Eddie Reynolds y los Ángeles de Acero
De Irlanda a la Narvarte
Por Erick Estrada
Cinegarage
En una Irlanda navideña, Bono, delantero de U2, encuentra un disco perdido de una oscura banda mexicana de rockeros de los ochenta y decide, en un golpe absurdo pero efectivo, llamar a México y pedir los derechos de la canción que escuchó en una tienda de viejo. Ello desata, en la ahora desmembrada banda, un furor que deberá llevarlos no solamente a un reencuentro en medio de los sinsabores de la “vida real” (uno de ellos canta en bodas, el otro sobrevive como bajista de ocasión con grandes estrellas pop y el baterista es dueño de una farmacia de barrio) sino a su eventual reunión en un universo musical muy acostumbrado a ello.
Sin embargo, ese es el pie para que Gustavo Moheno desarrolle (con mucho mejor mano que en Hasta el viento tiene miedo, su anterior película) una comedia ligerísima, de lectura muy sencilla, fresca por momentos y de un ritmo más que aceptable.
Montada en ella está a veces la historia de cuatro camaradas deseosos de re encontrar la luz en sus “grises” vidas; la necesidad de la expresión de la persona “sin importar las consecuencias”; una sociedad y manera de ser no nostálgica sino resucitada; la anécdota del grupo de rock perdedor en busca del norte para tratar de sobrevivir a su propia historia.
Sí, a veces alguna de ellas reluce más que la otra y parece orientar a la película de Moheno. Otras tantas hay destellos lúcidos e incluso arriesgados (que la cinta sea inaugurada por “Bono” sin tener que mencionar quién es y a qué se dedica es un gran acierto). Otras veces hay momentos de risa franca y abierta: el rescate de la hija de uno de los “viejos rokeros” para actualizarlos es también muy cálido.
Sin embargo, hay tropiezos que incluso con una versión terminada de la película evidencian haber sido ignorados (incomprensiblemente desde mi punto de vista) en el trabajo del guión.
No se trata siquiera de errores de continuidad o de incongruencias dramáticas (que las hay: el personaje de Dolores Heredia cargará con una marca misógina inmerecida y por lo tanto inexplicable). Se trata de puntos que dejan que se asome, de nuevo, cierta pereza creativa: rostros conocidos a manera de mesías en medio de pulquerías coloridas que sin embargo no reciben ni el homenaje ni el tratamiento visual merecido (ese “Carlos Santana” en la escena mesiánica ultra alcohólica que hace que la banda se reúna, era merecedor de una secuencia más imaginativa y no de un plano prolongado); chistes y bromas que se repiten una y otra y otra vez de la misma forma que la canción que provocó que todo lo que se nos cuenta se desencadenara; los clichés en los que se columpia la narración y que se ven venir un par de secuencias antes (la referencia al cruce en Abbey Road, la anécdota de la piscina en la que cae Charly García en uno de sus arrebatos, el público joven seducido con un par de acordes que salen de la guitarra de este grupo resucitado, los mohawk azules en una tocada de la Prepa 6); los diálogos, atorados en cierta artificialidad contra la que tienen que luchar un estupendo grupo de actores: Damián Alcázar, Arturo Ríos, Jorge Zárate, Álvaro Guerrero, Paulina Gaitán, Dolores Heredia.
Pero sobre todo, el rescate de anécdotas o momentos realmente intrascendentes que reflejan un alejamiento brutal de la sensibilidad de sus personajes femeninos y que terminan por enturbiar al de los personajes masculinos: ese pez colado a la fuerza en la película justo antes de la secuencia final, ese desnudo de Paulina Gaitán tan fugaz como insubstancial.
Ahí debajo, a pesar de todo, un mejor entendimiento del ritmo de su propia comedia, una historia que si bien daba para más se acomoda poco a poco en su propia carretera, un momento diferente para quien se decida a verla.
Gustavo Moheno ha subido un par de escalones (grandes) en su carrera, pero hay que seguir trabajando.
Eddie Reynolds y los Ángeles de acero
(México, 2014)
Dirige: Gustavo Moheno
Actúan: Damián Alcázar, Arturo Ríos, Álvaro Guerrero, Jorge Zárate
Guión: Carlos Enderle, Gustavo Moheno, Ángel Pulido
Fotografía: Alejandro Cantú
Duración: 106 min.
Concuerdo, al final si me gusto, pero la idea daba para mas y mejor, pudo haber sido una pelicula para recordar y se quedo en el camino, aun a si en el cine no hay cosas mucho mejores en este momento, vale la pena