¿Qué culpa tiene el niño?
¿Qué culpa tiene México?
Por Erick Estrada
Cinegarage
Desarrollada en las esferas de la burguesía mexicana donde las mentiras son cosa de todos los días y la hipocresía se vuelve el pan que acompaña las comidas, esta comedia mexicana facilona y superficial en todos los sentidos, -el audiovisual incluido- pierde todas sus oportunidades igual que los hacen sus personajes centrales y el sentido de su título.
Producto de la borrachera de una noche Maru queda embarazada de Renato (Ricardo Abarca robando escenas con un personaje lánguido que flota en este enorme chapoteadero de estereotipos simplones). El dilema, perteneciendo ella a una clase acomodada gracias a ser hija de un diputado que se demuestra como corrupto e insensible (algo con lo que el resto de los personajes parecen sentirse conformes), y él a una clase media apaleada justo por políticos como el padre de Maru (Jesús Ochoa es la primera oportunidad perdida de la cinta), está entre tener al hijo o no.
“La vía fácil: aborta” le dice a Maru una de sus dos mejores amigas (Rocío García y Fabiola Guajardo debutantes que aportan mucho de la poca diversión en la cinta) y desde ahí la película opta por sus propias respuestas fáciles y se niega a sí misma discutir (incluso en tono de comedia) un tema como el aborto que, por otro lado, no es de ninguna manera una opción fácil. Desastres del guión.
El tema no se desarrolla como tampoco lo hace el asunto de que ella, mujer educada, profesionalmente exitosa, viva sexualmente desprotegida por decisión propia. El tema pasa y se pierde en el horizonte porque él, un joven de 21 años de clase media, es dibujado y debe ser asumido por nosotros como un macho desvergonzado quien, a pesar de decidir convencer a Maru de no interrumpir su embarazo, no usó condón y es capaz de lanzar frases “amenazantes” tan vergonzosas como “pues me voy a dar a la güera” una vez que los celos de Maru lo presionan y para demostrar ¿su hombría?
En algún momento ¿Qué culpa tiene el niño? y dado que el tono que busca es el de la comedia, apunta hacia una historia de romanticismo cómico en el que el chico humilde, sin educación ni trabajo debe conquistar a la chica rica, educada, petulante y clasista que… ¿lo conquistó?, ¿lo tiene enamorado?. Ninguna de las anteriores. Renato es producto de un matrimonio roto y no conoce a su padre. Pero la película y su guión sin puntería hacen que busque la conquista de la chica rica no para evitarle al supuesto hijo una frustración como la suya. En lugar de eso su mejor amigo (un traficante colombiano de apellido y apariencia Escobar) lo convence a concretar el matrimonio por mero interés material, para tener “dos muchachas que te hagan tus quesadillas y te tiendan la cama”. Y él toma esa imbécil justificación… o la ineficiencia narrativa de la película hace creer que lo hace.
Esa nueva oportunidad perdida destapa, muy temprano en la película, un zoológico brutal de personajes despreciables alrededor de los cuales se quiere elaborar una comedia. En manos de un guionista más riguroso y de miras amplias la historia podría haber dado espacio a un director -menos temeroso de desarrollar sus secuencias y de desmantelar el lado oscuro de sus personajes- para elaborar una sátira -crítica social o no- pero sí punzante y venenosa, que buena falta nos hace.
Ello no ocurre. El humor que se busca con el político corrupto y chantajista, con su esposa sumisa y derrotada, con su hija exitosa pero dependiente de sus padres, con su protagonista masculino manipulable, machista tácito, con los amigos que los rodean (Escobar quizá el peor del todos), resulta no sólo complaciente sino ineficaz incluso en su manipulación de los clichés.
No vemos una oposición real del proyecto de vida de Maru ante el que quiere imponerle su padre quien busca casarlos para protegerse en la cercana temporada electoral (y que habría detonado una comedia en forma). No vemos una discusión verdadera en la escena de los celos en la playa que pudo cuestionar el machismo de Renato y el clasismo rampante de Maru (“convénceme” le dijo ella antes de que la llevara hasta allá para darle algo de credibilidad a su matrimonio con una luna de miel que convenciera al futuro hijo de que es producto del amor y no de una mala película).
Esas oportunidades son sepultadas por el discurso que debajo de ello se desarrolla: Renato prefiere crear una mentira sobre su origen a su futuro hijo, en lugar de desarrollar la madurez de la que carece y enfrentar a un igualmente inmaduro (y hasta chantajeable) diputado de cuarta capaz de extorsionar a su propia hija para proteger sus votos (y que también era material cómico).
Todos estos temas se pierden también en secuencias que nunca se desarrollan, en situaciones interrumpidas por bromas facilonas o disolvencias a negro que nos obligan a pasar al siguiente subtema sin haber discutido el anterior. La película cuenta con saltos narrativos gigantescos que evidencian unas ganas tremendas de salir de situaciones que en cualquier película con ambicion habrían buscado ser, precisamente, desarrolladas.
Una salida a este desastre de incorrección no asumida (lo cual a estas alturas le habría dado una cualidad) sería otorgarle enfoque sociológico: ¿es México (nosotros) el niño al que estas dos clases divididas -aquí enfrentadas con estereotipos vulgares- van a engendrar? ¿Es el país al que va a llegar uno mal dirigido por políticos corruptos y desvergonzados? ¿Es necesario un discurso REAL de reconciliación y es indispensable curar enfoques machistas y clasistas?
Pudo haber sido. Pero no.
El nivel ínfimo de comedia (efectos sonoros que siguen a los movimientos de los actores como en el peor programa de comedia de televisión de los años setenta) no permite ni la profundización en los temas y tampoco toma al toro por los cuernos para permitirse una masacre abierta de sus despreciables personajes (hablo de los estereotipos) y convertir a esta temerosa llovizna de situaciones, en una sátira despiadada de un país que necesita rumbo… Y comedia.
Si ese niño es México tenemos que replantear la pregunta después del desastre presentado en pantalla ¿Qué culpa tiene México?
¿Qué culpa tiene el niño?
(México, 2016)
Dirige: Gustavo Loza
Actúan: Karla Souza, Ricardo Abarca, Biassini Segura, Gerardo Taraccena
Guión: Gustavo Loza
Fotografía: Carlos Hidalgo
Duración: 105 min.