Sopladora de hojas, crítica

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Sopladora de hojas
La oda al sinsentido
Por Erick Estrada
Cinegarage

Sopladora de hojas es una comedia casi surreal y escurridiza que retoma mucho de lo depositado por Temporada de patos (México-EUA, 2004) de Fernando Eimbcke (la referencia forzada cada vez que se habla de comedias críticas en el universo juvenil) pero dándole el revés con un descaro que le queda además muy bien.

Tres amigos -entre adolescentes y preadultos- vuelven de su juego de soccer dominical y al cruzar por el jardín del barrio uno de ellos pierde el llavero entre las hojas secas del otoño.

Desde ese momento Alejandro Iglesias Mendizábal juega con todas las trampas posibles para que sus tres mosqueteros (la secuencia del duelo de escobas es quizá la mejor parte de la película y la que pasará de largo para quienes no sepan detectar ahí el corazón de la misma) no puedan escapar del jardín y para que al mismo tiempo nunca veamos en realidad que busquen el famoso llavero.

A partir de entonces serán nueve los capítulos que a media tinta entre unos caifanes en reversa (esta es más una pandilla infantil que un enfrentamiento de clases sociales y aquí la camaradería permite la comparación) y un humor ligerísimo y grato, Iglesias repase sin muchas complicaciones (aunque el trabajo entregado no es para nada simple) el placer de la extensión del tiempo, muchas veces a través de conversaciones que parecen fuera de toda lógica en un mundo en el que lo inmediato y el ahora nos tienen secuestrados; está también la profundidad de los sinsentidos en un mundo lleno de conversaciones que a veces omiten las descripciones en favor de una imagen (real o artificial) que sustituya el dibujo a través de las palabras.

En esos momentos es cuando de nuevo se le puede conectar con Temporada de patos y esos discursos inundados de canabis en donde sin decir mucho se hablaba de todo.

Iglesias a veces se regodea en los logros que paso a paso da su película pero no tarda en soltarla de nuevo en un juego de imaginaciones y realidades que se atrapan una a la otra para permitir la transformación de personajes a los que más de una vez dimos por perdidos: es decir, a pesar de una historia que parece completamente lineal e inevitable, las sorpresas están a la orden del día.

La oda a esos sinsentidos luminosos, a un humor que nos lleva cada vez más dentro de esa pared sin paredes que primero es el parque, después la juventud y al final la infancia, esa oda la consigue Iglesias con un guión tan trabajado que muy pronto en la película tenemos ya un micro universo interno que permite bromas hacia adentro -íntimas en consecuencia- y que nunca volverán a funcionar fuera de la película.

¿Refrescante? Sí. ¿Novedosa? No tanto. Y sin embargo Sopladora de hojas logra que lo que películas como Somos Mari Pepa (México, 2013) sugerían débilmente y casi por error: la camaradería, la perpetuación de una juventud menos entregada al presente perpetuo en que vivimos, la revolución personal a ritmo de rock (Jessy Bulbo suena recio), el derecho y la casi necesidad de dudar de lo que se quiere hacer el resto de la vida cuando apenas se tienen 20 años. Peor aún si se tienen menos.

Sopladora de hojas
(México, 2015)
Dirige: Alejandro Iglesias Mendizábal
Actúan: Carlos Aragón, Gibrán Arias, Alejandro Guerrero, Andrés Delgado
Guión: Alejandro Iglesias Mendizábal, Luis Montalvo
Fotografía: Luis Montalvo
Duración: 90 min.

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