La enviada del mal
Sin respuestas
Por Erick Estrada
Cinegarage
El encuadre es oscuro, castigado y castigador de los personajes, tres chicas comunes y corrientes que así, de un golpe de vista, se encuentran en una situación que no es ni común ni corriente. La composición es extraña, la realidad que comunica se distorsiona en formas naturales, se contradice entre lo que sabemos que está ahí pero que muestra como si no lo estuviera. Pequeño juego de engaños que manipula la información para poner a estas tres chicas que no se conocen en una situación peligrosa aún antes de que nosotros lo sepamos.
Hipnotismo de plomo, de tiempos reservados que nos llevan de nuevo al terror de viejo, de viejos, de viejas formas que últimamente han recuperado propuestas como La bruja (EUA-Reino Unido-Canadá, 2015) pero que en realidad busca (a veces con menos éxito de lo que nosotros mismos quisiéramos) las atmósferas y las luces, las voces apagadas, secas, insensibles de un David Lynch molesto e inspirado.
No hay nada sobrenatural, pero la forma de este pantano de sombras y voces que se distorsionan para fundirse con una música que llega desde otro lado, desde el otro lado, sugiere que para una micro historia como la que narra Oz Perkins (él escribe y dirige) algo de sobrenatural hay en lo natural, que las sombras en el opaco azulejo azul de los baños de este internado en donde a mitad del invierno nuestras dos chicas son forzadas a convivir, son algo más que sombras, pero también nada más que sombras. En pocas palabras, terror psicológico casi telepático. Terror en el que las apatías y las manías de alguna de estas tres jovencitas que van hilando sus destinos con una narrativa falsamente capitular gracias a un montaje dislocado pero sugerente de un hilo conductor que además es casi invisible, se comunican de una a la otra a través de esas voces del otro lado sumergidas en estas luces de terror viejo.
Y ahí, en la elaboración del discurso descolocado pero a veces muy inspirado, es que La enviada del mal (terrible el nombre en español) encuentra sus mejores momentos. Muy a la mitad y enfocándose al 100% en un final de experiencia la película cuaja tarde, pero cuando uno entiende que aquí la historia no explicará nada más que lo que ya se ha dicho (que no hay fantasmas, que se trata de terror psicológico de voces polvosas) y que la línea del tiempo no existe ni existirá (esa sonrisa que se borra cuando el flash ha pasado de largo para la foto escolar), la cinta de Perkins nos deja caer una invitación a la experiencia, al no descifrar los misterios sino jugar y que juguemos con ellos para un momento de desconcierto desolador -a veces conmovedor (de nuevo esa sonrisa)- como se juega, ahora sí, con las películas de Lynch, que no se explican ni se entienden: se viven y se experimentan.
El lado oscuro también existe y aquí, en voces de Kiernan Shipka, Lucy Boynton y Emma Roberts, Oz Perkins nos abre la puerta no para sufrirlo, sino para comprobar que ahí se encuentra y que películas como esta quieren -y a veces pueden- sacarle el jugo que no quita la sed pero que deja un buen y salitroso sabor de boca.
La enviada del mal
(The Blackcoat’s Daughter, EUA-Canadá, 2015)
Dirige: Oz Perkins
Actúan: Kiernan Shipka, Lucy Boynton, Emma Roberts, Lauren Holly
Guión: Oz Perkins
Fotografía: Julie Kirkwood
Duración: 93 min.