Crimen en el Cairo, crítica. Película de la semana.

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Crimen en El Cairo

El túnel interminable
Por Erick Estrada

Cinegarage

Los tiempos son oscuros. La ciudad de siempre, El Cairo, se ha hecho la ciudad del presente, de lo inmediato. La oscuridad y la muerte invaden los aires que antes eran frescos y que mantenían la esperanza de una ciudad vieja, que sabe siempre salir de nuevo a la luz.

Hoy no.

Tarik Saleh se mete a las calles más antiguas del mundo para contarnos un thriller lleno de viscosidades éticas, de muertes de lo humano, de corrupciones del alma, de ejercicios de poder casi faraónicos en un Egipto que ya pedía cambios urgentes, cambios que no se ve siquiera si van a llegar.

El thriller de Crimen en el Cairo es mucho más inquietante quizá por eso, por la mezcla de sus circunstancias. Desde una perspectiva a la que llamaremos tradicional, el thriller sale a la luz, asoma sus dosis de noche en las doradas calles del sueño americano, en lo veranos candentes de las praderas donde nunca pasa nada; deja filtrar sus sombras de crimen en las ciudades pulidas de un mundo que se presume a sí mismo como perfecto.

Crimen en el Cairo no. Al estilo del Fincher más depresivo (ese Zodiac de aires verdosos y sin oxígeno), orillándonos quizá a los aires oprimidos de una frontera decadente y violenta como en Sed de mal (EUA, 1958) del Welles más inspirado que recordemos, la película de Saleh es una especie de punta de iceberg que anuncia y dice que es inevitable un mundo mucho más roto, todavía más violento, en donde la esperanza se escribe con ceros a la derecha y la vida comenzará a tenerlos también. Paredes salpicadas de sangre.

Aceitoso, exótico, violento y desesperanzado, Crimen en el Cairo es un thriller en el que un asesinato que el esquema paternalista tacha sin recato de “pasional” se revela poco a poco como algo menos simple ante los ojos de Noredin, un policía que conoce los mecanismos del sistema de vida y supervivencia en una ciudad que se tambalea desde sus cimientos, pero un policía que sabe que hay que salir de ese mecanismo, que hay algo más allá de la compra y venta de todo -de testigos, de culpables, de inocentes- en un sistema policiaco que no es sino un reflejo de la enorme corrupción que impera en el Egipto de 2011, al inicio de la primavera árabe.

Lo más inquietante de todo es también lo más cercano a la fórmula del thriller tradicional de Crimen en el Cairo: su tiempo, casi realista enfrentado a secuencias de pesadilla también realista, sin formas mágicas ni manoseadas; el policía corrupto (voluntariamente o no) en coraza hard boiled que cae en las manos engañosas de una femme fatale incapaz de augurar su propio destino trágico; la ensoñación en una ciudad que se cae a pedazos en medio de sus habitantes, incapacitados para ver el derrumbe. Alrededor de todo ello, los espacios generados por Tarik Saleh en medio de los que se gesta una conspiración kafkiana en contra de un Noredin enternecido ante su desconocimiento del sistema encima de él a pesar de que parece dominar el mecanismo de las calles: esa compra y venta de culpables, esos giros en las responsabilidades policiacas, ese poder encima de todos y de todo en la historia, un sistema que puede torcer lo que le plazca para perpetrarse, para engendrarse de nuevo todos los días.

Si bien Crimen en El Cairo es una muestra estupenda de los alcances en el discurso del thriller, de sus atmósferas y de sus personajes, el toque extra y el plus en sus subtextos está en la circunstancia que rodea a esta historia de asesinatos y corrupción infinita: 2011 es el año que marca el hartazgo de los habitantes en una región que padece (como incluso ocurre ahora) las consecuencias de un sistema mayor al que la gobierna y que ha experimentado en ella (la región) y en ellos (sus habitantes) desde lo político y lo económico hasta lo humano y lo inhumano. En ese año, la primavera árabe (vista en Crimen en el Cairo de manera circunstancial pero determinante) marcó un punto de reclamo, señaló que se sabía que el sistema no miraba nunca hacia abajo y que sus intereses no estaban en la región.

Con un thriller como este, con un policía que súbitamente, y ante un caso relativamente sencillo de solucionar, se ve incapaz de mostrar ninguna luz, Crimen en el Cairo inyecta sin dolor la idea  de que esa región, oprimida ante los deseos y ambiciones faraónicas de un sistema que la ahorca y esclaviza, vive la misma desesperanza de Noredin, atrapado -y quizá sabiendo que iba a serlo- en los brazos de una mujer que antes era irresistible pero que al poseerla se desvanece como un fantasma de otra dimensión. Es la desesperanza de ver la salida, de saber en qué dirección va todo pero de que el camino es tan torcido y de que el faraón es tan omnipresente que es probable que el mundo se encuentre no en una carretera que atraviese el túnel, sino en un ciclo infinito en el que el túnel ocupa sólo una parte para después reaparecer ante nosotros como un pasaje distinto: el mismo espectro bautizado con otro nombre.

Así de poderoso son los alcances de este thriller que, desafortunadamente, muchos verán como menor.

CONOCE MÁS. Les dejamos un video homenaje al director de cine David Fincher, citado en esta crítica.

Crimen en El Cairo
(The Nile Hilton Incident, Marruecos-Suecia-Dinamarca-Alemania-Francia, 2017)
Dirige: Tarik Saleh
Actúan: Fares Fares, Mari Malek, Hania Amar, Yasser Ali Maher
Guión: Tarik Saleh
Fotografía: Pierre Aim
Duración: 111 min.

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