El ombligo de Guie’dani, crítica de Erick Estrada. Película de la semana.

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El ombligo de Guie’dani.
La domesticación

Por Erick Estrada
FICUNAM 2019
Cinegarage

Guie’dani y su madre se dirigen a la Ciudad de México. Pero no lo hacen de forma 100% voluntaria. La madre de Guie’dani ha aceptado trabajar en la limpieza y la cocina de una familia de clase media chilanga y su hija la acompaña mientras la escuela comienza de nuevo. El choque es brutal.

Xavi Sala demuestra en los deambulares de Guie’dani en esta casa en donde todos tienen prisa, un ojo filoso ante los vicios y las enfermedades de esa clase media mexicana, que apoya su propia existencia (hacia adentro y hacia afuera) en un racismo centenario que hoy muestra ya sus peores características (estamos en la segunda década del siglo XXI) pero sin dar aviso de cambio, mucho menos de desaparición.

Guie’dani es inquieta, lista, muy lista, y precisamente por eso calla y estudia esta casa de prístinos suelos pero modales asquerosos, de ventanas impolutas pero de miradas enfermizas, de sonrisas abiertas en el saludo pero de comentarios hirientes y descarnados (fruto de la incultura y la inseguridad de esa clase medianamente acomodada) en cuanto Guie’dani o su madre parecen no estar a la vista.

Los paseos de Guie’dani en la casa que la aprisiona son retratados a través de una cámara centrada en ella y son reflejados a través de un diseño sonoro igualmente centrado en ella. Vemos lo que ella ve y como ella lo ve. Escuchamos lo que ella escucha y como ella lo escucha. La forma de El ombligo de Guie’dani nos marca una distancia (la de la chica con respecto a los demás) que nos ayuda a acentuar lo malicioso del comportamiento de esta familia que, en consecuencia, evidencia todo lo mal que hay en sus formas y por supuesto, en su fondo.

Guie’dani escucha y calla cuando esta familia le dice a su madre que su “cuartel general” es el cuarto de lavado; cuando lanza cumplidos creyendo que son equivalentes a un buen trato; cuando hablan en inglés como un estúpido mecanismo de defensa para no ser “escuchados” por Guie’dani o su madre y para marcar (siempre ante ellos mismos) un estatus diferente, presumiblemente superior. La decadencia.

El enorme acierto de Xavi Sala está precisamente en el uso del idioma. Si bien la familia lo usa como un arma débil, enclenque y sin efectividad (es evidente que Guie’dani, en su silencio, sabe todo lo que se habla en la casa), las dos mujeres llegadas de Oaxaca (forzadas por sus circunstancia después de todo) hablan zapoteco con toda naturalidad, sin ganas de separarse o de esconderse de nadie. Al contrario de lo evidenciado por la familia, el lenguaje es su identidad, modificada, castigada, perseguida incluso, pero identidad a fin de cuentas.

Al contrario de la decadente familia que los aloja más para conservar comodidades que por una necesidad real, Guie’dani -que mira con los ojos profundos de una raza milenaria y que en consecuencia ve más de lo que nosotros podremos ver jamás- busca tirar esas paredes, olvidarlas, derrumbarlas aunque sea figuradamente y opta no sólo por desobedecer la orden de dejar de hablar zapoteco con su madre (una orden que refleja el miedo de sus captores), sino por enseñarle el idioma a su vecina.

Con ella, además, cruzará otra frontera. Conservando una forma natural, sin exageraciones, prácticamente neutra aunque refugiada en los ojos y los oídos de Guie’dani, Xavi Sala permite a estas dos chicas un acto rebelde en contra de sus opresores, acto que es tan ingenuo como provocador (algo del mejor ludismo hay en ello) en el que lo único que hacen es cruzar todas las líneas prohibidas que se les han impuesto, una a una, desde lo más obvio (responder el teléfono… o dejar de hacerlo), hasta lo más significativo: dejar de limpiar, pisar los terrenos que el amo considera sagrados o, por lo menos, permitidos sólo para los suyos.

En ese acto rebelde, en ese comenzar a destruir las barreras que la oprimen, Guie’dani comienza su transformación final, una que la película construyó a base de sus miradas (deslumbrante Sótera Cruz). Esa transformación es, igualmente, callada, elaborada poco a poco, y de ahí el remate casi abierto que propone Sala.

Guie’dani ha comenzado a derrumbar muros mientras la familia que vive dentro de ellos decide que esos muros son lo mejor que tienen. Alguien tiene la razón y la secuencia final de El ombligo de Guie’dani, abierta, fría, dura en la fragua de la madre esclavizada, no nos deja duda sobre quién está en lo cierto.

Una de las identidades de esta historia (el choque brutal de un inicio) ha salido fortalecida y la forma en que nos lo han contado es realmente conmovedora.

CONOCE MÁS. Esta es la entrevista que Erick Estrada le hizo al director de El ombligo de Guie’dani, Xavi Sala.

El ombligo de Guie’dani
(México, 2018)
Dirige: Xavi Sala
Actúan: Majo Alfaroh, Sótera Cruz, Valentina Buzzurro, Mónica del Carmen
Guion: Xavi Sala
Fotografía: Alberto Anaya Adalid
Duración: 119 minutos.

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