Retrato de una mujer en llamas, crítica.

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Retrato de una mujer en llamas
La ira a falta de libertad
Por Erick Estrada
Cinegarage

Céline Sciamma había dejado muy claro ya que el tema femenino tenía que tratarse con fuerza y decisión. Girlhood (Francia 2014), su película anterior, era justo el discurso de lo masculino y lo femenino en un universo, el nuestro, en el que lo femenino está destinado a perder siempre esa discusión. En esa propuesta el lenguaje visual de Sciamma resaltaba el poder real de lo femenino, sin ambivalencias y sin condescendencia.

Aquí encuentran la crítica de Erick Estrada a Girlhood.

Cinco años han pasado y ahora con Retrato de una mujer en llamas ese poderío visual se ha convertido en elegancia, en poética y en metralleta. La razón es muy simple. Más allá del tiempo transcurrido esta es una historia de conocimientos y reforzamientos de identidades tanto de género como sexuales, vitales desde todos los ángulos.

Fines del siglo XVIII. Mariane (Noémie Merlant) es una joven y hábil pintora que ha recibido la misión de ir a una isla en la bretaña francesa para realizar el retrato de Héloise (hipnótica Adéle Haenel), solitaria joven de sociedad que, sin embargo, se ha rehusado a posar anteriormente para otros pintores. Marianne está obligada a actuar en secreto en esta isla, una especie de Lesbos que convierte al aquelarre -surgido de los temores del macho monopolizador del pensamiento- en una celebración solidaria en la que el equilibrio es natural, serio y vital. Marianne está dedicada a abrir todas las ventanas posibles de la enigmática Héloise para lograr su cometido, uno que se complica al saber que al completar el retrato Héloise será entregada al mundo de los hombres a través del matrimonio.

A partir de ahí Sciamma se balancea entre una intriga y obsesión casi estilo Hitchcock (piensen en Vértigo y las miradas atentas y desesperadas de James Stewart hacia una desinteresada Kim Novak) y que ronda a lo erótico desde el primer segundo (ese juego de rostros que se ven por primera vez en la playa de la isla, toma larga de nítido sentido del humor), para después jugar con figuras íntimas de intrusión y curiosidades humanas y serias. Es decir, al tratar de descubrir el alma de su anti modelo (¿qué es pintar sino plasmar el alma de la gente?) Marianne abre veredas que van a trastocar por completo el papel de estas mujeres.

Al inicio Marianne se presenta como una mujer de mundo, casi independiente, brillante y experimentada mientras Héloise, que viene de una reclusión monacal se deja ver como inexperta, incapaz de controlar su vida o su futuro (su matrimonio es a todas luces uno por conveniencia) y necesitada de mundo. Sin embargo conforme la intimidad abre caminos de conocimiento entre ellas es Héloise quien le presenta a Marianne caminos que nunca había considerado y que involucran tanto al ser femenino como la experimentación sexual.

Muy pronto en la película tenemos entonces dos retratos, el que hace Marianne obligada profesionalmente, y el que hace Sciamma de las mujeres en esta isla y en particular de Marianne y Héloise quienes acompañadas de la sirvienta Sophie posan para la cámara de Sciamma, que las recoge y nos las regala como cuadros gigantescos, como retratos de crecimiento.

Sciamma manipula nuestro ojo, descubre a sus personajes con una serie de anécdotas que se vuelven símbolos (el retrato fallido que arde justo donde estaría el corazón de Héloise, esa escena de un aborto, dolorosa y determinante para todas las involucradas) y que están orientados a sumarse como piezas improbables a la idea de la “Mujer en llamas”.

¿Quién es esa mujer? ¿Por qué arde? ¿Por qué se hizo ese retrato? Era una mujer que como todas busca su libertad, total, sin límites, en un mundo que se escandaliza del fuego interno de personas como ella.

En forma y fondo ese retrato (el de La mujer en llamas) reta directamente a la visión masculina, a la pose de la prometida, a las manos cruzadas en señal de sumisión. En su lugar entrega pasiones escondidas pero vivas, deseos ocultos pero naturales, amores que podrían ser imposibles pero que están presentes todos los días.

En su belleza plástica Retrato de una mujer en llamas es también la historia perfecta del encuentro de dos almas en busca de su felicidad y la tragedia del paraíso rechazado (una nueva figura lo reafirma, la historia de Orfeo presente en la película literal y figuradamente). En la utilización del lenguaje cinematográfico (creación de símbolos que se suman, generación de figuras y una narrativa poderosísima en sus encuadres, un montaje sutil pero certero a morir) Retrato de una mujer en llamas es eso, un símbolo de pasiones y libertades pero también de las tormentas desatadas en la parte que el mundo oculta al ojo masculino, tormentas que son a la vez amatorias y de pelea, de resistencia, de reafirmación de lo femenino.

El impactante close up final repasa todas esas ideas y esos deseos con la luminosidad del descubrimiento en medio de la tormenta que suena mientras lo contemplamos.

CONOCE MÁS. Esta es la crítica de Erick Estrada a la estupenda Wild Rose.

Retrato de una mujer en llamas
(Portrait de la jeune fille en feu, Francia, 2019)
Dirige: Céline Sciamma
Actúan: Noémie Merlant, Adèle Haenel, Luàna Bajrami, Valeria Golino
Guión: Céline Sciamma
Fotografía: Claire Mathon
Duración: 119 minutos.

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