Hércules
No sólo de músculo vive el hombre
Por Erick Estrada
Cinegarage
La mitología y el extaño juego que ha tenido desde siempre con el cine aparecen en pantalla en cuanto las luces se apagan. La narración se vuelve grandilocuente e invasiva, la voz es tan familiar que espanta: es la que ha narrado las proezas de este héroe mitológico una y otra vez y la repetición se acerca con paso fuerte y sonoro. Estamos a punto de experimentar de nuevo lo que hemos tenido muchas veces ya: la fuerza invencible de un semi dios que puede dominar al mundo. Hasta Disney ha tocado este vals.
Y de repente, el camino se bifurca. Brett Ratner, acostumbrado a caminar la delgada línea entre el humor y el cine de acción con las tremendamente populares Rush Hour y que ha probado las mieles y el desencanto de las gigantescas películas de super héroes con X-Men: la última batalla (Canadá-EUA-Reino Unido, 2006), de repente decide tomar el camino alterno, bajar la velocidad de los pistones y desinflar a Hércules hasta entregarlo como un ser humano más, un hombre común y corriente pero, eso sí, tan común y corriente como puede ser alguien como Dwayne Johnson, simpático y popular, dueño de un físico al que ha explotado en su carrera de muy diversas formas.
Justo en ese momento, apenas un par de minutos después del prólogo, termina el engaño y con un ligerísimo cambio de tono que sabe a broma comienza a pavimentar el camino de su propio Hércules, alejado de las mitologías de monstruos temerarios y de batallas gigantescas, separándolo de manera insistente de las narraciones aquellas en las que el físico del actor central (ya fuera Steve Reeves, Mickey Hargitay, Reg Park, Nigel Green, Arnold Schwarzenegger o Lou Ferrigno) era lo único que debería lucir la película.
Desde ahí se apoya en el guión del casi debutante Ryan Condall y del experto en películas infantiles Evan Spiliotopoulos y nos regala (es cosa de revisar los ingredientes) una película de acción-juvenil-desenfadada-y-divertida.
¿Hay algo más? La verdad no. De hecho, los grandes aciertos de la cinta pueden contarse enlistando lo que negó de las otras versiones de Hércules que hemos tenido.
Si antes el maniqueísmo imperaba entre los personajes, ahora un tufillo a thriller le da a esta simplísima narración los giros suficientes para sacarla de lo líneal y claro, provocar mejor combustión en la acción que desarrolla.
Si en el pasado el humor de las cintas era prácticamente involuntario, aquí Ratner reutiliza sus mañas y plantea y concluye situaciones que iluminan humorísticamente las tareas de su Hércules de roca.
Si antes Hércules era el héroe que todo lo podía, aquí se transforma en una especie de asesor que, tirando sólo lo suficiente de Los siete samurais (Japón, 1954), le da a la película una verosimilitud que nunca había necesitado pero que tampoco le viene mal.
Si antes la solemnidad devoraba cualquier intento de acomodar novedades en el desarrollo de la película, Ratner voltea a queridas aberraciones como Hansel y Gretel: cazadores de brujas (Alemania-EUA, 2013) para darle además de combustión algo de lubricante tanto al humor como a la acción y, por supuesto, para afinar ese ligerísimo aroma a thriller del que ya había hablado.
Ni busquen más. Suficiente es el esfuerzo por quitarle el tirol y el cemento pesado a uno de los héroes más populares del cine mitológico. Hércules está tan cerca del cine épico, del de acción juvenil, de la comedia y del mini thriller que no es ninguno de ellos pero algo tiene de todos, sin pretender más, sin querer más.
Es, como Hércules mismo, mitad mortal, mitad inmortal y al mismo tiempo, producto de nuestra imaginación.
Hércules
(Hercules, EUA, 2014)
Dirige: Brett Ratner
Actúan: Dwayne Johnson, John Hurt, Ian McShane, Rufus Sewell
Guión: Ryan Condal, Evan Spiliotopoulos
Fotografía: Dante Spinotti
Duración: 98 min.