Carneros, crítica. Película de la semana. Vean aquí la película.

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Carneros
La tormenta
Por Erick Estrada
Cinegarage

Nunca nadie había contado una tragedia tan luminosa y tormentosa a la vez y nunca nadie lo había hecho en reversa como Grimur Hakonarson en Carneros.

Animales violentos y tozudos, los carneros han sido el sustento y el orgullo de la familia de Gummi y Kiddi, dos ancianos hermanos que violenta y tozudamente dejaron de hablarse hace 40 años. Las razones están escondidas en la blanca lana que llevan por barbas, en las ru(t)inas extenuantemente pálidas de sus días en un poblado de la Islandia profunda.

Su única forma de comunicación es el torneo de carneros en el que compiten entre ellos a través de lo mejor de sus especímenes.

Nosotros aparecemos en medio de uno de esos torneos, y con los hermanos en primero y segundo lugar el conflicto se recrudece y toma caminos tan insospechados como absurdos, dicho todo para bien.

Para comunicarlo, Hakonarson nos hace acompañar a uno de ellos en sus días repetitivos y eternos en el invierno de esa parte del planeta. Gummi se mueve entre rompecabezas diurnos con un vaso con leche y el cuidado de sus carneros.

Llega la tormenta.

Los cuernos del carnero evidencian las estrías y por primera vez en 40 años Gummi puede entrar, no sin miedos, no sin curiosidad, no sin respeto pero tampoco sin rechazo, a la casa de su hermano. Justo a la mitad, habiendo conocido a la primera parte de la familia dividida, Hakonarson da vuelta a la tortilla y nos deja ver el otro lado, al hermano al otro lado de la cerca.

Gummi explora, ataca, se inmiscuye y encuentra una fotografía que en medio de la tormenta en que los dos hermanos están involucrados, se antoja trágica. Él y su hermano, cariñosos, montan un caballo ante la mirada satisfecha de su padre.

La tormenta arrecia.

Los carneros dejan de dar topes y comienzan a mirarse a los ojos y en un movimiento maestro Hakonarson le devuleleve a estos tozudos guardadores de secretos mucho de la humanidad que se habían permitido perder y nos los deja ver en un trágicamente premonitorio instante montados en una motocicleta de nieve igual que como los vimos en aquella foto del caballo en un verano vikingo. Aquí sin embargo están viejos, cansados, hartos, hundidos en un problema que los empareja con los violentos y casi salvajes carneros para los que viven, y al sustituir al caballo por la moto nieve vemos cómo se les viene encima el “mundo nuevo” el de los “avances” y las facilidades. Vemos cómo la blanca lana de sus barbas es ya caduca y despreciada en un mundo que ignorantemente vive sólo del hoy.

El remate es monumental, duro, entrañable e inquietante a la vez. En el peor momento del azote bestial de naturaleza, sabiendo que igual que sus carneros ambos son los últimos representantes de su llinaje, los hermanos nostálgicamente vuelven a un congelado útero materno, la única manera de buscar algo parecido a la reconciliación.

Se trata de una de las mejores imágenes metafóricas en años y al mismo tiempo una bomba emocional que es capaz de callar al cine más ruidoso y a la tormenta más vigorosa, aunque ambos ocurran a la vez.

CONOCE MÁS. Aquí pueden leer la crítica de Erick Estrada a Shoplifters/Un asunto de familia, de Hirokazu Koreeda y también ver la película.

Carneros
(Islandia, 2015)
Dirige: Grímur Hákonarson
Actúan: Sigurður Sigurjónsson, Theodór Júlíusson, Charlotte Bøving, Sveinn Ólafur Gunnarsson
Guión: Grímur Hákonarson
Fotografía: Sturla Brandth Grøvlen
Duración: 93 min.

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