Cristiada

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Cristiada
La falsa libertad
Por Erick Estrada
Cinegarage

A México se le deben muchas películas. Entre ellas, algunas que le hagan justicia real a la Revolución, al movimiento que quiso traer al país al siglo XX e impulsarlo en un desarrollo real, sí, manipulado y controlado después, pero real en muchísimas de sus propuestas como la de Zapata, que incluso con el acercamiento que le hizo Elia Kazan y a pesar de la admiración de buena parte del pueblo de este país, también carece de una película que nos hable realmente de él.

La Revolución, tomando el rumbo y los textos del historiador Jean Meyer, terminó con la expropiación petrolera y eso expande las fronteras que el cine mexicano debe llenar para ayudarnos a nosotros, población de a pie, a comprender lo ocurrido en nuestra historia. En este caso, la famosa guerra de los cristeros termina envuelta en los años de comienzo y final de la Revolución Mexicana propuestos por Meyer. Después de ver la propuesta entregada por Dean Wright (experto en efectos visuales que debuta en la dirección con esta película) confirmo que la película que hable realmente de la guerra de los cristeros aún no existe.

Envuelta en colores luminosos y cielos que la película épica de mayores alcances envidiaría se nos presenta a un único México devoto y religioso que de repente se ve violentado en su fe y en en sus creencias por un presidente y un gobierno que insiste de buenas a primeras, en cancelar todos los oficios católicos, en deportar a los sacerdotes extranjeros y, reduciendo todo con una facilidad abrumadora, a cerrar iglesias y asesinar curas que no obedezcan órdenes. El contexto y las circunstancias que llevaron al presidente Plutarco Elías Calles (reconocido jefe revolucionario famoso por su anticlericalismo) son ignoradas por completo y el personaje es reducido a una mente malévola que simple y fanáticamente cree que cerrar iglesias es su nuevo deporte.

Por supuesto, lo que sigue es dibujar la respuesta de la población que aquí se ve no sólo inmediata sino generalizada, cuando se sabe, y el propio Meyer lo dice, se trató de un movimiento de resistencia localizado y de ninguna manera uniforme. En esa revuelta que la cinta de Wright maliciosamente llena de mártires, se termina por colocar a un personaje fundamental no solamente en la Guerra Cristera sino para el entendimiento de los mecanismos de la Revolución Mexicana: Enrique Gorostieta.

Nuevo problema. A la mitad de la revuelta de Wright, rellena de vaqueros invencibles que dicen defender su fe, aparece un líder (Gorostieta) al que la película desmantela de toda ambición política y le adjudica ideales libertarios que forzadamente terminan por empatar con los de los cristeros: la libertad. Ellos buscan libertad para ejercer su fe, él dice buscar libertad para que cada quien practique su religión “sea la que sea”.

La manipulación de puntos de vista a estas alturas ya es evidente. Visualmente se juega con la muerte de los que pelean, hombres, mujeres y sacerdotes; peligrosamente se omiten circunstancias históricas que, curiosamente, habrían dado más valor al ya de por sí muy parcial mensaje que quiere entregar la película; “aquellos que buscan someter a nuestra fe” (Calles y sus generales), son planteados como una jauría de hienas sin oficio ni beneficio, sedientos de sangre y ausentes de principios.

En tiempos como los que vive un país como México lo necesario es enfrentar principios diferentes y hacerlos dialogar y no jugar con ellos maniquea y perezosamente para hacernos creer que sin la Guerra Cristera México estaría hundido en gobiernos totalitarios, corruptos y carecería de fe, “sea la que sea”.

Sin afán de ofender ni extenderme demasiado, ¿dónde está un asomo del hambre y la miseria que orilló a muchísimos a pelear con los cristeros simplemente para poder comer después de cada batalla aunque desconocieran la causa?; ¿donde está la obsesión de Gorostieta por derrocar a Calles y construirse su propio coto de poder para eventualmente gobernar México (verdadera causa por la que aceptó dirigir la revuelta cristera)?; ¿dónde está el abandono del Vaticano, su condena y su señalamiento hacia los levantados?; ¿dónde están los datos que aclaren en esta historia la procedencia de las armas con que peleaban los cristeros?; ¿dónde hay un enfrentamiento real de puntos de vista en esta película?

En su final reiterativo que prácticamente agradece a los cristeros por garantizarnos las libertades que ahora gozamos (ignorando otros movimientos, armados y no, religiosos y no, que han aportado a la apertura del país); en su parcialidad que provoca que los cabellos se ericen; en la romantización de una pelea que costó miles de vidas y que a fuerza de olvido merece también más libros e investigaciones, Cristiada me deja claro que estas parcialidades no funcionan y que, contrario a lo que ella misma plantea, será el enfrentamiento de ideas y el intercambio de puntos de vista lo que reunificará al país. Deberíamos empezar hoy, que se necesita tanto.

Cristiada
(For Greater Glory, México, 2012)
Dirige: Dean Wright
Actúan: Andy García, Peter O’Toole, Eva Longoria, Eduardo Verástegui
Guión: Michael Love
Fotografía: Eduardo Martínez Solares

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