cree estar haciendo arte está haciendo una mala película.”
Y ya que estamos en ese tenor, la producción coreana The Taste of Money (El sabor del dinero), de Im Sang-soo, quien hace dos años nos sorprendió con su cinta –The Housemaid-, es justamente el tipo de mala película que uno termina por agradecer en la Sección oficial porque por lo menos tiene el don de ser muy divertida. Sang-soo, evidentemente y a pesar de su cuidadísima factura visual, no busca trascender el género del melodrama erótico, ofreciéndonos así una especie de relaboración de las viejas series tipo “Dallas” o “Dinastía” con una truculenta historia acerca de un joven “asistente” que se convierte en el objeto sexual de una rica heredera y su malévola madre, ésta ultima enfrascada en una lucha a muerte con su adúltero marido. Hay pasiones desatadas, crímenes, revelaciones sorpresivas, cachetadas y todo lo de rigor en estos folletines, y la verdad es que luego de tanta pretensión, ritmos lentos y ganas de deslumbrar al respetable con “arte”, uno agradece divertimentos como este. Por supuesto, las críticas no le han sido favorables, pero por lo menos no recibió abucheos como varias películas en los últimos días, incluidas la de Reygadas o la norteamericana The Paperboy, que no he visto pero de la que se dice que es también muy mala pero divertida.
Lo curioso, cerrando ya la proyección integra de la un tanto decepcionante Sección oficial, es que las películas de clausura tanto de esta sección como de Una cierta mirada, consideradas menores y que por lo tanto están fuera de competencia, han resultado ser mucho más satisfactorias y artísticamente más solidas. En el caso de Una cierta mirada se proyectó Renoir, de Gilles Bourdos, una cinta plásticamente muy hermosa acerca de los últimos anos en la vida del pintor Auguste Renoir y la conflictiva relación con su hijo, el futuro cineasta Jean Renoir, luego de la aparición en sus vidas de una joven musa de la cual ambos se enamoran. La Sección oficial, por su lado, cerró con la última cinta dirigida por el recientemente fallecido Claude Miller, Therese Desqueyroux, un minucioso estudio de caracteres que analiza la trayectoria sentimental de una joven de principios del siglo 20, interpretada muy eficazmente por Audrey Tatou, quien luego de un matrimonio por conveniencia encuentra una tortuosa forma de emanciparse.
Ambas películas, quizás, son lo que muchos llamarían convencionales y preciosistas, “cine a la antigüita”, pero la verdad es que se ven con mucho agrado, son entretenidas, están impecablemente filmadas y actuadas, y ambas parten de guiones muy bien construidos que, como pocas películas lo han hecho hasta ahora en el festival, desarrollan historias coherentes y llenas de comentarios humanos y sociales muy pertinentes. Pero en fin, hoy por hoy los festivales han optado por lo que se considera mas “arriesgado” y “propositivo”, aunque en casos como los de la soviética V Tumane (In The Fog), de Sergei Loznitsa, que parte de la crítica ha elogiado e incluso se dice podría ganar alg