Berlinale 2019. Ghost Town Anthology, crítica

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Ghost Town Anthology.
Los que se van somos fantasmas
Por Erick Estrada
Berlinale 2019
Cinegarage

Un invierno crudo y lechoso es el marco de la nueva exploración de Denis Côté, autor de enigmáticos encuadres y despistes deliciosos que usa para cifrar lo que parece ser su mayor preocupación, el análisis, entendimiento o digestión emocional de las ya de por sí inasibles relaciones humanas.

En Vic y Flo vieron un oso (Canadá, 2013), el verano y un acuario lejano de toda realidad inmediata fueron la catapulta para entrometernos en la relación de dos chicas descastadas, orilladas a las lejanías de lo que se llama a sí misma “la civilización”. Una exploración dolorosa en el fondo, gaseosa y casi surreal en la forma. Algo similar ocurría con las relaciones exploradas en Curling (Canadá, 2010) y en Boris sin Béatrice (Canadá, 2016) la cosa escalaba en un escenario algo más urbano a la también muy humana costumbre de ser infiel, a ese rechazo berrinchudo a las relaciones monógamas.

En Ghost Town Anthology el misterio se repite. Misterio; probablemente el único pegamento visible en las narraciones directas pero nebulosas de Côté, que encuentra poco a poco las formas sin convertirlas en fórmulas, mismas que acomoda para desnudar el alma de quién ve y pinchar las plantas de los pies de quien cree estar entendiendo lo que ocurre entre imágenes poderosas pero vagamente hiladas, intensas pero enamoradizas, crueles pero de belleza sin maquillaje, probablemente todo lo contrario a la plástica que con estruendos sorprendentes logra Yorgos Lanthimos aunque con efectos similares.

Al inicio de esta película todo eso aparece de golpe. Un paisaje invernal y sin color es, junto con nosotros, el único testigo de un aparatoso accidente de auto… y nada más nos será explicado. No se trata de un thriller (si esto fue un suicidio o un verdadero accidente no importa ya) ni de un drama familiar. El accidente, en el que muere el hermano mayor de un chico de pueblo típico que sin saberlo se siente atrapado en su comunidad rodeada de nada, disparará una descripción en capas de este poblado, de su paradisiacamente bizarra forma de ser y sorprendentemente de todo lo que lo rodea sin necesidad siquiera de que lo veamos. En Vic y Flo… conocíamos a dos mujeres arrinconadas en una naturaleza en explosión pero desprovistas del calor de un mundo que las envió hasta allá por razones inhumanas, bestiales. En Ghost Town Anthology poco a poco veremos que este desfalleciente poblado está en una situación muy similar a la del chico muerto en el accidente, el que lo detona todo: la vida provincial, de campo, fuera de las grandes ciudades, la que no tiene como centro a un capitalismo envilecido, inhumano y bestial, muere sin remedio a pesar de destellos de belleza inaudita que bien pueden mostrarnos a una mujer que levita en contra de un invierno cruel, o dejar que un grupo de fantasmas enmascarados pierdan inexplicablemente su dosis terrorífica (toque genial, sutil, arrebatador) para convertirse en apariciones Dickensianas que nos llevan a uno de los puntos centrales de la historia de Côté. Hablamos de ese mundo villano, pero vemos el lienzo vaporoso del poblado alejado de él.

El hermano menor del joven muerto comprende antes que nadie que igual que sus escasos vecinos vive en una confusión, pero también entiende que como parte de una película de Côté no debe derrotar a la confusión sino aceptarla como elemento de sus días. En consecuencia la aparición de estos extraños seres (fantasmas polvoerientos) y los extraños sucesos que los adornan le sirven tanto a Côté como a este joven atribulado para relatarnos la relación con su mejor amigo. Su unión se fractura con la muerte del hermano mayor pues con ella aparecen los fantasmas que trastocan todo, que terminan con la (¿enfermiza?, ¿apacible?) normalidad y que obligan a uno de ellos a alejarse. Desarmados ante lo que ocurre a su alrededor la relación de estos dos chicos será pintada con sutileza vil por Côté, quien además se las ingenia para subrayar la idea inicial de todo.

Los fantasmas que recorren el poblado son ideas, recuerdos, memorias de gente que también se ha alejado o transformado, forzada a abandonar una vida que hoy sería y es una de resistencia: la vida fuera de los centros urbanos. ¿Son los fantasmas de esta antología las almas perdidas en un sistema que nos orilla a adaptarnos a él o nos obliga a estrellarnos de frente sin posibilidad de seguir adelante? A partir de este tipo de dudas Ghost Town Anthology elabora un discurso intrigante, de nudos que se sueltan pero que no revelan salida, de ideas irreales empapadas de objetos reconocibles.

Y debajo, el dolor de los dos amigos obligados a separarse, a saberse cada uno un fantasma en el futuro del otro. Dolorosa, amarga pero ensoñada, hasta cierto punto estremecedora, así es la pequeña tierra en la que Côté vuelve a acertar, una tierra en la que los fantasmas se enmascaran pues serán tarde o temprano cada uno de nosotros.

CONOCE MÁS. Esta es la crítica de Erick Estrada a Vic y Flo vieron un oso, dirigida por Denis Côté.

Ghost Town Anthology
(Canadá, 2019)
Dirige: Denis Côté
Actúan: Jean-Michel Anctil, Josée Deschênes, Robert Naylor, Jocelyne Zucco
Guion: Denis Côté
Fotofrafía: François Messier-Rheault
Duración: 97 minutos.

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