Fausto, crítica

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Fausto
No eres tú, soy yo
Por Erick Estrada
Cinegarage

Complicada situación la de las películas expiatorias, ya sea que sólo lo parezcan o lo sean en realidad. Si un personaje lava las culpas de quien cuenta la historia se sabe, se detecta, se percibe, se padece en las películas, especialmente porque no es lo mismo proyectar penas, faltas, culpas, frustraciones o satisfacciones en un personaje o en una historia, que hacer que esos personajes y esas historias disculpen directamente a quien narra de errores cometidos ante otros, peor aún si esos otros ni siquiera se dan por enterados.

Porque suele ocurrir: las indirectas las entiende todo mundo menos la persona a la que van dirigidas.

Complicadísima situación si, como decía antes, la película no es expiatoria sino que, por un mal enfoque de tono, una mala edición de guión, un reblandecimiento en las reglas internas de la película, solamente parece serlo. Ese, desde este lado de la pantalla, es el máximo error de Fausto, la historia de un hombre que -aventurándose a un camino que de un lado tiene como pared a Volver al futuro (EUA, 1985), por el otro a Pide al tiempo que vuelva (EUA, 1980) y en el horizonte, lejano e inalcanzable ve a It’s a Wonderful Life (EUA, 1946)- entra a una dimensión desconocida para tratar de entender qué fue lo que hizo mal en la relación con su mujer que recién decidió quitarse la vida. No se esponjen, no hay estropeo. No hemos pasado del minuto 10 de la película.

El resto de la narración, cuando Fausto se conoce a sí mismo en la juventud que lo impulsó a salir de Cuetzalan para convertirse en un artista importante; cuando Fausto reconoce a su mujer, juvenil pero atrapada en la provinciana mente de su familia (excepto su hermana que tiene probablemente la historia más interesante de la película) y a la que sabe conquistará pues él mismo viene de ese futuro, se nos pierde en secuencias de parsimonia extrema, resueltas antes de desarrollarse (Fausto mismo nos cuenta lo que va a ocurrir antes de que ocurra… pues ya ocurrió, trampas que ponen las películas de viajes en el tiempo y que deben ser cuidadas al máximo para no caer en estos errores) y que se rellenan con frases engoladas y solemnes (el tono nunca termina por definirse y en consecuencia tenemos dos, probablemente tres que se barajan escena a escena) y que parecen generar ideas más pertenecientes a la superación personal que al conflicto emocional en el que Fausto debería encontrarse ya para guiarnos al desenlace de la película.

En esa falta de imaginación visual se deja ver también una falta de imaginación narrativa que se atora en bromas de autoelogio en las que Fausto se anima a sí mismo a convertirse en artista sin preocuparse por, quizá, enmendar (o romper) la relación con su machista padre, profundizarla con su casi abnegada madre (otro de los personajes abandonados) o corregirla (o inlcuso abandonarla definitivamente sin dejar rastro en el presente o en el futuro) con su futura prometida de quien conoce ya su destino: el suicidio.

Si la película debió llevarnos a las reflexiones de Fausto para evitar ese destino o dejarse llevar para vivir de nuevo la vida que conoce, o si debió hacernos sospechar en su sacrificio para que su mujer viviera otra vida, la película falla en todas.

¿La razón? Una falta de decisión en el discurso que evidencia aún más la trompicada interpretación de su reparto joven (la hermana menor sigue siendo la excepción), que deslava la idea de que Fausto se replantea su vida, la de su mujer, la de sus amigos (de hecho pocas veces sentimos que en realidad saque provecho del viaje en el tiempo que se ganó en la rifa) y que en consecuencia convierte su final en uno soso, no sin emoción sino desemocionado que nos hace creer (o darnos cuenta) que en lugar de ver un drama tuvimos una dosis de melodrama expiatorio sin merecerla, como siempre.

Si esa era la idea, sigue pareciendo una mala idea. Si no, complicada situación.

Fausto
(México, 2016)
Dirige: José Julián Vázquez
Actúan: Juan Carlos Barreto, Rosa María Bianchi, Odalys Ramírez, Juan Acosta
Guión: José Juan Vázquez
Fotografía: Iván Vilchis Ibarra

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