Mórbido 2012. Post Mortem

Mórbido 2012
Post Mortem
Por Erick Estrada
Cinegarage

Este año el Mórbido, Festival Internacional de Cine Fantástico y de Terror estrenó sede. Se mudaron a la gran ciudad de Pátzcuaro y al parecer, todo le vino bien a partir del cambio. El quinto año de este festejo merecía un replanteamiento y el Festival no decepcionó. Más actividades, más proyecciones, más gente y mejor selección; hubo homenajes a Richard Stanley, al luchador Mil Máscaras y uno póstumo al escritor Bram Stoker, así como proyección de documentales y las siempre festejadas funciones al aire libre.

La lista de películas vistas, como siempre que se va a un festival, comienza con las 4 de rigor del primer día y sube con algo de esfuerzo (especialmente después de haber completado el Festival Internacional de Cine de Morelia) a 5 por jornada. De todo, como siempre. Para todos, como siempre, pero de esa larga lista que va de Diamond Flash (y sus atmósferas a la David Lynch con desplantes de terror ochentero y diálogos que se redondean maravillosamente) a Frankenstein, Day of the Beast (una celebración a Mary Shelley con todo el espíritu y la estética de la Serie B incluido el final abrupto y el humor de segunda clase), y pasa por Dame tus ojos (cinta mexicana de José Luis Gutiérrez Arias que coquetea con el mexplotation, el gore y la tragedia al mismo tiempo, sin que cuaje ninguna de ellas al 100%), Iron Sky (el absurdo más divertido y espeluznante que se haya visto alrededor de la Segunda Guerra y sus secuelas), la película por capítulos El ABC de a muerte (dispareja como todo estos experimentos pero con aportaciones realmente sobresalientes), Dead Sushi (que también aborda al absurdo pero con una óptica mucho más urbana y una lógica completamente desquiciada) y The Last Will and Testament of Rosalind Lee (un horror más clásico, más intenso también), me quedo con las que, habiendo disfrutado cada una de las funciones del festival, considero aportaciones importantes al cine nacional, al cine de terror y al festival en sí.

La primera de ellas es el gran documental Dracula’s Bram Stoker de Sinead O’Brien, que detalla con dedicación los impulsos y experiencias que llevaron al famoso escritor irlandés a escribir una de las novelas de terror más influyentes en la historia de la humanidad y que, queda claro en este trabajo, se adelantó tanto a su propia época que a la fecha es una novela que se sigue leyendo y re leyendo. Esta proyección venía mucho al caso pues, entre otras cosas, Mórbido estaba dedicado a la figura vampírica. Si bien no se trata de un trabajo reciente (el documental está fechado en 2003) redondeó a la perfección esa primera mañana de Mórbido y nos puso en tono. Gran selección.

La siguiente y omitiendo a fuerza Diamond Flash (que se hunde hacia su segunda mitad), es sin duda el otro documental (ahora alemán) llamado German Grusel: The Edgar wallace Series, de Oliver Schehm y que, para profundizar en la función didáctica que un festival de cine debiera tener, exploró la famosa serie de películas alemanas de horror y crimen inspiradas en los relatos de Edgar Wallce y que no solamente dieron espacio a importantes técnicos, directores y actores (como el propio Klaus Kinski), sino que terminaron por inspirar a los primeros experimentos del giallo italiano que tan famoso hiciera a Dario Argento.

Luego tenemos a Reacciones adversas, una tesis óper

a prima de David Michán que comete el pecado de arriesgar un poco en su propuesta, es decir, los pecados que se deben cometer. Si bien el resultado no es satisfactorio, resulta interesante que juege a contar dos historias dentro de una… o una de dos maneras distintas. Lo segundo es que me parece correcto que se arriesgue en una tesis y que aunque el resultado resulta más flojo de lo que uno quisiera esperar, se deja ver un buen ojo y una búsqueda de algo. El problema (es difícil que quede claro en una sola película) es que no sé si esa búsqueda es de estilo, de un sello o de una historia aún más sólida para contar. El guión camina bien, une sus cabos y entra a su propio mundo, pero una fractura menos visible entre los dos mundos que nos entrega quizá le habría hecho mucho mejor. El tercer punto de interés es, curiosamente, que también hay mucho David Lynch en su primera mitad, aunque en la segunda dé vuelta a la esquina y entre de lleno a la avenida Martin Scorsese.

El cierre, por supuesto, debe hacerse con Ahí va el Diablo, producción mexicana dirigida por Adrián García Bogliano y que en el pasado Fantastic Fest (de los cines Alamo Drafthouse) se llevó prácticamente todos los premios en existencia. No es para menos, pero tampoco es para tanto.

Si bien la cinta de Bogliano recupera mucha de la tradición del terror mexicano (los espíritus del monte, las posesiones de parte de esos espíritus, la familia acosada por ellos, el “sabio” del pueblo que casi conoce el final de la historia) y los revitaliza con muy necesarias dosis de juegos con el sexo (la primera regla, el incesto, el sadismo, la violencia excitante, etc), queda a veces muy a la orilla de sus temas principales y se adentra en otros que, de tan notorios, se antojan casi gratuitos. Es, sin embargo, un pecado que también debe cometerse si uno quiere que su voz se escuche pues al final, la película de Bogliano deja clara su postura y renueva género y temas, ambos casi olvidados por el cine mexicano a pesar de (como esta) muy honrosas excepciones.

¿Qué es lo que hace de la película algo tan atractivo para el público? Precisamente su regreso a las leyendas y supersticiones mexicanas con un toque nuevo, con carga sexual, con la violencia que exige el género, todo extra a sus cualidades técnicas (no sé si las fallas en el audio fueron exclusivas de la función en la que estuve), buenas actuaciones y un buen diseño de su banda sonora, que genera más de la mitad de la tensión de la película.

Los contras, por otra parte, también existen. Lo burdo del hilvanado de sus primeras secuencias, los crudo de sus colores pueden alejar a quien no haya experimentado antes películas de tono semejante o a quien simplemente no guste de ellas. Pecado menor nuevamente en especial ante la aparición de personajes que aparentan menor trabajo y profundidad (el policía bigotón, el “sabio” del pueblo), que aportarían aún más peso si aparecieran menos descuidados en esta pesadillesca historia.

La conclusión de Mórbido 2012 es buena en general. Es ya un festival grande, conocido, reconocido por sus ambientes y atmósferas. Es un festival donde la competencia existe pero con un tono diferente a otros más académicos. Quizá precisamente por ello, por el respeto que se gana año con año, debe ahora buscar la solidificación de cosas como la credibilidad, elevar de nuevo su nivel, entrar a la lista de festivales indispensables con ajustes que parecen menores pero que al final, invitados, homenajeados, y principalmente el público, apreciarán, como la puntualidad en sus funciones. Por lo demás, muchos años más así y gracias por la invitación.

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