Berlinale 2019. Öndög, crítica

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Öndög.
Los ciclos y las disolvencias
Por Erick Estrada
Berlinale 2019
Cinegarage

Al patrullar la interminable estepa mongola un par de oficiales se encuentran con todo tipo de imágenes sugerentes mientras el Sol viaja sobre ellos, dando a veces, en muy pocas ocasiones, algo de variedad a un paisaje tan monótono como ese. De repente, de entre los pastizales dorados que anuncian un invierno terrible, asoma un cuerpo desnudo: una mujer muerta en medio de esa inmensidad.

Quan’an Wang, el director de esta cápsula de juegos visuales y de metáforas de elaboración artesanal, cuenta todo desde la distancia, primero como si le temiera a aquello que hay que retratar, aunque después veremos que lo hace solamente para abrirse el espacio que necesita para jugar con nuestra mirada, con la horizontalidad de su encuadre (la estepa luce casi bestial en su “no se ve nada”, barroca en la carencia de elementos en su interior) para tejer ahí a golpe de disolvencias serenas y casi inasibles los elementos místicos que aterrizan en esta extraña historia cuando una pastora es comisionada por la policía (por un policía en particular) a resguardar el cadáver de los predadores de esa selva de nadas. Ella, valerosa, templada, dominante como diosa pagana, es capaz de mantener a raya a los lobos (enorme secuencia de la mujer contra el depredador, del cielo contra la tierra, de la luz contra la oscuridad en la que se refugian los colmillos asesinos) y de dar calor y resguardo a un hombre desesperado por un trabajo que no tiene solución, un joven policía que se ve atrapado en la cruel realidad de la estepa y los viajes a los que ese paisaje invita y provoca.

La cámara sigue lejana. Las tomas se mantienen largas porque en medio de una historia tan cruel y surreal la figura de esta misteriosa mujer se transforma frente a nosotros, las historias la envuelven, su propia leyenda la mantiene firme y sólida en esta propuesta que es también, pues de ahí surgen los héroes de todos los días, una observación de ciclos de vida y muerte, de rituales y rutinas.

Por esa razón, las largas disolvencias de Quan’an Wan se potencian y construyen imágenes nuevas, animales nuevos (esa secuencia del camello postrado contra el horizonte), una nueva diosa pagana que se nutre de los mitos que sobre ella se cuentan y de los mitos que ella, en estos paisajes que domina y controla hace aterrizar y tomar su lugar en los paisajes en los que nuestro ojo se ha paseado hasta ahora.

Los símbolos se exprimen y por ello vemos primero la exploración de las entrañas de una oveja para después pensar, irremediablemente, en las entrañas de ella misma, alteradas precisamente en la noche en que tuvo que cuidar al extraño cadáver quizá caído del cielo, quizá surgido del inframundo.

Muy al comienzo de este viaje hipnótico, alguien susurra que “el cazador no usa la vista, sino el instinto”. En sus encuadres, en sus disolvencias, en su narración lejana y distanciada, Quan’an Wan nos invita a dejar la razón de un lado y lanzarnos a explorar los vapores que surgen de su montaje, los ruidos que surgen de la unión de sus secuencias.

Irremediable saber que para explorar Öndög hay que invitarnos a descubrir a un mito, no a descifrar un crimen.

CONOCE MÁS. Esta es la crítica de Erick Estrada a La paranza dei bambini, también proyectada en la Berlinale 2019.

Öndög
(Mongolia, 2019)
Dirige: Quan’an Wan
Actúan: Aorigeletu, Gangtemuer Arild, Dulamjav Enkhtaivan, Norovsambuu
Guion: Quan’an Wan
Fotografía: Aymerick Pilarski
Duración: 100 minutos.

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