Mientras el lobo no está
Los celos del voyeur
Por Erick Estrada
Cinegarage
Volteando a veces muy directamente a El espinazo del Diablo (España-M-exico-Francia-Argentina, 2001) (¿quién no lo haría?) y otras tantas jalando inspiración del otro clásico llamado Cuenta conmigo (EUA, 1986), la película de Joseph Hemsani tarda mucho más de lo deseado en definir su propio rumbo, atrapado precisamente entre lo nocturno de Guillermo del Toro y ese verano lleno de Sol de Rob Reiner. En esa indecisión novata (porque en realidad poco de lo planteado en ella sobra una vez que esto se resuelve) nos sentimos atrapados y algo perdidos; se trata de un planteamiento que comete incluso el pequeño pero divertido pecado de resaltar el otro tono, el visual, en esta narración de maduración y escape de la infancia.
Al hablar de colegios casi prisión, del choque de la visión infantil con un mundo adulto lleno de violencia y oscuridades, de prepotencias y maltratos, ¿nos sobra cierta corrección tanto discursiva como visual? ¿Choca la pulcritud de luces y encuadres con la agitación en estos escenarios en donde poco a poco se gesta un thriller de escapes y revueltas? Porbablemente sí y por momentos, también demasiado.
Poco después, a pesar de todo, incluso sin saber si veremos a un chico rebelde tomar las riendas de su nueva prisión, destronar a su padre y al director del colegio o ser sometido y vejado hasta la saciedad, Hemsani y Abe Rosenberg (guionistas) dejan que todo tome un curso más decidido y el thriller (que se consolida con más aciertos que errores hacia el final de la película) explota muy decentemente, con ciertas oscuridades y tensiones que si bien siguen chocando con el desarrollo visual de la película, ahora están lo suficientemente trabajados como para dejarse notar y dejarnos intrigados con un desenlace que aunque no es lo sorpresivo que uno hubiera esperado, sí tiene sabor y buen tino.
En medio, la narración infla con buen ritmo los celos de un voyeur autoritario y casi criminal, diabólico en sentido realista, maléfico desde la óptica infantil (desde donde se cuenta Mientras el lobo no está) que al ver que su objeto de atracción (porque este diablo autoritario ve a sus subordinados como objetos dispuestos para él) siente la necesidad de chocar y detener la tentación adolescente que le roba poder, que le resta dinámica y que por supuesto amenaza con desenmascararlo.
De un lado el voyeur autoritario. Del otro el niño que sabe que le queda poco tiempo como tal. En medio, pequeñas historias sugeridas de otros niños y de otras familias (ahí nos remitimos de nuevo a El espinazo). ¿Será que Mientras el lobo, después de trabajar el camino de su thriller, nos habla también de soledades y tristezas? ¿Algo de matiz asoma entre los personajes que corrían el riesgo de volverse maniqueos e insoportables? Sí, lo hay, aunque con un poco más de malicia, con menos corrección, habrían dotado de mayor profundidad y gozo a la película. Porque entre sus árboles y estupendas locaciones, algo de lectura política asoma, algo de luz crítica puede verse (¿se fabrican historias falsas de personas desaparecidas?, ¿suena eso familiar en un país convulso como México?). Porque aunque hay también referencias al Fritz Lang de M (Alemania, 1931) (ese silbido anuncio de la muerte, ese amor enfermo por los cuerpos infantiles) y aunque la película, concientemente o no, termina por adoptar la dinámica del juego infantil que la da nombre (se juega mientras se puede antes de que todo estalle), y aunque la historia vive y palpita, se mueve y juguetea, algo falta en el caldo, algunas sombras se sienten ausentes.
Y sin embargo, probablemente las sugerencias son las que hacen de esta propuesta algo valioso y a final de cuentas inquietante. Y por otro lado, son sus preguntas las que la impulsan a un buen desenlace (obvien el epílogo) en el que del enfrentamiento del voyeur y sus celos contra la tentación adolescente, sale muy bien librada una gigantesca metáfora de los últimos momentos de la niñez de su protagonista, un niño que sabe que le queda muy poco tiempo como tal. Una vez siendo adultos, dejen que el lobo venga por nosotros.