Ilusiones S.A.
Árbol que crece torcido
Por Erick Estrada
Cinegarage
Un problema gigantesco existe en el enfoque que del drama “Los árboles mueren de pie” de Alejandro Casona se hace en Ilusiones S. A.: el poco desarrollo de las ilusiones fabricadas por un equipo de técnicos encargados de cumplir sueños y deseos, poco desarrollo que las deja carentes de finalidad real y las inyecta de engaño.
Es decir, las supuestas ilusiones que motivan e impulsan a esta Sociedad Anónima se quedan siempre en el terreno de la mentira y no en el de una ficción que pretende (o pretenda) transformar la realidad.
¿La culpa? El guión que escribieron en colaboración Olivia Núñez, Juan Ignacio Peña y Roberto Girault, director de la película. Esto no es “La isla de la fantasía”, aquella serie de televisión en la que turistas caprichosos viajaban a una isla tropical para ver cumplidos sus deseos y al mismo tiempo recibir una lección moral sin cargo extra. No lo es, pero lo parece.
Lo parece nuevamente en la superficialidad de sus planteamientos y en la nula profundidad que se le da a las ilusiones que quieren construir. Girault presenta esas situaciones con una romantización visual casi extrema, de tonos cálidos y ropas sin arrugas, de luces y lluvias irreales, inofensivas tanto para los personajes como para quien ve la película y, en consecuencia, carentes de toda comunicación que no sea aquella del embellecimiento por el embellecimiento. La irrealidad dentro de otra irrealidad.
En esas escenografías huecas pero milimétricamente acomodadas, esta industria de sueños sabe más a una fábrica de mentiras piadosas que, por muy piadosas que sean, no dejan de ser mentiras. Sabe más a una procesadora de sonrisas que nunca taladrará para llegar a la realidad que sus edulcoradas escenografías de perfecciones de cartón esconden.
Los personajes encargados de salvar almas en desgracia vendiéndoles un escape de la “dura realidad” valoran la sonrisa y la alegría sin dejar saber nunca lo que vendrá después, sin darse cuenta (quizá) de que aunque ellos digan que “no importa la sonrisa sino el efecto”, el efecto que llega de una sonrisa extraída a base de mentiras será igualmente falso, fugaz y vacuo. Lo es porque incluso después de provocar esa sonrisa nada ha cambiado para mal pero tampoco para bien.
Para estos personajes de peinados impecables maestros en la improvisación de la mentira que ellos llaman ilusión, el arte debe ilusionar, alegrar, convencer, pero no transformar. La pregunta inicial (sólo la inicial) ante ello es ¿alguna vez el arte necesitó una finalidad? Es otro tema.
Lo sorprendente de esta película que probablemente hubiese funcionado mejor como una comedia de enredos explosiva -en contraposición al drama solemne en que se convierte- no es que con tanto cuidado en su plástica imagen carezca de imaginación en su discurso cinematográfico.
Tampoco lo es el que viendo estos cimientos tan frágiles el grupo de actores entregue en general un trabajo de buen nivel.
Lo que mayor sorpresa provoca es que la película siga el mismo camino de autoengaño en que encarriló a sus personajes. Ellos no enfrentan sus problemas para solucionarlos, mienten y se dejan mentir para dejarlos pasar o peor, olvidarlos. La película tampoco lo hace (culpa de nuevo de un guión descuidado) y cuando el debate e intercambio de ideas y búsqueda de soluciones debió invadir la cabeza de sus personajes, opta por fade outs escapistas que los ocultan.
La película elige la fuga y los personajes adictos a dosis de irrealidad van detrás llamándose “seres muertos por dentro pero de pie como un árbol” y justificando ahí su negación de la realidad, negación a la que ellos llaman fortaleza. Nunca debaten, nunca enfrentan, niegan su mundo y prefieren uno que aunque no solucione los problemas les entregue más satisfacciones que soluciones. El camino fácil en pocas palabras.
“Los árboles mueren de pie” nos dicen claramente hacia la conclusión de la película, pero en circunstancias tan tambaleantes como las que se han establecido aquí parecería que lo hacen solamente porque no pueden moverse.
El auto engaño antes del enfrentamiento con la verdad -presente concientemente o no en la película- resulta en consecuencia irresponsable por dos razones principales.
La primera, porque destruye el poco discurso que a trompicones plantea la narración de Roberto Girault.
La segunda, porque la mentira, piadosa o no, evasiva o no, pequeña o grande, nunca resuelve aquí los problemas, los desvía. Eso resulta doloroso en un país en el que, ya lo vimos, la mentira se ha convertido en parte del discurso oficial para orillar al olvido problemas que requieren esfuerzo y trabajo para solucionarse. En un país en donde se nos ha mentido a carretadas ya no hay cabida siquiera para las mentiras piadosas ni para las sonrisas conseguidas de ilusiones que saben a falsedades.
Ilusiones S.A.
(México, 2015)
Dirige: Roberto Girault Facha
Actúan: Jaime Camil, Adriana Louvier, Silvia Mariscal, Roberto D’Amico
Guión: Olivia Núñez, Juan Ignacio Peña, Roberto Girault
Fotografía: Serguei Saldívar Tanaka
Duración: 90 min.
Pensaba ir a ver la peli, parecia una propuesta diferente en este cine mexicano actual pero despues de leer a Erick, prefiero omitir mi intención y esperar a q llegue el Festival de Morelia, espero con ansia sus recomendaciones. Saludos.